jueves, 26 de marzo de 2020

Cuarentena Parte 1: Perder el Control

Cumplimos el primer tercio de nuestra cuarentena.

Es increíble como en tan pocos días Dios puede enseñarte tanto. Recuerdo que estando en la universidad una tan sola vez hice interciclo. Para los que no saben, es un tiempo de aproximadamente 5 semanas en las que cursas una materia, que normalmente te tomaría verla en todo un ciclo de estudios. Es algo intensivo.

De esa manera me siento ahora. Un tiempo intensivo que Dios quiso apartar para tratar conmigo un montón de cosas. 

Desde que nos bajamos del avión todo era muy incierto. El personal de migración te espera en la puerta del avión y te retiene el pasaporte y luego te forman en fila y te hacen caminar sin saber adónde vas. Me sentía como una presa recién llegada al reclusorio, que no tiene derecho a preguntar nada y solo debe seguir todo lo que le dicen si no quiere recibir una respuesta grosera o peor aún, ser ignorada.

Todo lo que queríamos era un poco de información: ¿cuál es el proceso? ¿cuánto demora? ¿y mi equipaje? ¿adónde nos van a llevar? ¿me van a separar de mi hermana? ¿nuestra familia podrá llevarnos provisiones? 

Desde que pusimos un pie fuera del avión dejamos de tener control. A partir de ahí, no puedes decidir nada. NADA.

Ellos deciden a qué lugar te vas y por ende las condiciones en las que vivirás los siguientes 30 días, también la comida que vas a comer (un tema muy importante para mí). 

No fue hasta que nos subieron a un autobús que supimos hacia donde nos dirigíamos: Chalatenango. Pero al llegar al albergue señalado no nos quisieron recibir. No saben qué feo se siente estar con todas tus maletas y decenas de desconocidos en un lugar extraño y a punto de oscurecer. Esos momentos de zozobra son los peores.

Más preguntas: ¿vamos a regresar al aeropuerto? ¿vamos a dormir en el bus? ¿quién nos va a dar cena? 

Gracias a Dios nos trajeron a un lugar cercano al primer albergue; un hotel rústico muy bonito que nos ha hecho nuestra estadía menos traumática. 

Y aunque nuestra familia nos envió muchas cosas que necesitábamos, estar acá sin poder salir ni 5 minutos para recibir el sol o estirar las piernas, es algo que me llena de impotencia.

Desde que estaba en la conferencia de mujeres en Monterrey, Dios me estaba preparando para soltar, para confiar, para renunciar al control. Sin embargo, jamás imaginé que el examen vendría tan rápido. 

Aquí no tienes el control de nada. Ni de los vecinos bulliciosos, ni de la hora en que te traen comida o del menú a recibir, ni de los médicos que van a atenderte, ni de la libertad de movilización. Simplemente debes aceptar tu situación, rendirte y confiar.


No sé porqué, pero Dios quiso ponerme en una situación así. Él sabe que lo necesitaba. 

Cada mañana dedico un buen tiempo para orar, leer y meditar en la Palabra. Es tan lindo no tener prisa y no hacerlo solo por cumplir. En ese tiempo Dios parece decirme a cada rato: "es necesario, confía, sigo en control, hay un propósito, ya verás."

Aunque anhelo que estos 20 días restantes pasen volando, también anhelo que Dios me siga hablando y mostrando más de Su carácter mientras me encuentro acá. Por ahora nos toca vivir un día a la vez.


"Torre fuerte es el nombre de Jehová; a Él correrá el justo y será levantado" Prov. 18:10

"Pero olvida todo eso; no es nada comparado con lo que voy a hacer. Pues estoy a punto de hacer algo nuevo. ¡Mira, ya he comenzado! ¿No lo ves? Haré un camino a través del desierto; crearé ríos en la tierra árida y baldía. Sí, haré ríos en la tierra árida y baldía, para que mi pueblo escogido pueda refrescarse" Isaías 43: 18-20

jueves, 19 de marzo de 2020

El Antes de la Cuarentena

Cuando salí de mi casa hacia el aeropuerto, jamás imaginé que esto iba a ocurrir y menos que pasaría tan rápido. 

Desde julio del año pasado, con un grupo de amigas de la iglesia, empezamos a orar para que Dios nos permitiera asistir a la conferencia de mujeres del ministerio "Aviva Nuestros Corazones" que se realizaría el 13 y 14 de marzo en Monterrey, Nuevo León, México. Empezamos a cotizar hospedaje, vuelos y cosas así.

Al final, fuimos solamente mi hermana y yo; y se nos unió una amiga que vive en ciudad de México. 

Debo decirles que no disfrutamos esos días. Nos sobrecogió la angustia por todo lo que estaba pasando en nuestro país. Pensamos en tomar un vuelo y volver de inmediato, o irnos a Guatemala a la casa de mi hermano o quedarnos en casa de nuestra amiga allá hasta que todo pasara y otras "soluciones" más. Pero en más de una ocasión el Señor nos hacía sentir que había sido Su voluntad llevarnos hasta allá y que debíamos asistir a ese evento.

Tomé el avión hacia Monterrey e iba orando en todo el camino. ¿Señor, valdrá la pena? ¿Por qué nos traes en medio de este torbellino? ¿Vamos a poder volver? ¿Qué va a pasar aquí que no iba a pasar en mi país?

Lo único que Dios me decía por diferentes medios era que ese fue Su plan, que nada de eso era sorpresa para Él y que Él había decidido llevarnos con un propósito. Simple. 


Puedo decirles que desde el minuto uno en ese lugar, Dios se encargó de confirmarme que Él quería que estuviera allí; lo cual me conmueve, porque Él decidió llevarme a recibir lo que tenía para mí.

Ese tiempo fue suficiente para ser confrontada, desafiada, exhortada, consolada, animada. Pero sobre todo, el Señor me llamó a salir de mi comodidad y cuestionó mi pasividad e independencia de Él.

El lema de la conferencia era "Arraigadas". Y mientras escuchaba a cada mujer y hombre de Dios que subían a la plataforma, la voz del Espíritu Santo me decía: "es necesario, tenés que echar raíces más sólidas, tenés que avanzar"....y yo lloraba y lloraba.


¿No podrías probarme de otra forma Señor? ¿Por qué una cuarentena? ¿Por qué sacarme de mi país? ¿No podrías darme la lección sin estar encerrada?

Hoy por hoy sigo teniendo muchas preguntas, sigo sin entender el "para qué" tras esta situación. Yo estuve sentada dos días enteros escuchando y sabedora de lo que iba a enfrentar. No había vuelta atrás; Dios me llevó hasta allá porque quería darme un enfoque antes de regresar...y sólo Él sabe porqué.

Luego, me rendí. Dejé de cuestionar, acepté que Él es el Soberano y como nos enseñaron allá, mi única respuesta debía ser "SÍ, SEÑOR".


Continuará...