martes, 29 de diciembre de 2020

Oración para cerrar el 2020

Señor:


Recuerdo la oración que mi familia hizo en la sala de mi casa a la medianoche del 31 de diciembre del año 2019. Una de las cosas que más te pedimos fue que no nos probaras en la salud. Ahora que lo pienso, nos respondiste. 


Gracias por Tu fidelidad a lo largo de este año. Gracias por demostrarnos una vez más que Tus promesas son Verdad (Salmo 89:34).


Gracias por la pandemia, porque de no ocurrir, muchos no hubiéramos doblado nuestras rodillas ni rendido nuestra voluntad a Ti, de la forma que lo hicimos.


Gracias por aislarnos y poner una pausa obligada a la vida tan poco piadosa que llevábamos. Gracias por llamar nuestra atención para que dejáramos nuestras rutinas que normalmente no te incluían o te incluían muy poco.


Gracias por recordarnos que eres Soberano (Daniel 4:35). Muchos conocíamos ese atributo Tuyo de forma básica, pero este año nos ha quedado claro que eres el que decide y decreta (Salmo 115:3). Que no hay gobierno humano ni ciencia ni poder económico que pueda cambiar lo que Tú determinas.

Gracias porque sigues sentado en el trono y nada de esto te tomó por sorpresa (Isaías 46:10). Gracias por conocer el final desde el principio y no mover ni un ápice Tu plan. Gracias porque eres el que gobierna (Daniel 4:26) y por reducir nuestro ego enseñándonos cuanta pecaminosidad había en aquello que llamábamos nuestros planes. Perdónanos por la soberbia de trazar nuestros días como dueños de ellos, olvidando que el Único dueño eres Tú (Proverbios 16:9).


Gracias por llamarnos al arrepentimiento y la revisión obligada de nuestros estilos de vida (Isaías 1:18). Gracias por sacudir nuestras prioridades, las cuales debemos admitir, no estaban en el orden correcto.


Gracias por convocarnos a volver nuestros corazones a Tu Palabra y mostrarnos que sin ella nuestras almas se desgastarían (Salmo 119:25 y 28). Gracias por enseñarme que sin ella, hubiese sido imposible sobrellevar estos largos meses.


Gracias por volver a mostrarnos que el ministerio más importante que podemos-y debemos- tener es nuestra familia. Ayúdanos a tener familias que te honren y te hagan verdadero Señor de ellas.


Gracias por quitar de nuestra vida muchas banalidades que habíamos dejado filtrarse y desviaban nuestros ojos de lo que verdaderamente importa y te agrada.


Gracias por llevarnos a considerar de nuevo la perspectiva de la eternidad (Filipenses 3:20). Gracias por recordarnos que lo que este mundo tiene es pasajero y que hay una realidad mayor, trascendente y poderosa, y es desde esa perspectiva que debemos vivir. Que nuestros corazones anhelen esa realidad más que lo que anhelan lo que hay en este mundo caído.


Gracias por el dolor que este año ha traído, pues a través de él hemos recordado que solo somos humanos incapaces de sanarse a sí mismos y que necesitamos desesperadamente el Consuelo que solo Tú ofreces.


Gracias porque te hemos conocido más a través del desierto y nos has enseñado a depender más de Ti y no de nuestro propio entendimiento (Proverbios 3:5).


Gracias por ponernos en una situación ante la cual somos impotentes y limitar nuestro margen de maniobra, para mostrarnos que aquí el Omnipotente (Job 42:1-2) y el que tiene la última palabra eres Tú (Isaías 14:27).


Gracias por la incertidumbre con la que estamos viviendo, pues eso enseña a nuestra alma a buscar a Aquel que es Inmutable (Malaquías 3:6) y nuestra Roca de seguridad (Salmo 18:31). Gracias porque la única certeza que tenemos eres Tú.


Gracias porque no solo conoces lo que pasará en el 2021, sino también porque Tú diseñaste el 2021. Por lo tanto, podemos anclarnos con confianza en Quién eres Tú y en Tu Palabra (Salmo 19:9, Mateo 24:35). Gracias porque Tu diestra seguirá sosteniéndonos y Tu buen propósito se cumplirá en nosotros (Salmo 138:8).


Gracias porque eres el mismo ayer, y hoy, y por los siglos (Hebreos 13:8). Eres nuestro Padre Eterno (Isaías 9:6) en el cual no hay mudanza ni sombra de variación (Santiago 1:17) y lo único que necesitamos para iniciar un nuevo año, ya lo tenemos en Ti.


Sea lo que sea que has establecido para nosotros en los próximos doce meses, confiamos en Ti. Amén.


miércoles, 23 de diciembre de 2020

Al que sufre en Navidad

Pudiera enumerar todo lo que salió mal para mí y para mi familia en este año 2020. Pero Dios se ha encargado de poner frente a mis narices las realidades de otras personas cuyo dolor o pérdida superan con creces los míos.


