sábado, 20 de septiembre de 2014

¡Perdí mi iPhone!

El baño más cercano a mi oficina está aproximadamente a unos 8 metros. Usualmente no me toma mucho tiempo ir ahí. 

Hace unos días fui a ese baño y llevaba mi iPhone en la mano, porque resolvía algo desde él en ese momento. Al entrar me dí cuenta que andaba un pantalón sin bolsillo, así que decidí poner el teléfono sobre el dispensador de papel higiénico. Y salí de ahí sin recordar ese detalle.

Alrededor de cuarenta minutos después recordé que necesitaba contestarle a alguien que me había escrito. Empecé a ver para todos lados en mi oficina, a levantar cada papel, busqué en mi cartera...bastaron unos segundos para entrar en pánico y aceptar que mi iPhone estaba perdido.

Rápidamente mi cerebro comenzó a repetir mis últimos movimientos. Le pedí a una compañera que me marcara, fue entonces que recordé que para mi pesar había activado el vibrador, algo no tan conveniente cuando has perdido tu celular. Luego, reviví mi visita al baño. Salí corriendo muy rápido, como Dash en Los Increíbles, pero obviamente ya no estaba.
 Le pedí ayuda a un señor que nos colabora en la seguridad y de inmediato se movilizó a hacer averiguaciones con los miembros del personal. Menos mal que en ese lapso no había ningún receso, por lo que las probabilidades de que un estudiante lo hubiera encontrado eran casi nulas, El instinto nos decía que se trataba de una compañera de trabajo, pues los hombres no entran a ese baño!

Yo empecé a sospechar de todos. Oraba para que apareciera. Me sentía tonta por haber olvidado mi teléfono en el baño. Oraba para que apareciera. Me preocupé al pensar que no tenía seguro para reponerlo. Oraba para que apareciera. Me culpaba por no haberle instalado la aplicación para "trackearlo". Oraba para que apareciera. Literalmente me sentía triste porque extrañaba tenerlo. Oraba para que apareciera. Tenía un nudo de nervios en el estómago...todo eso al mismo tiempo!

Después de algunos minutos, la persona de seguridad llegó corriendo a decirme que una maestra había encontrado un teléfono...mi corazón latía fuertemente...fui a buscarla y me la encontré a medio camino, traía mi iPhone en la mano!! Ella muy apenada me aclaró que vio en la pantalla una foto de unos niños que no conocía (jeje, mis sobrinos!)  y por eso no pudo saber de inmediato quién era el dueño del teléfono. Ella había decidido esperar a terminar una clase para reportar el aparato en la oficina del colegio. Yo no paraba de darle gracias. Respiré tranquila...de nuevo...Fiuf!

Un par de días después leí la parábola de la moneda perdida (Lucas 15:8-10). Ouch! Debo admitir que fue como una cachetada. Yo me identifiqué con la angustia de esa mujer, que puso patas arriba su casa por esa monedita, hasta encontrarla. Y me sentí confrontada, por así decirlo, porque me angustio por un bien material, pero no por la gente que no conoce de Dios como yo. Jesús usó esa parábola y otras similares para que sus hijos entendiéramos lo que su corazón siente por cada persona que no le tiene en su vida. 
¿Se imaginan si todos nosotros corriéramos como Dash de Los Increíbles a hablarle de Dios a la gente? ¿Y si de vez en cuando dejamos absolutamente todo lo que estamos haciendo por ir a buscar al perdido? ¿Y si oráramos con el mismo fervor por la gente que no tiene a Cristo, como yo oré por mi celular desaparecido? ¿Qué pasaría si nuestro corazón latiera fuertemente cuando nos den la noticia de que alguien dejó entrar a Dios en su vida? ¿Y si todos esos sentimientos que tuve mientras mi iPhone estuvo perdido, fueran los mismos que tuviera por cada persona que se cruza en mi camino y que no conoce del Amor de Dios? Creo que ahora entienden por qué leer esa parábola fue como una cachetada para mí.

Ya instalé en mi teléfono una aplicación especial para encontrarlo si vuelvo a perderlo. Mi iPhone tiene mucho valor para mí. Pero tengo claro que la gente que no conoce a Dios, vale mucho más que eso.

¿Cuánto valen ELLOS para ti?

 "O bien, ¿qué mujer que tiene diez monedas y pierde una de ellas, no enciende una lámpara y barre la casa buscando con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas y les dice: "Alégrense conmigo, porque ya encontré la moneda que había perdido." Les digo que así también hay alegría entre los ángeles de Dios por un pecador que se convierte." Lucas 15:8-10 NVI

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