Hace menos de un mes la ciudad de Santa Tecla en mi país, fue noticia nacional. Esto debido a fuertes inundaciones que sucedieron como consecuencia de una tormenta inusual un domingo por la tarde.
Casualmente estaba visitando a una amiga que vive allí y fui testigo de la poderosa tormenta; pero jamás imaginé que habrían tantas calles inundadas ni los daños materiales consecuentes.
La opinión pública señaló que esos destrozos ocurrieron debido a la basura acumulada en las calles, aceras y alcantarillas de la ciudad y la mala gestión municipal para recolectarla
adecuadamente. Entre tantos comentarios, leí uno con el que coincidí: La responsabilidad era combinada. Tanto la municipalidad como los habitantes habían fallado en el tratamiento de los desechos. Los tecleños por sus malos hábitos y por dejar que la basura se acumule por doquier, creyendo que no habrán consecuencias; y las autoridades de la alcaldía por no hacer bien su labor de recolección.
Ese evento me hizo pensar que lo mismo ocurre en nuestra vida con el pecado. A veces vivimos con malos hábitos bien arraigados, nos acostumbramos a ellos y no les prestamos la atención debida. No nos damos cuenta que cada pecado no confesado, cada acto de deshonestidad y cada compulsión, son como basura que vamos dejando tirada por aquí y allá; pero que tarde o temprano va a salir a la luz, va a causar daños y va a dejarnos serias consecuencias.
Lamentablemente estar en una iglesia no nos hace inmunes. Debemos poner cuidado a la basura que estamos dejando regada en nuestra familia, en nuestros empleos, en nuestras congregaciones, en nuestra vida privada-cuando nadie nos mira. Puede ser que Dios ha sido misericordioso con nosotros y hasta ahora nos ha dado tiempo para ponernos a cuentas o pedir ayuda (Isaías 1:18); pero eso no va a durar mucho; nuestras vidas, tal y como esos drenajes, pronto colapsarán y los destrozos serán inevitables (Prov. 14:12).
Si has estado luchando con una doble vida, haciendo malabares para no ser descubierto; si has recaído en una adicción; si has entrado en un ciclo del cual no puedes-o no quieres-salir; si has andado silenciosamente resentido con alguien...es momento de ponerte en evidencia. Expulsa la basura de tu vida (Salmo 38:3-4), HABLA! (Salmo 32:3-4), confiésalo a algún líder o cristiano maduro, deja que alguien te ayude a limpiar. No esperes más, no te creas el 'experto ocultador de basura', pronto todo va a oler mal, pronto será evidente lo que tienes ahí escondido, pronto Dios permitirá que todo se sepa porque Su plan es restaurarte y probablemente esa disciplina es la única forma de lograrlo.
Busca de la Gracia que sólo el Señor puede darte. Corre a Su trono y ponte a cuentas. Allí hay misericordia y oportuno socorro (Hebreos 4:16).
"Porque yo reconozco mis transgresiones , y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti sólo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos...Purificarme con hisopo, y seré limpio; lávame y seré más blanco que la nieve." Salmo 51:3-4,7
"Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño." Salmo 32:1-2
*Imágenes tomadas del Diario La Página
jueves, 20 de septiembre de 2018
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