viernes, 28 de agosto de 2015

Se Vale Preguntar ¿Por Qué?

Recuerdo cuando mi papá murió. Casi naturalmente surgieron un montón de preguntas dirigidas hacia Dios. Sentía que Él me debía una explicación. ¿Por qué ahora que su matrimonio con mi mamá había sido restaurado? ¿Por qué a un semestre de graduarse como pastor? ¿Por qué no pudo conocer a sus nietos? ¿Por qué? ¿Por qué?
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Esa tarde fue a visitar a una de mis mejores amigas que acababa de tener a su segunda hija por cesárea. Les habían dicho que era necesario que la bebé se quedara en incubadora varios días, pues había presentado algunos problemas al nacer. Ellos decidieron trasladarla a otro hospital, uno que tenía mejor capacidad y equipo para tratarla. Estuve presente cuando su esposo le llamó para darle la noticia que en la ambulancia la niña había empeorado y al llegar al otro hospital, la habían ingresado a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI). Nunca voy a olvidar su reacción. Estaba como loca. Quería pararse de la cama e irse a pesar de que tenía una cirugía reciente. Perdió el control. Yo no supe qué hacer. Recuerdo que le mencioné algo de tener fe y me respondió gritándome un montón de preguntas...si, muchas de ellas comenzaban con un ¿por qué?
¿Por qué una recién nacida debe pasar por eso? ¿Por qué Dios no nos deja respirar y vamos de prueba en prueba? ¿Por qué? ¿Por qué?
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La semana pasada fue una noticia en todo El Salvador. Asesinaron a un pastor de una iglesia muy conocida. Al parecer fue víctima de un fuego cruzado entre unos delincuentes y la seguridad del lugar al que él había llegado a comprar un repuesto para su vehículo. Lo que muchos dicen, estar en el lugar y en el momento equivocados.
Ese pastor era padre de una estudiante de mi colegio. Una chica de 5 añitos, junto a su hermanita de 1, quedaron huérfanas repentinamente y vaya de qué manera.
Está de más decir el impacto que nos causó. ¿Por qué un siervo de Dios? ¿Por qué tan joven? ¿Por qué Dios no lo cuidó? ¿Por qué? ¿Por qué?
                                                       




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He escuchado y leído muchas veces que los cristianos no deberíamos preguntar a Dios ¿por qué? Parece que es pecado para algunos siquiera atreverse a pensar en una pregunta que comience con un por qué. Algunos creen que estás faltando el respeto al Señor, o tomando un papel que no te corresponde, o siendo rebelde cuando le haces preguntas a Dios.

Yo no tengo una base bíblica para afirmar o negar estas posturas. Sé que Dios es Soberano y Todopoderoso, que Él gobierna el cielo y la tierra y que los humanos somos polvo delante de Él. Sé que le debo toda la gloria y el honor y que Él no tiene por qué rendirme cuentas de nada.

Pero, en cada uno de mis momentos difíciles, cuando he estado quebrantada y con un dolor descomunal, cuando me he sentido totalmente sola y sin fuerzas, ahí, en el silencio de mi sufrimiento, Dios ha actuado como mi Papá. Me ha hecho sentir que estoy a salvo, que estar en Su presencia es como estar en casa y que como cualquier hija puedo abocarme a Él y desahogarme y hablarle como una niña llegaría donde su papá terrenal para preguntarle ¿papi, por qué nadie quiere jugar conmigo? ¿papi, por qué me castigaste tan fuerte? ¿papi, por qué mis hermanos pueden salir y yo no?

