domingo, 24 de abril de 2016

Una Palabra de Ánimo para los que son Padres

Mi trabajo me permite conocer de cierta manera las luchas que algunas familias enfrentan. Me toca reunirme con algunos padres y tenemos que abordar situaciones de sus hijos, en donde muchas veces salen a la luz las cargas que ellos como padres tienen.

La semana pasada fue "pesada" en ese sentido. No sé por qué, pero se me juntaron varias reuniones delicadas. Cuando hay reuniones de ese tipo, mi energía se drena. Termino agotada, con ganas de irme a mi casa o de estar sola y sintiendo una gran carga emocional. 

Dos madres lloraron en mi oficina. Con sus hijos al lado, no pudieron contenerse. Pero digamos que eso es algo común, casi algo que espero que ocurra. Pero ver llorar a un hombre grandote, fuerte, de personalidad dominante, que con su sola voz pone quieto a cualquiera...eso me quebró. No tienen idea del momento tan conmovedor que viví. Allí, sólo era un padre frustrado y lleno de impotencia por las cosas que su hijo hace.

También durante la semana anterior, una estudiante de mi colegio huyó de su casa (contaré más detalles en el futuro, si es prudente hacerlo). Por designios del Señor, fui la encargada de llamarle a la mamá para avisarle que su hija había aparecido. Aún recuerdo los gritos y llanto mezclados en el otro lado de la linea. Ella sólo repetía "Gloria a Dios! Gloria a Dios!" Y yo, que soy una llorona de primera, no pude más que llorar también. Supe que independientemente de los errores que como mamá puede tener, estaba angustiada, imaginando lo peor, sufriendo las horas más espantosas de su vida. Yo no soy quien para juzgar la crianza que ha dado a su hija. En ese momento, ella era sólo una mamá desesperada por encontrar a una parte de su vida.

Por eso, quise escribir a todos ustedes que son padres. Estoy rodeada de muchísimos de su especie. Pero sé que este mensaje va a llegar incluso a gente que no conozco. 

Independientemente si eres primerizo y tienes a un bebecito en tus brazos. o si eres padre/madre de niños en edad escolar, o si estás batallando con adolescentes que parecen de otro planeta, Dios te ESCOGIÓ para concebir y traer al mundo a esos chicos. Deja de pensar que esta labor es muy grande para ti, Él QUISO que esos niños te llamaran papá/mamá.

Está bien que te equivoques, está bien que no tengas todas las respuestas, está bien que hayan momentos en los que simplemente no sabes qué más hacer, está bien vivir momentos de sentirse frustrado, está bien que hayan días en que sólo quieras tiempo para ti, está bien que se agote la paciencia ocasionalmente (o más seguido que eso!) Aunque eres el padre PERFECTO/la madre PERFECTA para tus hijos, eso no significa que seas un ser humano perfecto. Estás lleno de pecado y de errores, y aún así Dios sigue pensando que Su decisión fue la mejor.

Quiero decirte que por complicadas que estén las cosas con tus hijos, tu labor más importante es la de ORAR a diario por ellos. Sé que es algo que no debo recordarles, porque cada papá/mamá lo hace de forma natural, ya que quieren lo mejor para ellos. Pero creo que es fundamental tener una vida de oración. Yo sé que el Señor escucha con atención cada oración que haces por tus hijos, pero tener una vida de oración consistente, te vuelve un intercesor, y sin duda eso es lo que más necesitan nuestros chicos en el mundo de hoy: alguien que se ponga en la brecha y reclame sus vidas para el Señor con todo su ser. ¿Quién mejor para hacer eso que ustedes?

Si has llegado a un punto en tu paternidad/maternidad en el que sientes que has cometido muchos errores, quiero pedirte en el Nombre del Señor que botes la culpa. Perdónate. Deja de recriminarte por las fallas cometidas.

Aún si piensas que no hay vuelta atrás con tus hijos, no los des por perdidos. Sigue siendo firme en imponer disciplina, pero también sigue clamando, sigue creyendo. Los planes de Dios siguen siendo buenos para ellos. Tu oración sigue siendo poderosa. Él aún puede transformarles, Él aún puede traer restauración en tu relación con ellos, Él aún puede darles un nuevo comienzo.

Y si esta labor de ser padre/madre se pone cuesta arriba a veces, asóciate con otros padres que luchan como tú. Hay gran poder en la comunidad. Aprende de las batallas y las victorias de otros padres. Dense ánimo mutuamente, oren juntos, verás que no eres el único que se siente perdido a veces.

