domingo, 29 de septiembre de 2019

La Carta de mi Vecino Testigo de Jehová

Mi mamá sacó del buzón la correspondencia. Llamó nuestra atención un sobre blanco que traía algo escrito a mano.

Les comparto su contenido en las imágenes.





Decidí guardar el sobre. Lo encontré de nuevo este fin de semana y volví a sentir la misma vergüenza de cuando lo ví por primera vez.

Me parece increíble que una persona que no tiene la verdad sobre el Evangelio y sobre Cristo, se tome tan en serio  su labor de evangelizar. De hecho, en mi colonia semanalmente vemos cuadrillas de personas de su denominación que andan tocando puertas y no se dan por vencidos.


¿Hace cuánto no le hablo del Señor a alguien? ¿Hace cuánto dejé de sentir carga por los que no Le conocen? ¿Cuándo dejé de sentir pasión por predicar del Evangelio?



Mauricio, mi vecino  está comprometido con lo que cree y con su iglesia. Es notorio. Y yo, me conformo con poner versículos en mis redes sociales.


El reto es grande,  el llamado está hecho (Mateo 28:19-20). Es mi responsabilidad hablar, ser luz, ser ejemplo. No quiero que la sangre de la gente a mi alrededor me sea demandada (Ezequiel 3:18). Sé que estoy llamada a ser sal en el lugar en el que me encuentre. Sé que siempre hay alguien necesitado cerca, quizás sólo esperando una palabra, una oración, un rayo de esperanza.


Si al igual  que yo has estado muy pasivo en cuanto al Evangelismo, te invito a orar juntos por eso y a pedirle al Señor que encienda nuestro corazón  de nuevo, para no quedarnos callados, para dejar de estar centrados en nosotros mismos y para compartir Su verdad.


Señor, no nos dejes en paz, inquiétanos, cárganos por aquellos que aún no te conocen. Que nunca se apague en nosotros la pasión por contarles a otros de Tí. ¡Haznos luz!





"Cuando Yo dijere al impio: De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le hablares, para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva,  el impío morirá de su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano" Ezequiel 3:18


¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? Romanos 10:14

viernes, 20 de septiembre de 2019

Rindiendo Mis Finanzas

Mi hermano me bendijo este año y me patrocinó un curso de finanzas personales. Al iniciar esperaba un montón de técnicas, ideas prácticas, calculadoras y cosas así, que me ayudaran a pagar todas mis deudas y a que MI dinero abundara.

Lo que hicieron con nosotros las primeras semanas fue algo inesperado. Nos pusieron a leer mil versículos bíblicos relacionados al dinero y  a devorar libros que dolían como cachetadas. Empezaron a cuestionar sobre cómo habíamos estado viviendo nuestra vida financiera hasta ahora.


¿Quién es el Dueño? ¿Dios o yo? ¿De verdad es Él el REY de esa área de mi vida?


Descubrí que nunca he dejado gobernar al Señor en mis finanzas. Me he creído dueña de mi vida, de mis posesiones y de mi dinero (¡Absurdo! ¡Si TODO es Suyo!). Dejé de agradecer por las bendiciones materiales que Dios me daba. Dí por sentadas muchas cosas, cosas como un empleo seguro o como tener el dinero para pagar una cuota a final de mes; me olvidé de alabar al Señor por Su fidelidad en lo material.



Tuve que admitir que soy una egoísta y malagradecida. Siempre he pensado en mí, siempre se ha tratado de mí; de satisfacerme, de hacerme sentir bien con lo que compro o como, de darme palmaditas invisibles con el poder adquisitivo que alguna vez tuve.

Puedo afirmar que NUNCA consulté con seriedad mis decisiones financieras con el Señor. Quizás alguna vez oré sólo por cumplir, pero nunca he esperado con toda consciencia un SI o un NO de Su parte. He hecho lo que he querido.

He diezmado la mayor parte de mi vida, y aun así he experimentado crisis financiera, no porque Dios no sea fiel, sino por mi propio desorden. He orado pidiendo un “rescate” de parte del Señor y ha llegado muchas veces por pura misericordia, pero creo que llegó un  momento en el que era tiempo de santificarme y pulirme en esa área y por ello permitió una situación tan complicada,en la que sólo Él pudiera ayudarme.


