Han sido meses difíciles. Estoy segura que todos nos hemos preocupado por nuestra situación económica o la de alguien más.
Muchas de mis oraciones durante esta pandemia han sido
relacionadas a la provisión material, pero en varias ocasiones el Señor me ha
recordado Su fidelidad pasada. Y hoy quiero compartirles una que fue épica:
En el 2005 por razones de seguridad, tuvimos que buscar una
casa a la cual mudarnos. Encontramos la que es nuestra vivienda actualmente; yo,
porque unos amigos me llevaron a visitar varias opciones y de casualidad
pasamos por allí y tomé nota de número telefónico que anunciaba el alquiler. Y
mi mamá, que había estado viendo los clasificados, encontró una casa que le
llamó la atención, porque cumplía algunas características que buscábamos…¿y
adivinen qué? ¡ERA LA MISMA!
Eso debería decirnos algo.
Conseguimos rentar la casa y nos mudamos un 20 de Agosto de
2005. En Junio 2006 mi papá falleció y meses después nos dijeron que debíamos
dejar la casa, pues la iban a vender. Nos angustiamos, solo éramos mi mamá, que
nunca antes había trabajado; mi hermana, que acababa de conseguir un
trabajo y yo, la que tenía un trabajo más estable.
Les resumo diciendo que llamé o fui a todos los bancos del país
para ver si nos daban un préstamo hipotecario. Algunas veces ni le comentaba a
mi familia lo que me decían, pues no quería sumar preocupación.
Teníamos que aceptarlo, debíamos volver a nuestro apartamento
en una zona poca segura o debíamos buscar una nueva casa que estuviera en
nuestras posibilidades comprar/rentar.
Recuerdo que orábamos mucho por este tema, le pedíamos al
Señor que nos ayudara, que nos proveyera, que hiciera un milagro.
Nos hablaron de un lugar al que no habíamos aplicado, pues
la decepción por “no calificar” nos tenía desinfladas. Pero por alguna razón
fuimos, llevamos todos nuestros documentos y a esperar de nuevo.
La ejecutiva nos recibió y recuerdo casi cada palabra que
nos dijo:
“No me explico porqué, pero el comité de créditos decidió
aprobarles el préstamo que están solicitando. No entiendo, porque sus salarios
juntos no suman el mínimo requerido, pero son jóvenes y el banco va a
apoyarles”.
De inmediato mi mamá le dijo: “Yo sí sé por qué. Es que
somos hijas de Dios”.
Yo recuerdo que contenía el llanto y aunque estaba sentada
en una silla en ese cubículo, mi corazón saltaba de alegría dentro de mí. Dios
lo hizo, ese Dios que prometió ser nuestro Padre y esposo cuando mi papá
terrenal se fue al cielo, estaba cumpliendo y nos dejó con la boca abierta.
En medio de la pandemia y las consecuencias financieras
derivadas, Dios me ha recordado ese milagro, ese movimiento divino que Él hizo
y que resultaba inexplicable para esa ejecutiva experimentada.
Y también me ha invitado a volver a creer, a confiar en Sus
jugadas milagrosas, en Sus sorpresas, en Su amor, en Su paternidad responsable.
Hoy por hoy, nuestros ingresos familiares se han reducido de
forma drástica debido a la pandemia; y si soy honesta, no tengo idea de cómo haremos para lograr
ponernos al día con todo (incluida la casa); pero cuando comienzo a hacer números en mi cabeza y
las palpitaciones se aceleran y el insomnio se asoma; mi Dios me recuerda esa
oficina y a esa ejecutiva y me invita a creer que Él puede hacer lo que le plazca
porque sigue siendo Dueño de todo y sigue teniendo recursos ilimitados; pero
sobre todo, que sigue siendo mi Papá y cuida de mí.
¿Te está costando confiar? ¿Estás preocupado por tu
situación financiera? Descansa, Dios sigue haciendo milagros y seguramente ya
tiene nuestras respuestas en el horno. Pronto vamos a volver a testificar de Su
provisión.
"Y ahora, que toda la gloria sea para Dios, quien puede lograr mucho más de lo que pudiéramos pedir o incluso imaginar mediante Su gran poder, que actúa en nosotros." Efesios 3:20 NTV