miércoles, 29 de julio de 2020

Mis Confesiones: La niña de las "Tally Marks"

Siempre, por la Gracia de Dios, fui una buena estudiante. Crecí acostumbrada a sobresalir y recibir medallas y diplomas al final del año escolar. Y ahora sé que eso no siempre te hace bien.

Por alguna razón, esto me ayudaba a ser amiga de mis maestros. Con frecuencia, cuando alguno de ellos tenía que salir del aula mencionaban mi nombre y me dejaban como "encargada" del grupo. Si yo hubiese sido un pavo real, cuando me levantaba de mi asiento para dirigirme al escritorio del docente, mis plumas se hubieran extendido en todo su esplendor. Ustedes me entienden, yo me sentía la más importante y la mejor de la clase. 

No sé quién se inventó esta práctica, pero parte de mis funciones al vigilar a mis compañeros, era anotar en la pizarra los nombres de los que se portaban mal o no trabajaban; y si ellos persistían en esa conducta, pues les ponía "palitos" o "tally marks" por cada falta que cometían. 

A mí no me importaba caerle mal a los demás, me importaba más quedar bien con mis maestros y conservar mi estatus de la mejor estudiante. Cuando el docente regresaba, yo me aseguraba de que viera los nombres y los palitos al lado de cada uno. ¡Qué gran sensación, no hay nada como la satisfacción de un trabajo bien hecho!


He pasado en la iglesia desde los 11 años y no fue hasta hace un par de años que realmente conocí y experimenté la plena gracia de Dios. En ese proceso, Dios ha venido tratando conmigo muchísimas áreas y una de ellas es la "buenitis".

Hace poco, Dios me recordó mis tiempos de "registradora de tally marks" y sentí como me revelaba que también fui así en mi caminar cristiano.

Pasé casi toda mi vida observando la conducta de otros, viendo cómo metían la pata, cuán pecadores eran...y mentalmente fui poniendo palitos y más palitos a esas personas. ¿Qué produjo eso en mí? Pues aquella vieja sensación conocida..."¡Ahhh, qué buena soy!".

Siempre me fue fácil compararme con otros y encontrar que mi pecado no era tan grande ni tan escandoloso como el de ellos. 

No fue hasta que me estrellé con mi buenitis y que Dios, por Su bondad, permitió que se orquestaran una serie de situaciones en mi vida, que mi mundo se derrumbó y sucedió algo extrañísimo: fue como tener un espejo para verme por dentro y de pronto, me dí cuenta...yo tenía las mismas "tally marks" o incluso más que muchos de los nombres que escribí en mi pizarra mental.

Vergüenza, culpa, frustración...pero todo eso era necesario para ver mi propia necesidad de Él y de Su gracia. ¿Cómo vas a amar y valorar el perdón, si nunca te has sentido ofensor? ¿Cómo vas a agradecer la Gracia, si nunca te has sentido tan pecador? ¿Cómo vas a recibir libertad, si nunca te has dado cuenta que estás atado? ¿Cómo vas a aceptar ayuda, si creciste creyendo que no la necesitabas tanto como el resto? 

Al final, el Único que puede borrar esos palitos que marcan el pecado en nuestra vida es Cristo con Su sangre. Y ¿saben qué? Nunca más alguien puede volver a escribir una de esas marcas en nuestro nombre. Su obra es completa y eterna. ¡Esa es la mejor sensación de todas! Libertad, Favor y Gracia.


"Hace tiempo ustedes estaban espiritualmente muertos a causa de sus pecados y sus ofensas contra Dios. Antes vivían pecando igual que todo el mundo...Pero Dios es tan rico en misericordia y nos amó tanto que, a pesar de que estábamos muertos por causa de nuestros pecados, nos dio vida cuando levantó a Cristo de los muertos" Efesios 2:1-2, 4-5

"Estamos todos infectados por el pecado y somos impuros. Cuando mostramos nuestros actos de justicia, no son más que trapos sucios" Isaías 64:6

"Por tanto, Jehová esperará para tener piedad de vosotros, y por tanto, será exaltado teniendo de vosotros misericordia; porque Jehová es Dios justo" Isaías 30:18

sábado, 18 de julio de 2020

Cuarentena Parte 6: Hacer Memoria

                                                       
                                                                                                                                           ¿Desechará el Señor para siempre, 
   y no volverá más a sernos propicio?
¿Ha cesado para siempre Su misericordia? 
¿Se ha acabado perpetuamente Su promesa?
¿Ha olvidado Dios el tener misericordia? 
¿Ha encerrado con iras Sus piedades? Salmo 77:7-9

Estoy segura que todos hemos enfrentado aunque sea un momento de preocupación, incertidumbre, impotencia o angustia durante estos meses de pandemia. Supongo que es normal, al estar viviendo una situación desconocida para esta humanidad.