Disculpen si una soltera inexperta en la maternidad les escribe. Pero la necesidad por decirles todo esto era muy grande. Mi oración es que el Señor les renueve las fuerzas a los papás/las mamás que están agotados, oro porque Dios refresque Su visión para sus familias, oro porque no decaiga su deseo de orar y de tener una íntima relación con el Señor, para que sus demás relaciones sean sanas también, oro porque llegue la inspiración divina y reciban sabiduría e ideas nuevas para la crianza diaria de sus hijos, oro porque empiecen a ver pequeños avances en aquellas cosas que les preocupan respecto a sus chicos, oro porque en la presencia del Señor reciban el consuelo, la paz, el perdón y la fortaleza que necesitan como padres.

¡Ánimo! ¡Fuiste escogido por el Padre para ser papá/mamá de esos niños! ¡Si puedes hacerlo! ¡No te desalientes! Sólo asegúrate de ir a Tu Papá a diario para que te enseñe a ser papá/mamá.

Un abrazo fraterno para cada uno de ustedes.

Dome


"Apréndete de memoria todas las enseñanzas que hoy te he dado, y repítelas a tus hijos a todas horas y en todo lugar: cuando estés en tu casa o en el camino, y cuando te levantes o cuando te acuestes" Deuteronomio 6:6-7 TLA

"Nada me alegra más que saber que mis hijos obedecen siempre a la verdad que Dios nos ha enseñado" 3 Juan 1:4 TLA (Palabras de Juan a Gayo, su hijo espiritual)

"Y ustedes, padres, no hagan enojar a sus hijos. Más bien edúquenlos y denles enseñanzas cristianas" Efesios 6:4 TLA

domingo, 17 de abril de 2016

Deja de buscar las páginas caídas de tu libro

A veces la vida es dura. No hay una persona que pueda afirmar que nunca ha tenido que enfrentar una situación difícil. Todos sufrimos por algo, todos experimentamos dolor en algún momento.

Como cristianos sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien (Romanos 8:28). Sin embargo, hay cosas en la vida que nunca vamos a entender y simplemente debemos aceptarlo. 

Si eres carnal como yo, probablemente le has preguntado al Señor más de una vez sobre alguna situación que has atravesado y que no alcanzas a comprender totalmente. Pueden ser hechos pasados o actuales, pero que representan un enorme signo de interrogación en tu vida.

Dios me conoce y sabe que las noches son un buen momento para hablarme, pues no pongo resistencia a Su voz. Una noche de estas me desperté y claramente me vino un pensamiento "Deja de buscar las páginas caídas del libro de tu vida". Yo, entre dormida y despierta me pregunté de dónde venía esa idea. Entendí que era Él. Claro que si, pues yo había andado recientemente haciéndole muchas preguntas, tratando de hallarle "sentido" o "propósito" a todo.

No tiene nada de malo que le pidamos al Señor que nos muestre Su propósito en determinada circunstancia, pero lo cierto es, que en ocasiones Él nos pedirá que confiemos a ciegas. Sin preguntas, sin dudas, sin temor.


¿Por qué mi ser amado murió y no lo sanaste? ¿Por qué mi matrimonio se destruyó? ¿Por qué mi pareja me fue infiel? ¿Por qué no me proveíste para salvar mi casa? ¿Por qué mi papá me abandonó? ¿Por qué mi prolongada soltería? ¿Por qué ese accidente? ¿Por qué no puedo tener bebés? ¿Por qué dejaste que esas personas me trataran tan mal? ¿Por qué mi ministerio se vino abajo? ¿Por qué aunque oré y oré no respondiste? 


Estas son sólo algunas preguntas que he hecho o he escuchado que otros hacen. Quisiera decirte que todas ellas se responderán. Pero debo ser honesta y creo que no va a ser así.

Debemos confiar que aunque hayan páginas caídas en el libro de nuestra vida, Dios se sabe nuestra historia de principio a fin. Él conoce los detalles, conoce a cada uno de los personajes, conoce el desenlace. No importa si ante nuestros ojos no tenga sentido saltarse de la página 20 a la 27, para Él si lo tiene. Aunque creamos que nos hemos perdido muchos detalles por esas situaciones duras que hemos atravesado y que aún no entendemos, lo único que debe importar es que Él sabe qué hacer con nosotros aunque esas páginas nunca las leamos.


Dejemos de ser hiper vigilantes. No tenemos que entenderlo todo. No tenemos que espiritualizarlo todo. No tenemos que descubrir el propósito del Señor detrás de cada cosa que nos ocurra. Dejémoslo ir. Aceptemos que sencillamente no nos corresponde descifrar todo lo que pasa en el mundo mientras estemos de este lado del cielo. 

Los silencios de Dios, sus demoras, las pruebas, las pérdidas, el dolor....absolutamente todo tiene sentido para Él. Y eso es lo que importa, que Él sigue estando a cargo y teniendo el control.