La Conexión entre la Integridad y las Bendiciones.

Hace unas semanas alguien-cristiano-me cuestionó en público, cuando dije que no veía películas piratas. Empezó a lanzarme un montón de preguntas: 

¿Y vas a decir que nunca has bajado cosas en Internet sin pagarlas? ¿Tus antivirus son originales? ¿Nunca has comprado réplicas?, etc, etc.

Su propósito era claro, quería demostrarme ante los demás que yo no era tan "honesta". Por un momento me quedé callada. Pero luego le respondí y le dije: 

Sí, he comprado réplicas, he bajado cosas en Internet sin pagarlas, he incumplido leyes de tránsito, etc. ¿Pero sabés qué? Eso era antes, ahora entiendo que Dios no puede bendecirme si sigo siendo partícipe de ese tipo de cosas...

(Me entristeció mucho que un cristiano vea como normal y aceptable que hagamos ese tipo de cosas)

Ahora temo, por decirlo de alguna forma, comprar, vender, o realizar cosas salpicadas de deshonestidad. No quiero ver películas “piratas”, no quiero cobrar más del precio justo, no quiero mentir a mis acreedores, no quiero vivir sin dar cuentas. Fui confrontada por el Señor, comprendí que no es la naturaleza de Dios bendecir al tramposo (Job 15:34), al deshonesto, al que no tiene "pesas cabales" (Prov. 20:10), al que no declara impuesto (Mateo 22:21), al que no cumple con la ley.

Fidelidad en las Cosas Pequeñas

Creo que Dios es un padre que se compadece de Sus hijos (Lamentaciones 3:22) y yo debo mantenerme haciendo mi parte, confiando en que Él sabe hacer la Suya. Debo mantenerme diezmando, orando por mi situación, dando con bondad dentro de mis posibilidades, siendo ordenada y diligente con mis gastos y presupuesto, dando la cara a mis acreedores, buscando diferentes alternativas para aumentar mis ingresos, etc. 

Esas pequeñas cosas, eso que yo SÍ puedo controlar, es muchísimo en las manos del Señor. Él ama la fidelidad y la recompensa. Y yo quiero ser fiel, quiero mantenerme haciendo lo que Él me ha mandado a hacer y dejarle el resto a Él.


Si estás en un hoyo financiero o muy preocupado por ese aspecto, te animo a confiar en el Señor y en todas Sus promesas. Pero también, te animo a examinar tu vida; a revisar con suma honestidad quién es el verdadero dueño de tus finanzas; revisa si has fallado con tu diezmo, si has dejado que la deshonestidad permee tu vida aunque sea un poco, si nos has sido fiel en lo poco, si no eres un trabajador que honra a sus patrones, si no eres transparente con tu cónyuge en las finanzas, etc.

En ese seminario escuché testimonios tan alentadores de gente que estuvo alguna vez sumergida en terribles y pronunciados valles financieros y yo quiero ser uno de ellos pronto, quiero dar testimonio a otros de lo que Dios hace cuando auténticamente rendimos nuestras finanzas a Él y le dejamos reinar por completo.

Oro porque el Señor reine y sane tu vida financiera también.


"Señor, sólo a Tí te corresponden la grandeza y el poder, la gloria, el esplendor y el honor. Porque a Tí te pertenece todo lo que existe en el cielo y en la tierra. Tú, Señor, eres el único soberano y Tuyo es el reino. La riqueza y el honor vienen de Tí; Tú lo gobiernas todo. Tienes en Tus manos el poder y la fuerza. También está en Tus manos el poder de decidir a quién hacer grande y poderoso." 1 Crónicas 29:11-12

martes, 30 de julio de 2019

EL MILAGRO QUE NO DESEABA


(Por Brenda Maeda de Ramos)

 FEBRERO 2014
Empecé a tener síntomas extraños a la hora de comer y dormir, mi calidad de vida era muy mala y empeoraba cada día. Después de buscar ayuda en varios lugares, fui diagnosticada con “Acalasia”. Esta es una rara enfermedad que hace al esófago  incapaz de contraerse y empujar el alimento hasta el estómago, provocando que la parte que se une al estómago se vaya cerrando poco a poco.
Tuve que ser operada de emergencia, viviendo un dolor inexplicable y una recuperación angustiosa. Todo pasó y aunque sabía que las secuelas son parte de la enfermedad, me fui acostumbrando a ello.

