Seguimos sin darnos cuenta, haciéndonos pequeños dioses. "Diositos" que quieren dirigir sus vidas, que deciden sin consultarte, que ya han determinado hacer su voluntad aún cuando oran para buscar la Tuya. "Diositos" que se creen soberanos y quieren gobernar la vida de otros, sin comprender completamente que rendirlos a Ti es la verdadera fórmula para que ellos estén bien.
Seguimos viviendo en desbalance; conmoviéndonos por la gente que sufre en las calles o que vemos en las noticias, pero olvidando conmovernos por el hermano que sufre, por ese pariente que está pasando una prueba y que necesita de nuestro cristianismo en acción.
Seguimos usurpando tu lugar de Juez, creyéndonos lo suficientemente justos para emitir una sentencia y una condena a los demás. Y no nos damos cuenta que estás ahí, al lado del acusado, desempeñando el rol de abogado defensor; Aquel que nunca ha dejado que condenen a sus defendidos.
Seguimos auto engañándonos, considerándonos lo suficientemente fuertes como para negociar nuestro cuidado espiritual. Nos sigue siendo más fácil renunciar a un domingo en Tu casa o a un grupo que nos alimente en la semana, que decirle que no a ese hábito. "No es para tanto", nos decimos. "Yo sigo conectado con Él", repetimos. Y es que en realidad la soberbia nos rebalsa, porque nosotros, esos "diositos" queremos independencia.
Seguimos dándonos permiso de coquetear con el pecado. Creemos que caminar en la orilla y mojarnos los pies no nos pone en peligro. Nos rehúsamos a soltar a ese grupo de amigos, o esa relación, o esa adicción. Nos seguimos sintiendo en control. No nos damos cuenta que la marea puede subir intempestivamente y de pronto podemos encontrarnos con el agua al cuello, cubiertos de un pecado que parecía inofensivo.
Seguimos cuestionándote en medio de las pruebas, pensando que tenemos el derecho de recibir una explicación. Se nos olvida que Tú eres Dios y nosotros...pues sólo somos nosotros. Ese "diosito" que nos hemos levantado exige saber porqué está sufriendo, tan sólo porque cree que no se lo merece. Si, eso creemos y se lo reclamamos a Aquel que vivió el sufrimiento más grande de la historia.
Seguimos batallando con nuestro ego, ese que se opone a los cambios que quieres hacer en nosotros. Ese, que no nos deja pedir ayuda y hablar con franqueza sobre las áreas en las que somos más débiles que el tallo de una florcita. Ese, que nos seduce para guardar secretos y conservar nuestro estatus de cristianos y "diositos" que los demás conocen y hasta admiran.
Seguimos salpicándonos del mundo con lo que vemos, con lo que leemos, con el vocabulario que usamos, con los lugares que frecuentamos, con las personas a las que dejamos estar cerca y cuya oscuridad es más potente que la luz que se supone deberíamos emanar; con lo que practicamos en secreto, con los pensamientos y fantasías que nos permitimos tener.
Seguimos sintiéndonos merecedores de Tu Gracia y capaces de elegir a quién y en qué proporción dársela. Se nos olvida que aquí el Padre que ama a los pródigos eres Tú y nosotros más bien encajamos en el perfil del hermano mayor...los que no son ni inventores ni dueños de la Gracia y mucho menos receptores monopolistas.
Seguimos añorando la gloria pasajera, el éxito laboral, el ascenso, las riquezas, el estatus, los aplausos. El mundo ha hecho bien su trabajo y ha logrado distraer nuestra mirada, pero sobre todo, desviar nuestro corazón de la gloria eterna, la que trasciende, la que se encuentra sólo en Ti, la que viviremos a tu lado algún día...quizás antes de lo que imaginamos.
Perdónanos Señor por no dejarte gobernar, por no desearte más que a cualquier cosa o persona, por jalonear el timón de Tus manos, por el deleite que aún nos produce pecar. Necesitamos de Tu Gracia hoy, necesitamos que nos recuerdes cada día nuestra miserable condición sin Ti, necesitamos que destruyas a esos "diositos"...aquí estamos Señor. Amén.