sábado, 3 de abril de 2021

Las preguntas de ese sábado

El Maestro había sido sepultado; le dieron la muerte más humillante y dolorosa que podían darle. Sus ojos habían atestiguado el sufrimiento y la vergüenza que le hicieron pasar. Seguramente ellos, quienes le amaban y le habían seguido, derramaron muchas lágrimas mientras todo ocurría. Pero aquel viernes cuando atardecía y se resolvía adónde sepultar el cuerpo de Jesús (Mateo 27:57-60) ellos tuvieron que volver a casa pues el día de reposo iba a comenzar (Marcos 15:42).

¿Se imaginan ir a casa con ese dolor en su pecho, con esa incertidumbre sobre el futuro y con todas las preguntas sobre lo que acababan de presenciar?

Esta mañana trataba de imaginar lo que las mujeres que seguían a Jesús y vieron de lejos su muerte y sepultura (Mateo 27:55,56, 61) sentían. Pensaba también en lo que sus discípulos atravesaron.

La Biblia no nos dice lo que ocurrió ese sábado. Parece que solo hubo silencio.

Pero estoy segura que mientras estaban angustiados y encerrados en aquel día de reposo, muchas preguntas llenaron sus mentes.

¿Así se supone que iba a terminar? ¿Eso fue todo? ¿Para eso vino y lo seguimos por tres años? ¿Por qué tuvo que morir así? ¿Qué va a pasar con nosotros? ¿Seremos los próximos? ¿Por qué nos dejó? ¿Estaremos solos desde ahora? Él tenía el poder para acabar con ellos, ¿por qué no lo usó? 

La Biblia apunta que los discípulos tuvieron miedo y estaban encerrados (Juan 20:19). Nadie parecía recordar lo que Él había prometido (Mateo 17:22-23), nadie le daba ánimo a sus hermanos mientras aguardaban lo que venía. Todo era duda y temor, una espera dolorosa, angustia y duelo.


Pero en Su bondad, el Señor no dejaría que esto se prolongara. Solo era cuestión de horas para que ese día glorioso comenzara tal como había dicho (Mateo 28:6). Contra toda ley natural, contra toda fuerza del infierno, contra todo gobierno humano.


Me resulta fácil cuestionar a estas personas: ¿por qué olvidaron tan fácilmente lo que les había prometido? Pero el Espíritu Santo me recuerda que soy igual que ellos. No me gustan los tiempos de silencio, mi corazón se angustia con facilidad cuando Él decide que ocurran cosas que no me gustan. Olvido con ligereza las promesas de Aquel que no miente. Me lleno de miedo cuando Él me hace esperar. Asoman cientos de preguntas que cuestionan Sus planes y Su bondad y las contemplo una y otra vez.

Pero un día como hoy me recuerda que Sus planes siguen llevándose a cabo a pesar del silencio y de la espera que me duele. Su gloria llegará, Sus promesas han de cumplirse, las razones para celebrar me serán dadas pronto. Él hará que eventualmente todo cobre sentido. E incluso, aunque no lo entienda de este lado del cielo, sé que en la eternidad lo haré.

Nuestras vidas pueden estar llenas de sábados como hoy, días de preguntas y temor, días de espera e incertidumbre, días de aparente derrota y desesperanza...pero hay motivos para confiar: Él es el motivo. Porque no miente, porque cumple, porque es Todopoderoso, porque siempre vence, porque la muerte no puede contenerlo.

No importan las preguntas y el silencio de la espera, el día de resurrección se acerca.


"Ustedes, no teman; porque yo sé que buscan a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, porque ha resucitado, tal como Él dijo" Mateo 28:5-6