DESDE ENERO 2019
Alimentos que se me atoraban, vómitos frecuentes, dolores en el pecho que me doblegaban, despertares abruptos al sentir que me ahogaba. Volví a tener los síntomas con más frecuencia y más intensidad, justo como hace cinco años.
Después de muchas citas y exámenes médicos, después de mucho pánico, escuché las palabras que le había pedido a Dios no escuchar: “Brenda, no hay otra alternativa más que una segunda cirugía pues de no hacerlo su vida se expone a consecuencias fatales de forma súbita”.
Yo no quería, no era lo que yo había orado. 
Dios, ¡habíamos quedado que con la primera operación esto se iba a acabar!
Dios, ¿por qué no me hiciste el milagro?

Esas eran mis preguntas y Dios solo contestó: “Esto es parte del plan”.


JULIO 2019
Fui operada por segunda vez. Le rogué a Dios que no me doliera tanto como la primera vez. Al despertar, lo primero que razoné es que no me dolía, que milagrosamente no me sentía tan mal como la primera vez. ¡Dios estaba obrando!
Al salir de la sala de recuperación me enteré que mi operación se alargó por casi ocho horas, que lo que encontraron era peor de lo que imaginábamos y que además tuve una rasgadura en el esófago. Eso significó alargar mi hospitalización por una semana y ser alimentada por sonda pues no podía comer ni beber ni una gota de agua.
El día más feliz  fue cuando después de un examen muy importante me confirmaron que todo estaba bien, que la rasgadura había cerrado, que ya podía tomar líquidos e ir a casa. 

(Sonriendo porque me acababan de informar que me quitarían la sonda)  



MI HOY…
La recuperación ha sido lenta y seguirá por unos meses más, he tenido que hacer cambios importantes en mi vida para asegurar mi bienestar.
Como ya pudieron leer, mi milagro no se trata de que Dios me evitara la enfermedad o que me sanara abruptamente. Mi milagro se trata de Dios glorificándose a través de un duro proceso.  Mi milagro no es el que yo quería, pero es el que El Señor quiso y eso es suficiente para sentirme bendecida.


En este proceso he aprendido cinco cosas que quiero compartir contigo:

1.  Dios es “sanador y poderoso” aún cuando me permita atravesar la enfermedad.  Muchas veces nos permitirá pasar las pruebas, pero el milagro será que nos fortalecerá, nos consolará y se glorificará en nuestra vida.
      
2. Soy pecadora e inmerecedora de la gracia de Dios pero Él me bendice porque Él es bueno. Estando en el hospital, una amiga me compartió estos versículos que resumen lo que el Señor ha hecho en mí:
“Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.” (Lamentaciones 3: 22-23)

3. Con esta enfermedad Dios está ordenando mis prioridades. He entendido que mi corazón y fuerza estaban enfocados en  cosas que no son tan importantes como mi familia y mi relación con Dios. Además, he entendido que cuidarme a mí misma es parte de honrar a Dios y que ni el trabajo ni los afanes deben anteponerse a esto.

4. Si una enfermedad o una prueba te acercan a Dios, eso ya es una bendición. Estoy segura que Dios está usando este proceso para santificarme aunque sea un poquito. ¡Bendito quebranto que me acercó a Él!

5. He valorado el amor de la familia, de mi iglesia, de mis amigos. Ese amor también sana y Dios lo usa para fortalecernos en la prueba.

No sé lo que tú estés viviendo, pero ten por seguro que aunque Dios no te responda como tú quieres, el milagro que Él te dará será más hermoso, más grande y más glorioso que el que tú deseabas. 
¡Espero puedas abrazar ese milagro!