Así que dejemos de andar buscando esas páginas de nuestra vida que se perdieron. Aunque no las hayas leído o comprendido, tu historia sigue vigente, tu vida sigue teniendo sentido, tú sigues estando acá para cumplir un propósito. Aunque por ahora no entendamos, aunque encontremos esos vacíos o espacios en nuestros años, sigamos confiando...el Autor Supremo sigue a cargo del libro de nuestra vida...y te aseguro que el final es mejor que el de un cuento de hadas.

Oración: Señor, entrego en Tus manos las partes de mi historia que no entiendo. Sé que mis días están escritos por Ti y que tienes el panorama completo. Confío en Tu Soberanía y en Tu Amor. Descanso en saber que, aunque ante mis ojos, mi vida tenga espacios sin sentido, para Ti, todo forma parte del mejor plan: Tu Plan. Amén.


"Nadie puede hacer que algo suceda a menos que el Señor así lo ordene. Las cosas buenas y las desagradables llegan porque el Altísimo lo ordena" Lamentaciones 3:37-38 PDT

"Pues Yo sé los planes que tengo para ustedes-dice el Señor-. Son planes para lo bueno y no para lo malo, para darles un futuro y una esperanza" Jeremías 29:11 NTV

domingo, 10 de abril de 2016

Mis Confesiones: De cuando dejé que el temor me ganara

Desde hace algunos años, con tanta gente enferma de cáncer a mi alrededor, empecé a dejar crecer en mí un temor a padecerlo o peor aún, a que algún miembro de mi familia lo padeciera. Esto comenzó de manera sutil, creo que hasta de forma inconsciente.

Cada vez que he tenido un síntoma diferente en mi cuerpo, me preocupo, y en ocasiones, he corrido al doctor para verificar que todo esté bien. Cuando un miembro de mi familia se enferma con algo inusual, insisto muchísimo para que vayan al médico también, sólo para estar tranquila.

Sé que debemos ser diligentes y cuidar nuestros cuerpos, seríamos unos insensatos si no lo hacemos. Es aconsejable tener controles médicos y estar alertas ante cualquier anormalidad.

Pero en mi caso, digamos que he exagerado un poquito.

A finales de Enero de este año, noté algo raro en mi lengua. Así, de la nada. Me vi en el espejo y noté unas manchas blancas. Leí algo en "San Internet" y no le puse demasiado cuidado honestamente. Al pasar un par de semanas, el aspecto había empeorado (al menos ante mi ojo clínico) y empezaron otras incomodades también. Había inflamación, ardor, alteración en los bordes, entre otras cosas.

Mis temores se dispararon. Un amigo murió el año pasado por un cáncer oral (http://destellos7.blogspot.com/2015/06/te-veo-en-el-cielo-carta-de-despedida.html) y el esposo de otra persona conocida murió precisamente por un cáncer de lengua. Y si a eso le sumamos, que uno se confía de la información "médica" que encuentra en Google, pues el panorama es desalentador.


Para hacerles corto el relato, he pasado unas semanas terribles. He tenido un nivel de ansiedad espantoso, un par de veces tuve taquicardia (no exagero), dejé de comer algunas veces porque me sentía sumamente preocupada. He tenido insomnio varias noches. He despertado en medio de la madrugada con una angustia en mi pecho, segura que pronto iba a morir. He ido a dos dentistas, un patólogo y un doctor homeópata en menos de tres meses. He pasado orando casi sin cesar (ahora sé que sí es posible!)...en fin, han sido días muy duros.

Sin darme cuenta, pasaba horas pensando en lo que iba a ocurrir si me diagnosticaban con algo maligno. Pensé en la persona que me iba a sustituir en el trabajo, pensé en quién iba a tomar mi lugar en el ministerio. Pensé en pedir ayuda a una amiga youtuber para hacer un video de despedida (si, llámenme loca!). Elaboré mentalmente algunas cartas para mi familia y amigos más cercanos. 

Además, pensé en las instrucciones que dejaría respecto a mi seguro de vida (no es mucho, valgo más viva que muerta!) Veía las fotos de mis hermosos sobrinos y lloraba pidiéndole al Señor de todo corazón que me permitiera verlos crecer, graduarse como profesionales, ser ministros Suyos y formar sus familias. Veía a mi hermana y le rogaba a Dios que me dejara conocer a sus hijos. Veía a mi mami y le suplicaba al Señor que no la hiciera pasar por otro dolor tan grande como el que tuvo cuando perdió a mi papá. Veía a mis niños en la iglesia y le susurraba a Dios que quería verlos sirviéndole a Él, que quería ser testigo de la cosecha de la semilla que hemos estado sembrando en ellos...en fin, si esto se tratara de una pelea de boxeo, digamos que yo ya estaba en la lona, dándome por vencido, casi que matándome yo sola, porque sólo miraba una tragedia enfrente.