¿Tiene eso algo de malo? Dios me ha hecho sentir que no. Sé que preguntarle llena de dolor, miedo o duda ¿por qué? no me hace irreverente o pecadora. Sé que Él me entiende. Sé que Él me escucha. Sé que cuando me ha visto quebrada y sufriendo y ve mi corazón genuinamente adolorido preguntando ¿Señor por qué tardas? ¿Dios, por qué no interveniste?, no me juzga, no se aleja, no me reprende...al contrario! se acerca, se hace sentir, me consuela, me abraza y aunque no responda todas mis preguntas, el solo hecho de saberme escuchada, me da paz. Es como si Él dijera "te entiendo, sé que te duele, me duelo contigo, pero confía en Mí, tengo un propósito mayor, quizá algún día lo entiendas"

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Muchas de las preguntas que le hice a Dios cuando se llevó a mi papá fueron respondidas. He visto muchos de sus propósitos cumplirse. He visto gente convertirse gracias a esa muerte.
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La hija de mis amigos es una niña más que normal. Hermosa y más inteligente que un niño promedio. Desde fuera de la familia, puedo decir que uno de los propósitos de la prueba era unir a esa pareja y fortalecer su fe. Mi amiga entregó el rencor contra su papá por haberla abandonado en esos días en que la bebé estuvo en la UCI conectada a varios aparatos. Y sé que aún falta más, obviamente en el futuro veremos la razón por la que esa niña sobrevivió. Sé que Dios ha planeado algo grande para ella. No sólo está viva de milagro. Está viva porque Dios va a usarla y por eso la dejó acá.
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Fui al funeral del pastor asesinado. Me quedé sorprendida. Literalmente, asistieron miles de personas. Las filas eran interminables, los parqueos no dieron abasto. Muchos no pudieron entrar siquiera. Había un dolor colectivo, pero también se respiraba un espíritu de fraternidad y de esperanza. ¿Paradójico no? Hay más fortaleza cuando estamos llenos de dolor.
Mientras estaba ahí, pensé que ese era el ambiente que vivieron los primeros cristianos en el tiempo de los Hechos. Lloraban a sus mártires, sufrían, pero al mismo tiempo se fortalecían y cobraban más ánimo para servir al Señor y expander el evangelio.
Tengo la plena certeza que hay un enorme propósito para esa iglesia. Sé que esa muerte no ha sido en vano. Sé que viene un crecimiento sorprendente para esa congregación. Dios siempre saca brillo del sufrimiento de sus santos.

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No puedo garantizarte que todos tus ¿por qué's? van a ser respondidos. Lo que si puedo asegurarte es que en la Presencia de Dios puedes mostrarte tal cual eres. Él te entiende, sabe que eres humano y débil. Puedes acudir a Él y como un niño con dolor puedes hablarle como tu Papá. Con Él si se vale.

No esperes más, llévale con reverencia todas tus preguntas a Él. Incluso aquellas que comienzan con un por qué. 


"Así que acerquémonos con toda confianza al trono de la gracia de nuestro Dios. Allí recibiremos Su misericordia y encontraremos la gracia que nos ayudará cuando más la necesitemos"                            Hebreos 4:16 NTV

"Señor, ¿por qué te quedas tan lejos? ¿por qué te escondes en tiempos de angustia? Salmos 10:1 DHH

"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¿por qué no vienes a salvarme? ¿por qué no atiendes a mis lamentos? Dios mío, día y noche te llamo, y no respondes; ¡no hay descanso para mí!" Salmos 22:1-2 DHH

sábado, 22 de agosto de 2015

"Si, es contigo! No te hagas el desentendido..."

Uno de mis estudiantes de primer grado al que vamos a llamar Julito, presentó problemas de conducta desde el inicio del año escolar. Además, notamos su tendencia a la agresividad y lo impulsivo que era. Ha visitado mi oficina más veces que cualquier otro chico y las pláticas con su mamá para reportar las faltas de su hijo, fueron cosa de casi todos los días.

Siguiendo el procedimiento que el colegio ya tiene establecido, decidimos pedir apoyo del pastor escolar y del psicólogo. Rápidamente encontramos que Julito cumplía el perfil de un niño perteneciente a un hogar donde había violencia. Su conducta en el colegio era sólo un reflejo de lo que pasaba en su casa.

