sábado, 22 de junio de 2013

El Día del Maestro que nunca voy a olvidar...

Jueves 22 de Junio de 2006.

Mi papá había recibido una llamada el día anterior avisándole que mi abuelita, su mamá, estaba muy mal de salud. Él decidió salir en mi carro muy temprano rumbo a su pueblo natal en Ahuachapán. Recuerdo que esa mañana escuché que subió las gradas que están al lado de mi cuarto, para irse a bañar. Fue lo último que mis sentidos percibieron de él.

Alrededor de las 9:00 a.m., el teléfono sonó, yo estaba acostada aún porque ese día era asueto por el día del maestro. Escuché a mi mamá gritar, y de inmediato, no puedo explicar por qué, supe que algo había pasado con mi papá. Me tiré de la cama y dije en voz alta "mi papi". Salí del cuarto y vi una escena que prefiero no comentar acá.

Tomé el teléfono y hablé con el oficial de la policía que amablemente había esperado algunos minutos mientras mi mamá reaccionaba. Me dio los datos del accidente y verificó la información de mi papá. Era un hecho, había sufrido un accidente carretera a Sonsonate, y no había sobrevivido.


De inmediato me concentré en ayudar a mi mamá y a hacer unas cuantas llamadas a personas clave. Luego de unos minutos, recuerdo como claramente un pensamiento que estoy segura no produje por mí misma, pasó por mi mente: "Esta es la linea que marcará el antes y el después". 

Ese día no tenía ni idea de lo que ese pensamiento fugaz significaba. Pero ahora, exactamente 7 años después del accidente, puedo afirmar que ese pensamiento fue puesto en mi cabeza por Dios.

Está de más decir que en efecto mi vida fue marcada por ese evento. Mi familia ya no es la misma desde entonces. Pero sobre todo puedo afirmar que empecé a conocer a Dios de una forma que nunca antes lo había hecho. Escuché por años a la gente decir que Dios es nuestro Padre, y creo que yo lo decía también, pero nunca había experimentado el peso de esa verdad.

Comencé a ver ese lado de Dios que sólo está reservado para las personas que no tienen a su papá. Puedo garantizar que Dios se toma el tiempo para sentarse a escuchar como un papá. Él es cariñoso, paciente, consentidor de vez en cuando, pero sobre todo un Papá que se vuelve loco por su hija, tal y como un papá humano lo hace por su hijita. Mi Papá se ha encargado de todo lo que mi papi se encargaba: de proveer, de protegerme, de aconsejar, de dar la cara por mí, de consolarme, de ser la cabeza de la familia, etc.

7 años después, siguen habiendo momentos o situaciones que me hacen extrañarlo. Desearía que mis preciosos sobrinos tuvieran a su abuelo. Desearía que él esté presente cuando me case. Desearía que algunas personas que no se han portado tan bien conmigo se la vieran con él (estoy riendo al escribir esta oración). 

Pero también con toda certeza puedo asegurar que tengo 7 años de tener al mejor Papá del universo. Esa faceta de Dios que he conocido no la cambio por nada. He desarrollado un nivel de confianza en Él, que antes no tenía. Aunque no niego que hay desiertos en la vida en los que quisiera que Él se mostrase de forma más activa, descanso en la confianza que Él se ha ganado en todos estos años siendo mi Papá.

Lo mejor de todo esto, es que cualquiera que lo necesite y le permita a Dios ser su Papá, puede conocer también ese lado suyo. 

"¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen; mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre." Salmos 73:25-26