¡Gracias por leerme!


(Mi primera comida después de muchos días sin comer. ¡Bendita gelatina!)

martes, 21 de mayo de 2019

De Mi Lista de "Relaciones Rotas"

Dios ha estado tratando diversas cosas conmigo, y entre ellas, me he dado cuenta que hay relaciones que merecen ser sanadas, recuperadas o restauradas; y al mismo tiempo, he aceptado que otras deben ser desechadas.

En ese proceso, he ido poco a poco acercándome a personas que extrañaba tener en mi vida, pues yo misma las había excluido mientras estuve ciega, por decirlo de una manera. Agradezco al Señor la gracia que he recibido de parte de esas amigas, casi hermanas, que me han recibido de nuevo, cual amiga pródiga. 

Hace más de un año hice una lista de relaciones que SABÍA que necesitaban ser restauradas; y si eso no era posible, al menos necesitaba acercarme una vez para admitir que había fallado y debía pedir perdón de alguna forma. He ido avanzando en esa lista. Pero venía posponiendo hablar con una persona a la que saqué abruptamente de mi vida, alguien que venía a mi casa semanalmente a una célula de la iglesia y a quien conozco desde hace casi 25 años. De toda mi lista, era uno de los nombres a los que más temía.

Aunque hice un intento de acercamiento, decidí no seguir insistiendo. PERO Dios se ocupa de limpiar tu vida y cuando Él quiere cumplir Su voluntad, lo hace y ya.

El fin de semana anterior me encontré "por casualidad" a esa persona. La vi haciendo una fila y lo supe instantáneamente. No entretuve mucho la decisión, sólo caminé hacia donde ella estaba. La saqué de la fila y la abracé prolongadamente. No pude decir una palabra, no pude ensayar un discurso...sólo la abracé y aguanté las lágrimas.

Creo que ella entendió (¡eso espero!), no fue necesario decir nada, sólo terminamos con los ojos muy llorosos hablando mil palabras por minuto, tratando de evadir preguntas difíciles.

Aunque fue un encuentro fugaz, SÉ que fue Dios quien lo permitió. Él sabía que no había otra forma y que yo soy demasiado terca o demasiado cobarde como para buscar acercarme. Él se toma en serio el hecho de sanarme en toda área y por eso me coloca en situaciones de las que no puedo escapar. Todo lo que pasó ese rato llevaba Su firma (hasta me imagino que sonreía mientras esto ocurría).

Mientras conducía después de ese encuentro, hablaba con Dios y entre una sonrisa y cierto nerviosismo le pedía que no me pusiera en una situación así, sin previo aviso, nuevamente. Pero entiendo que Él es Señor sobre mi vida y tengo claro que rendirme a Él implica rendir mi orgullo y dejarle limpiar cada rincón, por muy doloroso o incómodo que pueda ser. Incluso recordé cuantas veces le he pedido que me santifique...¡pues ahí está! ¡Él se toma en serio cada oración que le digo!


Y comparto esto porque creo que es lo mismo para muchos. Si has estado posponiendo esa conversación incómoda, esa llamada (¡porque hay muchas probabilidades de que no te contesten o te cuelguen!), esa reunión, ese mensaje...ya no lo hagas. Si está a tu alcance, procura la restauración. Si no, no te preocupes, Dios va a ingeniárselas para que eso suceda.

Pon en oración esos nombres y estoy segura que en Su presencia vas a saber cuáles relaciones merecen ser restauradas. El Señor es tan bueno y tan paciente que irá contigo paso a paso en el proceso de sanar cada una de esas relaciones quebrantadas.


"Por lo tanto, si presentas una ofrenda en el altar del templo y de pronto recuerdas que alguien tiene algo contra ti, deja la ofrenda allí en el altar. Anda y reconcíliate con esa persona. Luego ven y presenta tu ofrenda a Dios" Mateo 5:23-24 NTV

"El perdón restaura la amistad, el rencor la termina" Proverbios 17:9 PDT

jueves, 21 de febrero de 2019

Nosotros los "diositos"

Seguimos dándote la gloria con nuestros labios y en las redes sociales, pero dentro de nosotros continuamos dándonos palmaditas y recibiendo la gloria...aunque sea una porción de ella.

