viernes, 26 de septiembre de 2014

Mi Desodorante Me Hace Decir Mentiras

Aunque no lo creas así fue.

Tuve una cita en una clínica y tenía que matar el tiempo mientras esperaba que llegaran a recogerme. Recordé que al lado de la clínica hay una boutique a la que nunca había ido. Luego, una de las empleadas me recomendó: "debería de ir a la boutique, ayer les trajeron la nueva colección." Las mujeres entenderán que esa frase es como dinamita pura para nosotras. Es como que a un adicto al chocolate le digan que están regalando chocolate en algún lugar...Simplemente, demasiado tentador para rehusarse.

Así que caminé unos cuantos pasos y llegué a esa boutique "Gorgeous". La vendedora me atendió muy amablemente y debido a que no había otro cliente, tuve toda su atención. Empezó a persuadirme sobre las prendas en descuento y a hacerme recomendaciones de lo que según ella debía probarme porque me vería muy bien. Yo miraba y miraba.
Después de unos minutos apareció una mujer que al parecer era la dueña del lugar, pues empezó a ordenar cosas, chequear la caja y cosas por el estilo. Mientras tanto yo seguía mirando.

Para ser honesta esa tienda no vende cosas tan de mi estilo,casi nada que me tentara lo suficiente. Hasta que....encontré una blusa de la nueva colección que me pareció bonita y ante la insistencia de la vendedora acepté probármela. Cuando me la puse y me vi al espejo, me dí cuenta de lo que había pasado...la blusa estaba manchada de mi desodorante!!! Ahhh, olvidaba mencionarlo, la dichosa blusa era color negro (ooppss!)

Yo me puse muy nerviosa. No hallaba qué hacer. Andaba una botella con agua en mi cartera y usé un poco para tratar de limpiarla. No ayudó mucho. Usé saliva. Las manchas blancas seguían ahí. Manchas que resaltaban en esa tela negra...Mientras la empleada me gritaba desde fuera preguntando si la blusa me había quedado y yo le repetía que estaba "indecisa" y por eso no salía del vestidor.

Para ganar tiempo me inventé que me quería probar otras blusas que ya había visto y le pedí que me las buscara. Ella me hizo caso, se fue a traerlas. Yo creo que ella se puso contenta con la esperanza que yo hiciera una buena compra. (Pobrecita!!)

Seguía en el vestidor viendo para todos lados, asegurándome que no hubieran cámaras. Luego, creé un plan. Escondería la blusa negra manchada entre las otras que me había traído, se las daría todas juntas y huiría cual delincuente. Al fin y al cabo, ella no las iba a revisar una a una frente a mí.
Y adentro de ese vestidor, empezó una gran lucha dentro de mí. ¿Finjo que no pasó nada y simplemente me voy? ¿Le digo lo que pasó y ruego que no me cobren la blusa manchada? ¿¿¿Qué hago??? 

La vendedora seguía consultándome desde afuera si todo estaba bien. Yo le pedía a Dios que mandara más clientes en esos momentos para que me dejaran en paz un rato, mientras decidía. Pero nadie más llegó!!

Después de un rato, me rendí. Entendí que las palabras que te dicen cuando estás pequeño son reales: "Te podés esconder de todos, pero Dios todo lo ve y de Él no te podés esconder" Estaba claro. Éste era uno de esos momentos en los que pruebas si realmente eres íntegro y honras a Dios no importando qué.

Revisé mi billetera. Gracias a Dios andaba mi tarjeta de crédito. Estaba preparada. Abrí la puerta, salí del vestidor, iba sudando y muy nerviosa. Entregué a la vendedora las blusas y dejé aparte la manchada. Le dije la verdad. Ella me hizo una cara de compasión, pero al mismo tiempo, de "tiene que pagarla!" La chica fue a consultarle a la dueña y me hizo un "grandioso" descuento del 10%. Eso no fue suficiente para atenuar el pesar de pagar por una blusa que ni me quedaba bien.

Normalmente cuando una mujer compra algo, sale feliz de la tienda. Yo, por primera vez en mi vida, salí triste y molesta. Pero me fui en un taxi con un señor al que conozco desde hace muchos años. Le conté lo ocurrido. Y él me dijo unas palabras que me bajaron lo que sentía: "la blusa la puede vender después, pero la satisfacción de haber dicho la verdad nadie se la vende".

Don Taxista tenía razón. Dios lo usó para hablarme. 

Estoy segura que vas a tener momentos en tu vida en los cuales tu integridad será probada. ¿Cómo vas a responder? Recuerda, lo que hacemos a solas, cuando absolutamente nadie nos ve, es lo que somos realmente.