Tengo un grupo de amigas cercanas, con las que coincidimos en que hemos pasado días complicados de vez en cuando. Yo les he compartido a ellas que estos meses para mí han sido como vivir en los Salmos. Puedo irme a dormir con una gran paz y despertar en la madrugada con una presión en el pecho. O puedo empezar el día con mucha tranquilidad y de repente recibir un mensaje de alguien que necesita oración urgente y empiezo a temer lo peor. Parezco el rey David o cualquiera de los salmistas, que experimentaban esos cambios abruptos de emociones y pensamientos.

Precisamente debido a esa montaña rusa de emociones he estado leyendo los Salmos. Hace poco me detuve en el 77, pues algunos comentaristas bíblicos le llaman "una cura para la depresión" (Trata de leerlo completo para que entiendas de lo que te hablo). Pude identificarme casi con cada cosa que el escritor decía, pero al llegar al verso 10, como es usual en los Salmos, el discurso da un giro:

Dije: Enfermedad mía es esta. 
Traeré, pues, a la memoria los años de la diestra del Altísimo.
Me acordaré de las obras de JAH; 
sí, haré memoria de Tus maravillas antiguas.
Meditaré en todas Tus obras,  
y hablaré de Tus hechos. vv. 10-12

¿Qué debo hacer cuando me sienta como el autor se sentía al inicio de ese capítulo?

1. Hacer memoria (vv.10 y 11), acordarme de las cosas que la diestra del Altísimo (término que exalta Su poder) ha hecho por mí en el pasado. ¿Cuántas veces hizo algo imposible? ¿De cuántos peligros me ha librado? ¿Cuántas peticiones respondió? Y sobre todo, ¿cómo cambió mi vida cuando me salvó?

2. Meditar en Sus obras (v.12 a). Implica ir más profundo que solo recordar. Meditar quiere decir pensar con detenimiento, contemplar, analizar sin prisa, pensar una y otra vez. 

Muchas veces no he meditado en las maravillas que el Señor ha hecho conmigo. Fácilmente tiendo a mirar todo lo malo en el presente y lo negro que se ve el futuro; y olvido recordarle a mi alma que Su Dios le ha cuidado y sostenido en el pasado; y que ese Dios no cambia.

3. Hablar de Sus hechos (v. 12b). ¿Se han fijado como todo el mundo habla del tema del momento? ¿Por qué ocurre? Porque es lo que todos andamos en la mente.

Lo mismo pasa con Sus hechos poderosos del pasado; cuando hemos meditado en ellos y los andamos en nuestra mente de forma constante, con naturalidad hablaremos de ellos. Pero nuestra boca difícilmente contará Sus maravillas si nuestra mente y corazón no las tienen presentes.



Mientras meditaba en ese Salmo, empecé a escribir muchas de aquellas cosas que el Señor ha hecho por mí y por mi familia y sé que me quedé corta. Cada cosa que recordaba era una evidencia de Su poder ilimitado, de Su amor, de Su misericordia y de Su fidelidad...Entonces ¿por qué voy a dudar ahora?

La pandemia no hace a mi Dios menos poderoso o menos bueno, Él es constante, inmutable (Santiago 1:17) y fiel por la eternidad (2 Timoteo 2:13). 


Asaf, también escribió el Salmo 78 y nos dice cuál es el propósito de recordar todo lo que nuestro Dios ha hecho antes:

"Para que lo sepa la generación venidera, y los hijos que nacerán; y los que se levantarán lo cuenten a sus hijos. A fin de que pongan en Dios su confianza, y no se olviden de las obras de Dios" Salmo 78:6-7

¿Te está costando confiar en esta temporada? ¡Haz memoria y medita en lo que Él ya hizo! ¡y confía en que lo volverá a hacer!


"Bendice alma mía a Jehová y no olvides ninguno de Sus beneficios" Salmo 103:2

"Cuando mi alma desfallecía en mí, me acordé de Jehová, y mi oración llegó hasta Ti en Tu santo templo" Jonás 2:7

jueves, 2 de julio de 2020

Cuarentena Parte 5: Sueños y Planes Rotos

Sé que todos, en mayor o menor medida, hemos experimentado algún tipo de aplazamiento, suspensión o fin de algo en esta pandemia. Vidas, trabajos, la salud, negocios, sueños, planes...son muchas cosas.