Quisiera que, con recitar algunos versículos bíblicos o decir palabras que luzcan apropiadas, el pesar se vaya. Pero sé que no tengo el poder ni las habilidades para sanar la herida de alguno; mas conozco a Uno que puede sanar, acompañar y crear esplendor donde por ahora solo existe ceniza (Isaías 61:3).


No puedo sacar de mi mente a aquellos que tendrán una silla vacía en sus mesas en la cena de Nochebuena; no dejo de pensar en las video llamadas que no se van realizar, los números telefónicos que no se van a marcar, los mensajes que no se enviarán, los regalos que no se entregarán, las recetas que no se cocinarán, los abrazos que no podremos dar, las risas que no podremos escuchar, las manos que no se podrán sostener, los nietos que preguntarán por sus abuelos y todas las oraciones que no se podrán hacer.


Este año ha dolido, lo sé; por momentos ha parecido que la pesadilla nunca va a acabar y que nuestras fuerzas sí lo harán. Hay mucha gente viviendo alguna clase de duelo, pero supongo que al mismo tiempo, no hay una mejor época para recordar todas aquellas promesas que Aquel bebé nacido en Belén materializó (Lucas 1:72-73) al humillarse y nacer en un cuerpo caído como el nuestro.


Hay una razón para seguir teniendo Esperanza: Él. 


Cristo, que experimentó toda clase de dolor y sufrimiento (Isaías 53:3) sabe y entiende lo que tu corazón siente hoy. Él lee cada pensamiento que no te has atrevido a decir en voz alta y guarda cada lágrima que ha salido de tus ojos en público y en privado (Salmo 56:8). Aunque te parece que no, ha escuchado cada pregunta y Su oído no ha dejado de estar atento a tus oraciones (Salmo 34:15).


Este es un buen momento para que acompañemos a aquellos que sufren. Oremos por y con ellos, recordémosles esas promesas que sostienen nuestra fe, hagamos saber que pueden contar con nosotros y estemos allí si ellos lo solicitan. No prediquemos, no teologicemos, no sermoneemos. Tan solo acompañemos, aun con la distancia que esta pandemia nos ha impuesto.


Mientras quisieras saltarte estas fechas especiales, quiero que sepas que el Dios de toda consolación (2 Corintios 1:3) sigue presente y que Sus manos saben sanar y consolar como una madre (Isaías 66:13) y Él nunca ignora tu tristeza. Ve a Él como estés, háblale de la forma que sabes hacerlo y pídele que te "vuelva a dar vida" y "vuelva a consolarte" (Salmo 71:20-21). 


Una cosa más: el dolor que no se va es un recordatorio de que este mundo no es nuestro final. Siempre estaremos insatisfechos y expuestos al sufrimiento de este lado del cielo. Pero hay algo más, hay una eternidad que Él diseñó para que experimentemos Su gloria y perfección de forma plena. Y no pudiéramos aguardar a esa eternidad si Él no hubiese venido para pagar el precio de llevarnos allá.


Oro para que durante estas fiestas sientas la presencia cercana del Señor en medio de tu dolor y tristeza, tal y como lo ha prometido (Salmo 34:17-18).



"Destruirá a la muerte para siempre; y enjugará Jehová el Señor toda lágrima de todos los rostros; y quitará la afrenta de su pueblo de toda la tierra; porque Jehová lo ha dicho" Isaías 25:8


"Aunque me has hecho ver muchas desgracias y aflicciones, me harás vivir de nuevo; me levantarás de lo profundo de la tierra...y volverás a consolarme" Salmo 71:20-21

sábado, 12 de diciembre de 2020

Gracia en el pozo

El sol refulgía en su máximo esplendor. No era la hora más conveniente para ir a traer agua y caminar con algo pesado que te agotara más. Pero era la hora más segura para no encontrarte con miradas acusadoras, murmuraciones o gente que cambiara de camino para no tenerte cerca.


Si hubiesen existido las redes sociales en ese momento, quizás muy pocas mujeres la hubieran querido tener entre sus contactos y además, supervisarían constantemente que sus maridos tampoco lo hicieran. Tal vez, hasta le hubiesen creado un hashtag #laquitamaridos #larompehogares o algo por el estilo. 


Él no necesitaba de una red social para conocerla o enterarse de su vida. Él ya la conocía, Él sabía todo de ella. Él orquestó todo para propiciar un encuentro a solas; uno que cambiaría su vida para siempre y la de otros también.


Ella hablaba como alguien que creía en lo que sus padres le habían enseñado. Quiso recordarle a ese judío que estaban a la espera del Mesías. Cualquiera podía pensar que una mujer que estaba a la expectativa de un Cristo, no tenía nada que ocultar.


Él sabía que ella necesitaba ser transformada. Su pecado no lo alejó. Fue y la buscó. 