Seguimos sin darnos cuenta, haciéndonos pequeños dioses. "Diositos" que quieren dirigir sus vidas, que deciden sin consultarte, que ya han determinado hacer su voluntad aún cuando oran para buscar la Tuya. "Diositos" que se creen soberanos y quieren gobernar la vida de otros, sin comprender completamente que rendirlos a Ti es la verdadera fórmula para que ellos estén bien.

Seguimos viviendo en desbalance; conmoviéndonos por la gente que sufre en las calles o que vemos en las noticias, pero olvidando conmovernos por el hermano que sufre, por ese pariente que está pasando una prueba y que necesita de nuestro cristianismo en acción.

Seguimos usurpando tu lugar de Juez, creyéndonos lo suficientemente justos para emitir una sentencia y una condena a los demás. Y no nos damos cuenta que estás ahí, al lado del acusado, desempeñando el rol de abogado defensor; Aquel que nunca ha dejado que condenen a sus defendidos.

Seguimos yendo a la iglesia con la actitud incorrecta; y pecamos al "evaluar" lo que ocurre frente a nosotros o a los que nos dirigen. Nos falta humildad para admitir que somos nosotros los primeros que no deberíamos haber entrado, y nos sobra orgullo para no reconocer que eres Tú el que llama y usa a quien se le antoje...porque sí, porque eres Dios, porque eres Señor, porque pagaste el precio.

Seguimos auto engañándonos, considerándonos lo suficientemente fuertes como para negociar nuestro cuidado espiritual. Nos sigue siendo más fácil renunciar a un domingo en Tu casa o a un grupo que nos alimente en la semana, que decirle que no a ese hábito. "No es para tanto", nos decimos. "Yo sigo conectado con Él", repetimos. Y es que en realidad la soberbia nos rebalsa, porque nosotros, esos "diositos" queremos independencia.

Seguimos dándonos permiso de coquetear con el pecado. Creemos que caminar en la orilla y mojarnos los pies no nos pone en peligro. Nos rehúsamos a soltar a ese grupo de amigos, o esa relación, o esa adicción. Nos seguimos sintiendo en control. No nos damos cuenta que la marea puede subir intempestivamente y de pronto podemos encontrarnos con el agua al cuello, cubiertos de un pecado que parecía inofensivo.

Seguimos cuestionándote en medio de las pruebas, pensando que tenemos el derecho de recibir una explicación. Se nos olvida que Tú eres Dios y nosotros...pues sólo somos nosotros. Ese "diosito" que nos hemos levantado exige saber porqué está sufriendo, tan sólo porque cree que no se lo merece. Si, eso creemos y se lo reclamamos a Aquel que vivió el sufrimiento más grande de la historia.

Seguimos batallando con nuestro ego, ese que se opone a los cambios que quieres hacer en nosotros. Ese, que no nos deja pedir ayuda y hablar con franqueza sobre las áreas en las que somos más débiles que el tallo de una florcita. Ese, que nos seduce para guardar secretos y conservar nuestro estatus de cristianos y "diositos" que los demás conocen y hasta admiran.

Seguimos salpicándonos del mundo con lo que vemos, con lo que leemos, con el vocabulario que usamos, con los lugares que frecuentamos, con las personas a las que dejamos estar cerca y cuya oscuridad es más potente que la luz que se supone deberíamos emanar; con lo que practicamos en secreto, con los pensamientos y fantasías que nos permitimos tener.

Seguimos sintiéndonos merecedores de Tu Gracia y capaces de elegir a quién y en qué proporción dársela. Se nos olvida que aquí el Padre que ama a los pródigos eres Tú y nosotros más bien encajamos en el perfil del hermano mayor...los que no son ni inventores ni dueños de la Gracia y mucho menos receptores monopolistas.

Seguimos añorando la gloria pasajera, el éxito laboral, el ascenso, las riquezas, el estatus, los aplausos. El mundo ha hecho bien su trabajo y ha logrado distraer nuestra mirada, pero sobre todo, desviar nuestro corazón de la gloria eterna, la que trasciende, la que se encuentra sólo en Ti, la que viviremos a tu lado algún día...quizás antes de lo que imaginamos.