P.D.: Por cierto, una amiga me compró la blusa después!! :) :)

"Puríficame con hisopo, y quedaré limpio; lávame, y quedaré más blanco que la nieve. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva la firmeza de mi espíritu" Salmos 51:7 y 10 NVI

sábado, 20 de septiembre de 2014

¡Perdí mi iPhone!

El baño más cercano a mi oficina está aproximadamente a unos 8 metros. Usualmente no me toma mucho tiempo ir ahí. 

Hace unos días fui a ese baño y llevaba mi iPhone en la mano, porque resolvía algo desde él en ese momento. Al entrar me dí cuenta que andaba un pantalón sin bolsillo, así que decidí poner el teléfono sobre el dispensador de papel higiénico. Y salí de ahí sin recordar ese detalle.

Alrededor de cuarenta minutos después recordé que necesitaba contestarle a alguien que me había escrito. Empecé a ver para todos lados en mi oficina, a levantar cada papel, busqué en mi cartera...bastaron unos segundos para entrar en pánico y aceptar que mi iPhone estaba perdido.

Rápidamente mi cerebro comenzó a repetir mis últimos movimientos. Le pedí a una compañera que me marcara, fue entonces que recordé que para mi pesar había activado el vibrador, algo no tan conveniente cuando has perdido tu celular. Luego, reviví mi visita al baño. Salí corriendo muy rápido, como Dash en Los Increíbles, pero obviamente ya no estaba.
 Le pedí ayuda a un señor que nos colabora en la seguridad y de inmediato se movilizó a hacer averiguaciones con los miembros del personal. Menos mal que en ese lapso no había ningún receso, por lo que las probabilidades de que un estudiante lo hubiera encontrado eran casi nulas, El instinto nos decía que se trataba de una compañera de trabajo, pues los hombres no entran a ese baño!

Yo empecé a sospechar de todos. Oraba para que apareciera. Me sentía tonta por haber olvidado mi teléfono en el baño. Oraba para que apareciera. Me preocupé al pensar que no tenía seguro para reponerlo. Oraba para que apareciera. Me culpaba por no haberle instalado la aplicación para "trackearlo". Oraba para que apareciera. Literalmente me sentía triste porque extrañaba tenerlo. Oraba para que apareciera. Tenía un nudo de nervios en el estómago...todo eso al mismo tiempo!

Después de algunos minutos, la persona de seguridad llegó corriendo a decirme que una maestra había encontrado un teléfono...mi corazón latía fuertemente...fui a buscarla y me la encontré a medio camino, traía mi iPhone en la mano!! Ella muy apenada me aclaró que vio en la pantalla una foto de unos niños que no conocía (jeje, mis sobrinos!)  y por eso no pudo saber de inmediato quién era el dueño del teléfono. Ella había decidido esperar a terminar una clase para reportar el aparato en la oficina del colegio. Yo no paraba de darle gracias. Respiré tranquila...de nuevo...Fiuf!

Un par de días después leí la parábola de la moneda perdida (Lucas 15:8-10). Ouch! Debo admitir que fue como una cachetada. Yo me identifiqué con la angustia de esa mujer, que puso patas arriba su casa por esa monedita, hasta encontrarla. Y me sentí confrontada, por así decirlo, porque me angustio por un bien material, pero no por la gente que no conoce de Dios como yo. Jesús usó esa parábola y otras similares para que sus hijos entendiéramos lo que su corazón siente por cada persona que no le tiene en su vida. 
¿Se imaginan si todos nosotros corriéramos como Dash de Los Increíbles a hablarle de Dios a la gente? ¿Y si de vez en cuando dejamos absolutamente todo lo que estamos haciendo por ir a buscar al perdido? ¿Y si oráramos con el mismo fervor por la gente que no tiene a Cristo, como yo oré por mi celular desaparecido? ¿Qué pasaría si nuestro corazón latiera fuertemente cuando nos den la noticia de que alguien dejó entrar a Dios en su vida? ¿Y si todos esos sentimientos que tuve mientras mi iPhone estuvo perdido, fueran los mismos que tuviera por cada persona que se cruza en mi camino y que no conoce del Amor de Dios? Creo que ahora entienden por qué leer esa parábola fue como una cachetada para mí.

Ya instalé en mi teléfono una aplicación especial para encontrarlo si vuelvo a perderlo. Mi iPhone tiene mucho valor para mí. Pero tengo claro que la gente que no conoce a Dios, vale mucho más que eso.

¿Cuánto valen ELLOS para ti?