Decidí comentar estas luchas con un grupo de amigas. Ellas fueron muy lindas conmigo, me escucharon, me dieron sus opiniones, pero también me hicieron ver que estaba dejando que el diablo me ganara la batalla en mi mente, me hicieron reflexionar sobre el poder que yo le estaba dando al temor sobre mi vida. ¿Crees que es la voluntad de Dios que vivas así? ¿Por qué asumís que todo lo que te va a pasar es malo? ¿Por qué no crees que los planes del Señor para tu vida son de bien? ¿Por qué estás esperando malas noticias? ¿De dónde viene el temor? ¿Quién es el padre de toda mentira? ¿Por qué le crees más al diablo que al Señor? Esos fueron algunos de los cuestionamientos que ellas me hicieron...y que agradezco de todo corazón. 

Una noche, después de hablar con un par de ellas, entré a mi cuarto y me puse de rodillas, me dí cuenta que ellas tenían razón, mis ojos se abrieron y entendí que esto era una opresión en mi vida. Le pedí perdón al Señor por dudar de Él, por esperar de Su mano puras cosas malas, por mi fe tan debilucha, por ser hipócrita al escribir sobre la fe sin aplicarlo en mi vida. Y aunque esa noche dormí como bebé, los pensamientos malos siguieron apareciendo esporadícamente. Cuando veía mi lengua rara, cuando sentía alguna molestia, de nuevo surgía esa voz diciéndome una y otra vez "cáncer, muerte, adiós sueños, adiós familia, morirás joven...."


Decidí pelear a mi manera. Programé mi celular para que cada media hora me llegara un recordatorio con versículos que me fortalecían y daban fe. A veces, en medio de una escena trágica en  mi cabeza, mi teléfono vibraba y pum! Su Palabra aparecía en la pantalla para darme paz. Me levantaba cada mañana a orar/llorar sin importar cómo me sentía, como una muestra de mi confianza en Él. Empecé a leer en voz alta y a cantar como loca alabanzas o porciones de la Biblia impregnadas de promesas que me fortalecían.

El punto de narrarte todo esto, no es para que te compadezcas de mí o para que me regales una cita con el psicólogo (no me caería mal de todas maneras!), sino, para compartirte lo poderoso que puede llegar a ser el temor, el cual definitivamente viene del diablo. Dios no es el autor de los miedos. Es más, Su Palabra dice que Su perfecto Amor echa fuera el temor (1 Juan 4:18). 

Lo cierto es que todos hemos enfrentado o vamos a enfrentar algún temor grande en nuestra vida. Quizá a ti no te preocupe la salud. Pero has estado luchando con miedos económicos, miedo a la muerte, miedo a la inseguridad o delincuencia, miedo a que tu pareja te falle o se vaya, miedo a que tus hijos nunca vuelvan a casa, miedo a no rehacer tu vida después de un fracaso, miedo a la soledad, por mencionar algunos. Probablemente, has visto suceder estas cosas en tu mente, quizá has construido escenas trágicas en tu cabeza y casi te has convencido que eso malo que tanto temes va a ocurrir. 

Te repito, NO es la voluntad del Señor que vivamos oprimidos por un temor. Él vino para hacernos libres. Él tiene cosas preciosas y sorprendentes almacenadas y listas para ser despachadas a nuestras vidas. Sin duda, vendrán pruebas en algún momento, pero Él seguirá mostrando Su fidelidad. Las probabilidades de que las peores cosas que nos hemos imaginado sucedan, son en realidad mínimas.



Hace dos días tuve mi temida cita con el patólogo. Me llevé a mi mamá por si acaso me desmayaba del susto. Ya tengo mi diagnóstico...y no es ni por cerca algo maligno. GLORIA A DIOS! Hay un tratamiento a seguir, pero hay una solución. Debo confesar que me dio mucha pena con el Señor por no confiar lo suficiente, por dudar de Sus promesas. Pero estoy infinitamente agradecida por Su misericordia y por mostrarme Su amor paciente en medio de mis asaltos de duda, de mis exabruptos llenos de ansiedad y de mis súplicas desesperadas.

Ve a Su presencia ahora mismo. Entrega cada uno de tus miedos. Llénate de Su Palabra. Sé libre.


"(Tu nombre) No tendrá temor de malas noticias; Su corazón está firme, confiado en Jehová. Asegurado está su corazón; no temerá" Salmos 112:7-8a DHH

"Recurrí al Señor, y Él me contestó; y me libró de todos mis temores" Salmos 34:4 DHH 

"Aunque afligido yo y necesitado, Jehová pensará en mí. Mi ayuda y mi libertador eres Tú; Dios mío, no te tardes" Salmos 40:17 RVR60

"Sé muy bien lo que tengo planeado para ustedes, dice el Señor, son planes para su bienestar, no para su mal. Son planes de darles un futuro y una esperanza" Jeremías 29:11 PDT