Perdónanos Señor por no dejarte gobernar, por no desearte más que a cualquier cosa o persona, por jalonear el timón de Tus manos, por el deleite que aún nos produce pecar. Necesitamos de Tu Gracia hoy, necesitamos que nos recuerdes cada día nuestra miserable condición sin Ti, necesitamos que destruyas a esos "diositos"...aquí estamos Señor. Amén.

sábado, 26 de enero de 2019

"Tu Papá no te quiere"

Gracias a Dios tengo la oportunidad de estar enseñando de nuevo en un aula. Y yo siempre he afirmado que los niños son los que mejores lecciones me dan. 

Así que esta semana escuché disimuladamente una plática entre un grupo de unos 6 chicos. El tema era sobre quién es el más enojado en casa, papá o mamá; y sobre los tipos de castigos que reciben. Cada uno fue hablando de su caso, pero era hora de despacho y se fueron yendo de a poco; por lo que al final sólo quedaron dos varones platicando.

La conversación fue más o menos de esta manera:

- En mi casa la enojada es mi mamá. Me cae bien mi papá...
- (Interrumpe) ¿Por qué te cae bien?
- Porque nunca me regaña, nunca me pega, nunca me grita...
- ¡Entonces no te quiere!
- (Callado...no pude ver su cara porque hubiera sido bien obvio que les estaba escuchando)
- Siii, no te quiere!! Porque si te quisiera, te corrigiera...

Me sorprendió la conclusión del segundo chico; sobre todo, porque conozco un poco a su papá y sé que es muy estricto y no le deja pasar nada. Y justo él, un niño con una disciplina bien establecida en casa afirmó muy convencido que una muestra de amor de los padres es que se nos corrija y discipline.

Me quedé pensando en esas palabras. Quizá mi alumno no usó el tono más amigable...pero lo que dijo está lleno de verdad.

"¿Acaso olvidaron las palabras de aliento con que Dios les habló a ustedes como a hijos? Él dijo:
<<Hijo mío, no tomes a la ligera la disciplina del Señor y no te des por vencido cuando te corrige. Pues el Señor disciplina a los que ama y castiga a todo el que recibe como hijo>>". Hebreos 12: 5-6


En mi caso,  cuando me encuentro en medio de una prueba siempre tiendo a pensar que el Señor me está disciplinando por algo. A pesar de tener años de ser cristiana, soy tentada a creer que los silencios y los "no" de Dios son su método de castigo. 
Pero estoy siendo enseñada a confiar en el carácter del Señor y a poner mi mirada en Quien es Él. Al final, Él también es un Padre y cualquiera que sea el propósito que tiene en mente para mi prueba, santificarme o disciplinarme, lo cierto es que tiene como fin algo bueno para mí.

Así que si crees que el amor de Dios se manifiesta solo cuando no te corrige y hay purititas bendiciones en tu vida, lamento decir que ese no es nuestro Padre. Puede permitirte temporadas de bienestar y bonanza, pero con frecuencia Él también va a dejar que las pruebas nos toquen para pulirnos, para sacar las impurezas del alma, para sanar nuestras relaciones, para tratar con nuestros pecados ocultos, para hacernos parecer un poquito más a Él.

Sé que es difícil, pero aceptemos la disciplina del Señor cuando llegue. Admitamos con humildad nuestras fallas, rindamos esas áreas en las que Él no gobierna y tengamos en mente que es nuestro Padre y nos ama con locura.


"Al soportar esta disciplina divina, recuerden que Dios los trata como a sus propios hijos. ¿Acaso alguien oyó hablar de un hijo que nunca fue disciplinado por su padre?" Hebreos 12:7

jueves, 10 de enero de 2019

Cómo Ayudar a Alguien Desempleado

Debido a una publicación reciente sobre el desempleo, varias personas me escribieron o me han hecho comentarios al respecto. Por eso quiero compartir ahora, ideas prácticas de cómo podemos bendecir a alguien que no cuenta con empleo, considerando que esta persona NO quiere o no buscó estar en esa condición.