Quisimos mediar con sus padres. Les informamos lo que nuestras evaluaciones habían revelado. Les citamos y tratamos de ponernos de acuerdo por el bien de Julio. Y digo tratamos, porque no fue más que eso, un intento fallido, un esfuerzo sin éxito. Frente a mí, esos dos "adultos" se ofendieron, fueron maleducados, se alzaron la voz, se culparon sin piedad y nunca reconocieron sus fallas. La comunicación fue imposible. Tuve que suspender la reunión y citarles por separado. La mamá si cumplió con la cita, el papá -el agresor en casa- me movió la cita cinco veces...sigo esperando hablar con él meses después.
Hace algunas semanas la mamá de Julito irrumpió en mi oficina para contarme que el niño estaba con el papá, pues se habían separado. Esta decisión vino como consecuencia de un altercado en casa, en el que el niño agredió a la mamá (si, leíste bien, el niño fue el agresor) y la mamá quiso imponer disciplina de forma inadecuada, al punto de mandar a su propio hijo al hospital. Para hacer corta la historia, hay un pleito legal ahora mismo por la custodia del niño. En un día toda su vida cambió abruptamente.

Después de recuperarse, Julio regresó al colegio y pudimos conversar. Me quedé helada de escuchar la naturalidad con la que me contó los incidentes. Me dio detalles como si fuera una persona mayor. Lo escuché con mucha atención. Luego, le hice algunas preguntas para saber cómo se sentía y qué pensaba. Me impresionó su reacción. Cuando le pregunté por mamá sus ojitos se llenaron de lágrimas de inmediato y la fluidez con la que había hablado se cortó. 

Era evidente que ese chico de 7 años extrañaba a su mamá, y aunque la ve por horas, está sufriendo con semejante situación. Yo no sabía qué decirle. Creo que no hay palabras adecuadas para momentos así. Todo lo que uno diga es inútil, no sirve para sanar el corazón de un niño que atraviesa por algo de esta naturaleza.

Sólo le pude decir que Dios le ama, que Él nunca le ha dejado, que no importa lo que pase en su familia y en su futuro, pues Dios estará ahí. Julito no podía mirarme a los ojos, esquivaba mi mirada, supongo que porque quería esconder el agüita en sus ojos. Terminamos orando y lo abracé tan fuerte como pude. 

Cuando él salió de mi oficina experimenté uno de esos momentos en el que sin pensar mucho le pregunté a Dios ¿por qué?...¿por qué un niño de 7 añitos tenía que estar enfrentando una situación tan dura? ¿por qué tenía un padre enfermo espiritualmente? ¿por qué su mamá había sido tan codependiente y permitió que el espiral de violencia se alargara al punto de volver violento a su hijo?
Luego, dirigí mi atención a otros asuntos, pero un rato después, cuando volví a pensar en Julio, el Señor me devolvió las preguntas: ¿crees que es casualidad que este niño esté en este colegio mientras pasa por esto? ¿y para qué te tengo aquí pues?  Ouch. Si Señor, entiendo.


Es bien fácil culpar a Dios, al gobierno o a otros seres humanos del sufrimiento en el mundo. Pero te invito a reflexionar en las personas que tienes a tu alrededor y que están pasando por circunstancias duras en sus vidas. 

No es casualidad que te hayas dado cuenta del problema de tu vecino, de tu compañero de trabajo, o de ese hermano de la iglesia que se sienta cerca de ti. No es un error que les conozcas. Dios quiere ponerte carga por ellos. Quiere que ores y que les ayudes de la manera que te sea posible.

Quizás te pase como a mí, nos duele mucho ver a otros sufrir, pero eso dura un ratito, luego nos envolvemos en nuestros propios asuntos y se nos olvida. Pero a partir de hoy, cada vez que te enteres de una situación difícil en la vida de una persona, no sólo expreses compasión, entiende que es la forma de Dios para decirte: Si, es contigo, ayúdale, ora por él, escúchale, pregúntale cómo está...no te hagas el desentendido!

