Había pasado un par de días estresantes y llenos de preocupación. Mientras hacía unos mandados, pasé frente a una sorbetería y se me antojó un capuchino de vainilla...mmm...(ya lo estoy saboreando de nuevo). Me dije que me lo merecía como recompensa por esos días difíciles.
Lo compré en el autoservicio y me fui despacito y con cuidado en el carro para disfrutarlo. Al llegar a un semáforo un joven que limpia parabrisas y al que he visto en diferentes puntos de la capital, se me acercó. Rápidamente le hice señas con mi mano para indicarle que no quería que limpiara el vidrio. Él se paró al lado de mi ventana y me pidió-dos veces- el sorbete que llevaba a medias.
¿Qué hubieran hecho ustedes? ¿Cuál creen que fue mi respuesta?
Para serles honesta, fueron un par de segundos de duda...finalmente decidí ignorarlo y adelantar el carro un poquito para que no fuera tan molesto tenerlo justo al lado. ¡Mi sorbete estaba tan rico...y no me pude desprender de él!
No les puedo explicar la inmediata vergüenza que sentí. Cuando el semáforo se puso en verde y avancé, el Espíritu Santo me redarguyó de una manera tan directa. Dejé de disfrutar el sorbete, se me hizo un nudo en la garganta y terminé pidiéndole perdón al Señor con lágrimas en los ojos.
El pensamiento que más recuerdo es: "¡que fea persona soy!". Dios usó ese evento para recordarme que no soy buena ni cuando estoy dormida. El egoísmo está tan arraigado en mí que necesito desesperadamente Su presencia cada día. Imagínense, si no soy capaz de renunciar a un sorbete, ¿cómo voy a ser capaz de perdonar, de amar genuinamente, de negarme a mí misma? Es IMPOSIBLE sin Su ayuda y Su obra de santificación en mi vida.
En realidad no entiendo cómo Él puede amarme así como soy.
¿Es en serio Señor? ¿Me amas con todo lo feo que el pecado ha causado en mí? ¿Te merezco? ¿Aún tengo esperanza de cambiar aunque sea una poquito? ¿No te avergüenza tenerme como hija?
Lo cierto es que sí, soy fea persona. Sin Él estoy perdida (Juan 15:5). No soy capaz de hacer nada bueno ni justo (Rom. 3:10). Soy egoísta hasta el tuétano y me cuesta buscar el bien de los demás (1 Cor. 10:24). Para mí es bien fácil detectar, señalar, diagnosticar y hasta recetar la cura para los defectos de otros, pero me cuesta horriblemente hacer lo mismo conmigo. Por eso, Dios se ocupa de mostrarme a través de episodios como el que les cuento, que no puedo creerme un producto terminado; sino que debo buscarle cada día y depender de Su ayuda.
Si has estado sintiendo como que nunca vas a cambiar, te animo a tener esperanza, Dios no ha terminado Su obra en tu vida (Fil- 1:6), Él sigue otorgándonos Gracia a todos aquellos que la necesitamos (Hebreos 4:16).
Oro por volver a encontrarme a ese joven en algún semáforo de la ciudad y poder bendecirlo aunque sea con algo pequeño...y oro porque Dios siga haciéndome ver mi profunda necesidad de Él a diario.
"Dios nos salvó y nos llamó a ser Su pueblo santo. No lo hizo por lo bueno que habíamos hecho, sino porque así lo quiso por su generoso amor. Ese amor nos lo dio antes del inicio del tiempo mediante Jesucristo" 2 Timoteo 1:9 PDT
"Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo" Filipenses 1:6 RVR60
martes, 24 de julio de 2018
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