Él, a diferencia de los habitantes de esa ciudad, conocía que había una necesidad profunda en su alma que había querido satisfacer muchas veces; y también sabía que cada intento había fracasado llevándola al estatus que ahora tenía.


Ella lo ignoraba, pero su alma estaba a punto de ser satisfecha, de una vez y para siempre. Cualquiera que aceptaba el ofrecimiento del judío era saciado y dejaba de buscar un algo más, para conocer la libertad.


Él hizo preguntas directas y quien no Le conociera, podía pensar que fue severo. Pero no, Él solamente preparaba el corazón de ella para mostrarle cuán vacía estaba su vida y cuanta necesidad tenía de Él.


Él la amaba y por eso confrontó su pecado. El secreto a voces parecía seguir costándole caro. Sin embargo, esta vez era diferente. Ella no lo negó, no pretendió delante de Él. Fue quedándole claro que Él no estaba allí para echarle en cara su vida desordenada. Él había llegado para salvarla.


Cuando la gente le daba miradas de condenación; Él la miró con amor.

Cuando las mujeres cambiaban de camino para no encontrarse con ella; Él la esperó en el pozo.

Cuando sus vecinos murmuraban y no le dirigían la palabra; Él quiso hablarle.

Cuando los hombres la irrespetaban por su fama; Él llegó para redimirla.

Cuando parecía que ella no valía nada; Él la usó para anunciar las Buenas Nuevas a los habitantes de su ciudad (Juan 4:39).


La sed de toda mujer por ser amada, la misma que la había llevado a buscar saciarse en cisternas rotas, hoy había cambiado. Y es que ella no podía seguir siendo igual después de ese encuentro. 

Cada vez que fuera con su cántaro a ese sitio, recordaría que ya había recibido el Agua de Vida. Ese pozo ya no simbolizaba una tradición religiosa; ese pozo ahora representaba la profunda Gracia en la que fue sumergida y la cambió para siempre.


"Mucha gente que vivía en ese pueblo de Samaria creyó en Jesús, porque la mujer les había dicho: Él sabe todo lo que he hecho en la vida. Por eso, cuando la gente del pueblo llegó a donde estaba Jesús, le rogó que se quedara con ellos. Él se quedó allí dos días, y muchas otras personas creyeron al oír lo que Él decía. La gente le dijo a la mujer: Ahora creemos, no por lo que tú nos dijiste, sino porque nosotros mismos lo hemos oído, y sabemos que en verdad Él es el Salvador de mundo" Juan 4:39-42

miércoles, 2 de diciembre de 2020

¡Cuidado con las películas navideñas!

Hallmark Channel y Studio Universal son expertas en producir películas navideñas con tramas que te atrapan rápido. En las últimas semanas Netflix me recomienda varias también.


Al analizar un poquito las historias, casi todas suelen tratarse de perfectas historias de amor, de mujeres que dejan sus rutinarias vidas y se dejan llevar por sus corazonadas, de protagonistas que chocan de casualidad con la pareja perfecta y se enamoran en tres días, de personas que buscan esperanza en la época más linda del año y bueno, ustedes ya saben.


Es bien fácil que esas tramas te atrapen y te hagan soñar un poco y hasta llegar a creer, aunque no lo admitas, que eso también te puede pasar a ti. ¡Vamos! Necesitamos olvidar un poco lo que hemos vivido este año.

Pero, ¡cuidado! No alimentemos nuestro espíritu con ideas falsas de lo que la Navidad es ni de la perfección de las festividades. En medio de nuestras imperfectas vidas y de la ausencia de esa falsa magia que nos venden en la pantalla, podemos tener esperanza.


Aun cuando nuestras familias no están juntas

Aun si hay escasez económica

Aun cuando haya dolor en nuestro corazón

Aun si el futuro es incierto

Aun cuando tengamos que celebrar en medio de una pandemia

Aun si el Señor parece guardar silencio


Él es nuestra razón para celebrar. Y ninguna de esas películas te habla de ello.


No esperemos a tener un ascenso, las deudas canceladas, los matrimonios perfectos, a esa persona cambiada, el trabajo ideal, la pareja de nuestros sueños o la vejez asegurada.


Celebremos tenerlo a Él y a Su gracia. Dejemos de buscar motivos en otro lado, Él es nuestro motivo. 


Aun cuando estés solo en una mesa cenando y no recibas un regalo de nadie, nuestro Dios es todo lo que necesitas para que estas fechas tengan sentido.


No busques esperanza en fuentes temporales, ve a la fuente de Esperanza verdadera.


"Guíame y enséñame tu Verdad, porque Tú eres mi Dios y Salvador, y en ti pongo siempre toda mi esperanza" Salmo 25:5 PDT


"Yo esperaré en el Señor, que está escondiendo su rostro del pueblo de Jacob. Tengo puestas mis esperanzas en Él" Isaías 8:17 PDT