El sol refulgía en su máximo esplendor. No era la hora más conveniente para ir a traer agua y caminar con algo pesado que te agotara más. Pero era la hora más segura para no encontrarte con miradas acusadoras, murmuraciones o gente que cambiara de camino para no tenerte cerca.
Si hubiesen existido las redes sociales en ese momento, quizás muy pocas mujeres la hubieran querido tener entre sus contactos y además, supervisarían constantemente que sus maridos tampoco lo hicieran. Tal vez, hasta le hubiesen creado un hashtag #laquitamaridos #larompehogares o algo por el estilo.
Él no necesitaba de una red social para conocerla o enterarse de su vida. Él ya la conocía, Él sabía todo de ella. Él orquestó todo para propiciar un encuentro a solas; uno que cambiaría su vida para siempre y la de otros también.
Ella hablaba como alguien que creía en lo que sus padres le habían enseñado. Quiso recordarle a ese judío que estaban a la espera del Mesías. Cualquiera podía pensar que una mujer que estaba a la expectativa de un Cristo, no tenía nada que ocultar.
Él sabía que ella necesitaba ser transformada. Su pecado no lo alejó. Fue y la buscó.
Él, a diferencia de los habitantes de esa ciudad, conocía que había una necesidad profunda en su alma que había querido satisfacer muchas veces; y también sabía que cada intento había fracasado llevándola al estatus que ahora tenía.Ella lo ignoraba, pero su alma estaba a punto de ser satisfecha, de una vez y para siempre. Cualquiera que aceptaba el ofrecimiento del judío era saciado y dejaba de buscar un algo más, para conocer la libertad.
Él hizo preguntas directas y quien no Le conociera, podía pensar que fue severo. Pero no, Él solamente preparaba el corazón de ella para mostrarle cuán vacía estaba su vida y cuanta necesidad tenía de Él.
Él la amaba y por eso confrontó su pecado. El secreto a voces parecía seguir costándole caro. Sin embargo, esta vez era diferente. Ella no lo negó, no pretendió delante de Él. Fue quedándole claro que Él no estaba allí para echarle en cara su vida desordenada. Él había llegado para salvarla.
Cuando la gente le daba miradas de condenación; Él la miró con amor.
Cuando las mujeres cambiaban de camino para no encontrarse con ella; Él la esperó en el pozo.
Cuando sus vecinos murmuraban y no le dirigían la palabra; Él quiso hablarle.
Cuando los hombres la irrespetaban por su fama; Él llegó para redimirla.
Cuando parecía que ella no valía nada; Él la usó para anunciar las Buenas Nuevas a los habitantes de su ciudad (Juan 4:39).
La sed de toda mujer por ser amada, la misma que la había llevado a buscar saciarse en cisternas rotas, hoy había cambiado. Y es que ella no podía seguir siendo igual después de ese encuentro.
Cada vez que fuera con su cántaro a ese sitio, recordaría que ya había recibido el Agua de Vida. Ese pozo ya no simbolizaba una tradición religiosa; ese pozo ahora representaba la profunda Gracia en la que fue sumergida y la cambió para siempre.
"Mucha gente que vivía en ese pueblo de Samaria creyó en Jesús, porque la mujer les había dicho: Él sabe todo lo que he hecho en la vida. Por eso, cuando la gente del pueblo llegó a donde estaba Jesús, le rogó que se quedara con ellos. Él se quedó allí dos días, y muchas otras personas creyeron al oír lo que Él decía. La gente le dijo a la mujer: Ahora creemos, no por lo que tú nos dijiste, sino porque nosotros mismos lo hemos oído, y sabemos que en verdad Él es el Salvador de mundo" Juan 4:39-42
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