Yo había estado enfocada en que mi familia estuviera bien y había tratado de no pensar en lo demás. Pero esta semana empecé a sentir cierto duelo por una de las cosas que más emocionaba al iniciar este año:

Soy maestra y desde hace un par de años tenía el deseo de iniciar un club de tareas y refuerzo escolar que ofreciera el servicio de asistencia a hijos de padres muy ocupados, que necesitaran ayuda con las responsabilidades académicas de sus chicos.
Mi mamá me apoyó desde que la idea surgió y poco a poco empezamos a concretizarla. Viví todo ese proceso: ponerle nombre al proyecto, un amigo me diseñó toda la linea gráfica para el mercadeo, remodelamos una parte de la casa para que allí funcionara el local para atender a los niños, compramos el mobiliario, una amiga me ayudó a decorar; en fin...iniciamos el mes de febrero...y el sueño me duró 6 semanas. Sólo 6 semanas.


¿Nos faltó orar? ¡Vaya que sí oramos! Le pedí apoyo a mis hermanos y a un par de familias muy cercanas desde meses atrás. Oramos en todo el proceso y Dios fue guiando cada paso. Todo nos decía que podíamos seguir avanzando.

¿Me equivoqué? Ya lo he pensado. Quizás no era el momento. Quizás me precipité. Pero cuando repaso todo el camino, sé que no fue así.

¿Es algo temporal y volveré pronto? No lo sé. He querido pensar así. Pero no tengo garantía. Dios no me lo ha confirmado y cada vez parece más lejano revivir el proyecto. Probablemente pasará más de un año antes de que se reanuden las clases y se nos otorgue permiso de aperturar este tipo de negocios. Y para mientras hay una inversión congelada y pagos que deben hacerse y no tengo idea de cómo vamos a cubrir todo sin estar operando.

Ni siquiera había querido tocar el tema con Dios en estos meses. Cuando veía las sillas y las mesas de mi club, me sacudía la cabeza y trataba de pensar en otra cosa. Pero ya me golpeó la realidad y aunque agradezco infinitamente que es eso lo que perdí y no la salud o la vida de mi familia; no deja de ser triste. Sin embargo, me da paz saber que Dios entiende cómo me siento y también que esto es parte del Plan.


He estado leyendo los libros de Samuel y de Reyes simultáneamente con los Salmos. Me encanta leerlos de esa manera, pues mientras entiendes la historia y el orden cronológico de los hechos, vas dándote cuenta del corazón del rey David en todo ese proceso. Una promesa fue suficiente para que él esperara tanto tiempo en el Señor. Nada se le dio fácil. Se ganó enemigos de gratis, su vida corrió peligro muchas veces, fue asaltado por el miedo y la duda otras tantas, fue traicionado, su reinado no llegó de golpe. 

Cuando lees diversos salmos te das cuenta que el rey David podía empezar a escribir acongojado, casi dándose por muerto y preguntando al Señor cuándo le haría justicia...pero terminaba alabando al Señor, recordando todas Sus maravillas, Su fidelidad pasada y rendido a Su voluntad, confiando en Su providencia.

Una y otra vez, veo en toda la Biblia que nuestro Dios cumple, que Sus promesas son sí y amén (2 Corintios 1:20). Él es capaz de agarrar los pedazos de nuestros planes rotos y rehacerlos en un instante. O bien, puede deshacerlos de la noche a la mañana y dejarlos así. Él es Dios, Él es Soberano. Yo le di mi vida y hace un tiempo confié en Él y le dije que reinara y lo hace muy bien.

Mucha gente dice que Dios nos dará el doble de lo que hemos perdido, cual Job (Job 42:10). Me gusta mucho eso y sé que el Señor puede hacerlo si lo desea. ¿Pero y si no? Bueno, Él tendrá algo mejor en mente.

Lo que sí sé es que Él ya probó ser fiel muchas veces en el pasado y no me ha dado motivos para dudar. Él hará camino, Él puede hacer mucho más allá de mis sueños más temerarios (Efesios 3:20), aunque Sus sueños no sean precisamente los que yo creía, Él puede abrir una puerta inesperada, Él tiene un propósito superior en medio de mis sueños rotos. 

El Señor es el restituidor por excelencia. No lo olvides. Entreguemos todo lo que esta pandemia nos arruinó y confiemos en Su providencia.


"¿Por qué te abates oh alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios, porque aún he de alabarle. Salvación mía y Dios mío." Salmo 42:11

"Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová en la tierra de los vivientes. Aguarda a Jehová; esfuérzate y aliéntese tu corazón. Sí, espera a Jehová" Salmo 27:13-14