1. Orar.
Suena lógico, pero por experiencia personal a muchos se nos olvida orar por las necesidades de otros, sobre todo si el desempleo ha durado mucho tiempo. Normalmente oramos con fervor cuando la prueba recién inicia, pero a medida va pasando el tiempo, no recordamos con frecuencia que hay un hermano necesitando provisión de un  trabajo y que no tiene para cubrir sus necesidades básicas o las de su familia. Lo primordial que podemos hacer por alguien desempleado es mantenerlo en nuestras oraciones cada día; y no solo orar porque Dios le dé un trabajo, sino también para que sea fortalecido (Salmo 37:39), para que el propósito de la prueba se cumpla (Salmo 138:8), para que su carácter se pula en ese proceso (Hebreos 12:11), para que conozca a Dios mejor, para que su fe no decrezca (Lucas 22:32), para que se suplan sus necesidades materiales (Filipenses 4:19), etc.


2. Ser de edificación.
Hay gente que nos quiere genuinamente y en su afán de animarnos, nos dicen muchas cosas que no edifican.
Agradezco a aquellos que me han "predicado", incluso a aquellos que me han insinuado que estoy en pecado. La verdad es que hasta que estás atravesando ese camino, se pueden entender las luchas de fe que  se enfrentan. 
Varias personas han sido más pragmáticas y me han dicho que me ubique en la realidad del país, pues acá todo mundo debe esperar de uno a dos años para poder encontrar una plaza. (¿No se dan cuenta que eso es como decirle a un enfermo de cáncer: "Mira, el 95% de la gente que padece de tu tipo de cáncer se muere, así que ubícate y no tengas tantas expectativas"?). Y lo más triste de esto, es que algunos son hermanos en la fe. Así que mi cerebro da vueltas tratando de entender por qué mis hermanos no me estaban animando o abonando a mi fe. ¿No se nos ha enseñado que Dios lo puede todo y es Dios de imposibles? ¿Debo dejar mi fe de un lado y "ubicarme" en la realidad en vez de en el Señor?

Si quieres ayudar a alguien sin empleo, escúchale, pregunta si puedes hacer algo por él/ella, mántente en comunicación ocasional para mostrarle que estás ahí, recuérdale quien es Dios y oren juntos por teléfono o en persona. (Yo doy gracias al Señor porque he tenido ese tipo de personas en mi vida...no saben cuánto ayuda!)


3. Ayudar de forma práctica.
Con algo tan simple como reenviar la hoja de vida de esa persona a todos tus contactos, alertarle sobre cualquier plaza disponible que conozcas, animarle a iniciar un proyecto de emprendimiento o trabajar de forma independiente...todas ellas son cosas prácticas y fáciles que podemos hacer por aquellos que estimamos y atraviesan una condición de desempleo.

He sabido de personas que han recibido compras del supermercado, útiles escolares para sus hijos, ofrendas y otro tipo de bendiciones que Dios les manda a través de familiares y/o amigos. Personalmente he sido sorprendida al ser recipiente de provisiones milagrosas, las cuales agradezco infinitamente. Por lo que si el Señor te mueve genuinamente a bendecir a alguien desempleado de forma material no dudes en hacerlo (Santiago 2:15-16).



Todos conocemos o conoceremos a alguien sin empleo. Probablemente en nuestras iglesias hay hermanos así y lo ignoramos. Lo importante es que a partir de ahora seamos un poco más sensibles a las necesidades que atraviesan y pongamos en práctica algunas de estas cosas para bendecirles. 

Créeme; una palabra de aliento, mostrarse empático, una oración y otros actos sencillos como esos, pueden darle esperanza a tu hermano en medio de días de incertidumbre y preocupación por la ausencia de trabajo.

Somos el cuerpo de Cristo, interesémonos más por ellos y estemos presentes en su tiempo de necesidad.


"Ayúdense a llevar los unos las cargas de los otros, y obedezcan de esa manera la ley de Cristo." Gálatas 6:2