Oro porque Dios te muestre la necesidad de otros, pero sobre todo oro porque te sea fácil entender que como hijo de Dios, puedes hacer algo por ellos. 


"Alégrense con los que están alegres y lloren con los que lloran" Romanos 12:15 DHH

"El espíritu de Dios está sobre mí, porque Dios me eligió y me envió para dar buenas noticias a los pobres, para consolar a los afligidos, y para anunciarles a los prisioneros que pronto van a quedar en libertad. Dios también me envió para consolar a los tristes, para cambiar su derrota en victoria, y su tristeza en un canto de alabanza" Isaías 61:1-3 TLA

viernes, 14 de agosto de 2015

Mis Confesiones: Cuando se necesita un Terremoto para quitarte el Orgullo

Año 2000. Yo era parte del liderazgo juvenil de mi iglesia y había logrado formar un sólido grupo de amigos ahí. Particularmente, cuatro chicas nos habíamos hecho muy unidas. Tú sabes, hablábamos por horas cuando nos veíamos, no nos bastaba eso y seguíamos hablando por teléfono, íbamos a las casas de todas, hacíamos piyamadas, etc, etc. Logramos hacernos de esas amigas íntimas, con las que te cuentas de todo y con las que te entiendes con una mirada.

Una de ellas, Yasmín, era la que tenía el carácter más fuerte y siempre tuvo sus asuntos personales en los que Dios quería trabajar. Por épocas, la perdíamos de vista, la comunicación se interrumpía, pero siempre estábamos pendientes de ella.

Repentinamente conoció a un hombre que era un  súper buen partido. Tenía todo, excepto que no era cristiano. Sin embargo, ella decidió comenzar una relación con él. Ese fue el evento que marcó nuestra amistad. La perdimos. Dejamos de saber de su vida. 

Y debo confesar que me enojé con ella. La juzgué, la critiqué, no oré por ella como debía porque yo pensaba "ella ya sabe lo que es bueno y malo". Fuí muy dura y poco paciente.


Llegó mi cumpleaños en el mes de Diciembre y ella no me llamó ni se apareció. Ignoró mi día. Terminó el año 2000 y empezó el mes de Enero del año 2001. Ella nació el 5 de ese mes, así que yo contaba los días para pagarle con la misma moneda. Tuve la excusa perfecta, pues justo ese viernes nos fuimos de retiro y yo de espiritual "andaba sirviendo", así que no tuve tiempo de llamarle. 

Falso. Simplemente estaba desquitándome.

El viernes 12 de Enero llegué a casa en la noche y mi mamá me dijo de la nada que tenía la necesidad de  hablar por teléfono con Yas. Me insistía en que le marcara. Me pareció raro que mi mami quisiera contactarla. ¿Por qué? Si había sido amiga mía, no de ella...Yo vi la hora y le dije que era muy tarde, que mejor le llamaramos al día siguiente.

El día siguiente fue el sábado 13. Una fecha que todos los salvadoreños recordamos. Un terremoto de 7.7 grados Richter sacudió mi país. La zona emblemática del desastre fue la "Residencial Las Colinas", en la ciudad de Santa Tecla. Justo en ese lugar vivía Yasmín con su familia. Las horas fueron eternas mientras escuchábamos noticias y tratábamos de investigar si estaban bien. Finalmente me lo confirmaron, Yasmín murió junto a su mamá y dos de sus hermanos por el alud de tierra que se desprendió de la Cordillera del Bálsamo, y que cubrió docenas de casas y causó la muerte de cientos de personas.

¿Cómo me sentí? No puedo describirlo. Miserable quizá sería una buena palabra. Había angustia, miedo, culpa, dolor, impotencia. Todo revuelto sucediendo al mismo tiempo dentro de mí. Los "hubiera" hicieron su aparición. Los voces de culpa no se callaban. 

