domingo, 23 de agosto de 2020

PARA LOS AFLIGIDOS POR LA PROVISIÓN

 

Han sido meses difíciles. Estoy segura que todos nos hemos preocupado por nuestra situación económica o la de alguien más.

Muchas de mis oraciones durante esta pandemia han sido relacionadas a la provisión material, pero en varias ocasiones el Señor me ha recordado Su fidelidad pasada. Y hoy quiero compartirles una que fue épica:

 

En el 2005 por razones de seguridad, tuvimos que buscar una casa a la cual mudarnos. Encontramos la que es nuestra vivienda actualmente; yo, porque unos amigos me llevaron a visitar varias opciones y de casualidad pasamos por allí y tomé nota de número telefónico que anunciaba el alquiler. Y mi mamá, que había estado viendo los clasificados, encontró una casa que le llamó la atención, porque cumplía algunas características que buscábamos…¿y adivinen qué? ¡ERA LA MISMA!


Eso debería decirnos algo.


Conseguimos rentar la casa y nos mudamos un 20 de Agosto de 2005. En Junio 2006 mi papá falleció y meses después nos dijeron que debíamos dejar la casa, pues la iban a vender. Nos angustiamos, solo éramos mi mamá, que nunca antes había trabajado; mi hermana, que  acababa de conseguir un trabajo y yo, la que tenía un trabajo más estable.


Les resumo diciendo que llamé o fui a todos los bancos del país para ver si nos daban un préstamo hipotecario. Algunas veces ni le comentaba a mi familia lo que me decían, pues no quería sumar preocupación.


Teníamos que aceptarlo, debíamos volver a nuestro apartamento en una zona poca segura o debíamos buscar una nueva casa que estuviera en nuestras posibilidades comprar/rentar.


Recuerdo que orábamos mucho por este tema, le pedíamos al Señor que nos ayudara, que nos proveyera, que hiciera un milagro.


Nos hablaron de un lugar al que no habíamos aplicado, pues la decepción por “no calificar” nos tenía desinfladas. Pero por alguna razón fuimos, llevamos todos nuestros documentos y a esperar de nuevo.


Un viernes al mediodía la ejecutiva asignada nos llamó a mi hermana y a mí y nos dijo que era urgente que llegáramos esa misma tarde a su oficina. Llegamos junto con mi mamá, casi pronunciando en mi mente el mismo discurso de ocasiones anteriores: “no califican”, “ganan muy poco” y cosas así.


La ejecutiva nos recibió y recuerdo casi cada palabra que nos dijo:

“No me explico porqué, pero el comité de créditos decidió aprobarles el préstamo que están solicitando. No entiendo, porque sus salarios juntos no suman el mínimo requerido, pero son jóvenes y el banco va a apoyarles”.

De inmediato mi mamá le dijo: “Yo sí sé por qué. Es que somos hijas de Dios”.

 

Yo recuerdo que contenía el llanto y aunque estaba sentada en una silla en ese cubículo, mi corazón saltaba de alegría dentro de mí. Dios lo hizo, ese Dios que prometió ser nuestro Padre y esposo cuando mi papá terrenal se fue al cielo, estaba cumpliendo y nos dejó con la boca abierta.

 

En medio de la pandemia y las consecuencias financieras derivadas, Dios me ha recordado ese milagro, ese movimiento divino que Él hizo y que resultaba inexplicable para esa ejecutiva experimentada.


Y también me ha invitado a volver a creer, a confiar en Sus jugadas milagrosas, en Sus sorpresas, en Su amor, en Su paternidad responsable.


Hoy por hoy, nuestros ingresos familiares se han reducido de forma drástica debido a la pandemia;  y si soy honesta, no tengo idea de cómo haremos para lograr ponernos al día con todo (incluida la casa); pero cuando comienzo a hacer números en mi cabeza y las palpitaciones se aceleran y el insomnio se asoma; mi Dios me recuerda esa oficina y a esa ejecutiva y me invita a creer que Él puede hacer lo que le plazca porque sigue siendo Dueño de todo y sigue teniendo recursos ilimitados; pero sobre todo, que sigue siendo mi Papá y cuida de mí.


¿Te está costando confiar? ¿Estás preocupado por tu situación financiera? Descansa, Dios sigue haciendo milagros y seguramente ya tiene nuestras respuestas en el horno. Pronto vamos a volver a testificar de Su provisión.


"Y ahora, que toda la gloria sea para Dios, quien puede lograr mucho más de lo que pudiéramos pedir o incluso imaginar mediante Su gran poder, que actúa en nosotros." Efesios 3:20 NTV

miércoles, 12 de agosto de 2020

El Salmo 119 y mi sorbete de Chocoalmendras

En mi país, la que a mi parecer es la mejor sorbetería, cerró desde que inició la cuarentena. Hace unos días descubrí que una sucursal del interior del país sí está funcionando y una persona está trayendo producto por encargo hasta la capital.

Así que encargué mi sabor favorito: chocoalmendras. Habíamos establecido un día de entrega y a última hora, me cancelaron. La espera se alargó 24 horas más.

Les confieso que no me aguantaba por probarlo. Casi lo podía saborear y planeaba comerme un vaso lleno de él.


*****


He estado leyendo los Salmos desde hace un par de meses, y justo me tocó leer el capítulo cuyo tema único es exaltar la Palabra de Dios el día que recibí mi anhelado sorbete. 


"En Tus decretos hallo mi deleite, y jamás olvidaré Tu Palabra. Tus estatutos son mi deleite; son también mis consejeros." Salmo 119:16, 24.


Mientras leía vino de la nada una pregunta a mi mente: ¿Me deleito en Su Palabra tanto como en comer ese sorbete?

Cualquiera puede decir que no hay parámetro de comparación, pero creo que sí lo hay...y es en el corazón. 


Me ha costado mucho a lo largo de los años disponer un tiempo con disciplina para leer la Biblia; muchas veces he leído para tachar un pendiente y para "cumplir" con la cuota diaria. Otras, ni siquiera recuerdo qué decía lo que leí ni me detengo a meditar aunque sea en UN versículo y así darle tiempo al Espíritu Santo para que me hable.


En realidad no, no me deleito en Su Palabra como debería. No disfruto cada probadita ni saboreo cada pedacito que leo. Les confieso que me como el sorbete con una cuchara pequeña, según yo para que me dure más...pero con la Palabra casi siempre corro. Estuve dispuesta a pagar extra para que alguien me trajera mi chocoalmendras hasta casa, pero muchos días saltarme la lectura de las Escrituras, no me duele nada.


Se trata del corazón...y mi corazón urge de deleitarse y saborear todos los tesoros que mi Dios ha dejado en Su Verdad, para nutrirme como es debido y para conducirme como le agrada a Él.


¿Qué hay de ti? ¿En qué te deleitas? 


Creo que este tiempo en el que casi no salimos de casa es muy apropiado para sumergirnos más en Su Palabra y encontrar que ella puede satisfacernos en cada área de nuestra vida. Solo siéntate, abre tu Biblia, dispón tu corazón, ora y empieza a deleitarte.


"¡Oh! cuánto amo yo Tu ley. Todo el día es ella mi meditación" Salmo 119:97

"Vivíficame oh Jehová conforme a Tu Palabra" Salmo 119:107