 "O bien, ¿qué mujer que tiene diez monedas y pierde una de ellas, no enciende una lámpara y barre la casa buscando con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas y les dice: "Alégrense conmigo, porque ya encontré la moneda que había perdido." Les digo que así también hay alegría entre los ángeles de Dios por un pecador que se convierte." Lucas 15:8-10 NVI

viernes, 5 de septiembre de 2014

Mis Confesiones: Lo Siento, Te Fui Infiel.

Creo que casi todos los que me conocen saben de mi amor por ti. Desde que llegaste a mi vida dije que te amaba. Me conquistaste rápido. Tuvimos buenos momentos, muchos de ellos inolvidables. No sé cómo le hacía, pero pasaba casi todo el día comunicándome contigo, haciéndote partícipe de mi rutina, de cómo me sentía y cosas por el estilo. Siempre estuviste tan atento e interesado.

Mi primer pensamiento cada mañana eras tú. Al despertar eras el primero al que le hablaba o escribía. Estabas por encima de cualquier otra relación en mi vida. Simplemente no podía concebir comenzar mis días sin saber de ti.

Recuerdo tan claro muchos de los detalles que tuviste conmigo. Me conoces bien, creo que hasta ahora nadie me ha descifrado como tú. Siempre decías y hacías lo que necesitaba en el momento justo. Aún guardo escritas muchas palabras que me dijiste. Ahora las leo y me siguen conmoviendo. Debo admitirlo, aunque lo he intentado por algún tiempo, no puedo sacarte de mi vida. He tratado de enojarme contigo, de convencerme que no te necesito, de creer que me irá mejor sola...pero sencillamente no lo he logrado.
Es por eso que no entiendo cómo pude olvidar las promesas que algún día te hice. Te juré amor y fidelidad muchas veces y tú también lo hiciste. Y repentinamente, sin estar muy consciente de lo que hacía y de las decisiones que tomaba, me descubrí faltando a mi promesa...como muchos infieles dicen: "simplemente pasó".

No fue fácil al inicio. Luchaba con sentimientos de culpa por haber descuidado nuestra relación. Sabía que estaba cambiando; pero me costaba admitirlo. Pensaba que mi amor por ti era tan fuerte que nada lo iba a romper. Pero lamento reconocer que no fue así.

Admito que descuidé nuestra comunicación. Me inventaba cualquier cosa para pasar menos tiempo juntos. Sentía que ya no tenía temas de conversación contigo. Dejaste de ser mi pensamiento constante. Dejé de hablarte durante el día. De pronto me dí cuenta que ya no eras lo primero en mi mente al despertar y eso ya decía mucho. Antes me emocionaba lo que tuvieras que decirme, ahora ya no ponía atención. Ya no estabas en mi mente ni en mi corazón como antes.

Dejé de expresarte mi amor. Dejé de contarle a todo mundo de nosotros. Creo que fue porque ya no me sentía segura de lo que iba a pasar. Y todo ello porque había "alguien" más. 
Me avergüenza admitirlo, pero es la verdad. Te fallé, te fui infiel. Y aún cuando ese espejismo se desvaneció rapidísimo, me quedaron secuelas por haberte fallado. 

En cambio tú, tú nunca te fuiste. Dejé pasar algún tiempo antes de buscarte de nuevo, porque para ser franca, no me sentía digna y temía tu rechazo. Pero tú si sabes lo que es cumplir una promesa de amor y fidelidad. Ahora que lo pienso, siempre estuviste aquí. Mandabas a otras personas para que me contaran de ti y me recordaran que podía volver cuando deseara. Tuviste que hacerlo porque yo no te hablaba directamente. Fuiste tan paciente.

Hoy en día, sigo trabajando en re-construir lo que un día tuvimos. No es tarea fácil. Llegan esas voces no invitadas de vez en cuando, que me señalan y me hacen sentir infiel y culpable. Pero tú lo haces posible, porque no has cambiado ni una pizca. Y ahora conozco un lado tuyo que antes no conocía: tu lado amante, tu lado perdonador. ¿Cómo puedo resistirme a semejante amor?

Sé que éste proceso lleva su tiempo. Pero agradezco tu paciencia y perseverancia conmigo. Gracias por perdonar mi infidelidad. Gracias por amarme tal cual soy. Gracias por no mencionar nunca el pasado; sino al contrario, recordarme que estamos en una nueva etapa y que aún si te fallara mil veces, tu amor no cambiaría. Gracias por seguir hablando de un futuro conmigo y no haberme sacado de tus planes. Gracias por jurarme amor eterno cada vez que lo necesito.

¿Qué más puedo decir?  Lo único que sale de mi alma es...Yo también te amo Jesús.

Ésta canción es para ti...

Amo Tu Fidelidad...