Estuve en ese lugar. Vi cómo quedó su casa. Varios amigos de la iglesia llevaron palas y otras herramientas para tratar de sacar los cuerpos. Tuve una crisis nerviosa ese día. 
¿Por qué fui tan orgullosa? ¿Por qué no le llamé para su cumpleaños? ¿Por qué no le hice caso a esa corazonada de mi mamá la noche anterior? ¿Por qué estuve resentida con ella? ¿Por qué la juzgué tanto? ¿Por qué no le dí Gracia? ¿Por qué no valoré los años de amistad? ¿Por qué fui tan mala amiga? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
(La zona de la tragedia. Residencial Las Colinas, Santa Tecla)

Ir a ese entierro fue devastador. Su papá y una hermana fueron los únicos que se salvaron por estar fuera de casa. El cuadro era de una película. Cuatro ataúdes alineados con muchas personas alrededor llorando, confundidas, sin poder procesar aún lo que había pasado. Con la tierra aún moviéndose por las naturales réplicas después de un evento así, y su papá que se me acercó y me dijo algo que nunca olvidaré: "a usted mi hija la quería muchísimo"...Más miserable aún. Yo sólo lloraba. Mi mamá sólo me abrazaba. Yo quería ver a Yasmín aunque fuera un minuto, para pedirle perdón, para abrazarla...pero eso ya no era posible.

Me tomó meses procesar ese acontecimiento. Desarrollé un pánico a los temblores (con el que aún lucho). Pasé semanas durmiendo (mal) en la sala de mi casa porque no me atrevía a dormir en mi cuarto aún. Creo que mis papás ya no hallaban qué hacer conmigo. Mi pastor juvenil que quiero tanto, oró por mí y me aconsejó muchas veces. Mi papá me llevó unos días fuera del país para que mi mente se despejara. Ese ciclo casi no fui a la Universidad, salía de mi casa en las tardes, pero no entraba a clases, o me iba a algún centro comercial a pasar las horas y a "pensar".

Fui a parar donde una psicóloga cristiana a la que le conté todo. Ella fue un instrumento que Dios usó, porque me ayudó a entender que lo que yo tenía se llamaba depresión, me hizo ver que era necesario que me perdonara a mí misma, me hizo poner atención a la perspectiva espiritual del asunto y cómo yo estaba atada sin poder salir.
Días después, mi pastor hizo una jornada de oración por mi en su oficina. Fue largo, no recuerdo el tiempo. Sólo sé que salí diferente de ahí. Me sentí perdonada por el Señor y poco a poco aprendí a perdonarme a mí misma. Esa fue la parte más dura, pero Dios fue fiel y no me soltó en el proceso.

Para ser honesta, casi nunca hablo de Yas, pero aún pienso en ella. Me pregunto cómo sería reunirnos las cuatro amigas de nuevo. Trato de adivinar cómo serían sus hijos. Lucho cada Enero año con año. Y cuando imagino cómo será llegar al cielo, a quienes quiero ver allá son a mi papá, a ella y a un amigo que acaba de irse. 


No sé de quién te has distanciado. No sé qué relaciones debes arreglar. No sé cuánto has pospuesto enfrentar la situación. No sé qué tan orgulloso eres. No sé cuan arraigado esté tu resentimiento. Sólo sé que no vale la pena vivir así. El orgullo nunca gana.

No esperes que ocurra un terremoto en tu vida y que te sacuda muy fuerte para entender que no es la voluntad de Dios que vivas resentido. Literalmente, mañana puede ser demasiado tarde.


"Quien pasa por alto la ofensa, crea lazos de amor; quien insiste en ella, aleja al amigo" Proverbios 17:9 DHH

"No se enojen unos con otros, más bien, perdónense unos a otros. Cuando alguien haga algo malo, perdónenlo, así como también el Señor los perdonó a ustedes" Colosenses 3:13 PDT