lunes, 15 de noviembre de 2021

Una Conversión Improbable

Nunca me había detenido a meditar en Hechos 16. No fue hasta hace unos días que quedé impactada por el relato de varias conversiones sucesivas.


Un centurión romano era alguien clasificado como de clase media. Contaba con un ingreso que le permitía vivir con solvencia. Aunque la Biblia no nos da mayores detalles, sabemos que el Espíritu Santo había comenzado a tocar muchos corazones en la ciudad de Filipos. La voz se había corrido y mucha gente había escuchado ya de Silas y Pablo.


Los "dueños" de una muchacha poseída por un espíritu de adivinación, habían tergiversado los hechos de su liberación, para acusar a estos dos misioneros falsamente (v.16-22). Como consecuencia, fueron a parar a la prisión (v.23).


Dios orquestaba soberanamente todos estos sucesos para llevar la salvación a un hombre: el centurión que cuidaba la cárcel. Este hombre era muy cumplido con su deber. Obedeció las órdenes y metió a Pablo y Silas en el calabozo de más adentro (del que era casi imposible salir) y además les colocó un cepo para mayor resguardo. (v.24).


La Biblia describe que a medianoche, mientras estos hombres de Dios cantaban y oraban en voz alta y el centurión dormía, sobrevino un terremoto. No sabemos con exactitud si el terremoto solo ocurrió en la cárcel o en la ciudad entera. Lo que sí es cierto, es que había sucedido algo extraordinario: las cadenas y celdas se abrieron por sí solas (v.25-26).


Considera que en ese sitio habían hombres que merecían estar allí. Pero Pablo y Silas, no. Si algunos merecían salir corriendo hacia su libertad, eran ellos. Sin embargo, como sabiendo que el Señor tenía un plan Mayor, se quedaron y sin duda, influyeron a que ninguno huyera.


Déjame contarte que de acuerdo a la tradición militar romana, un soldado que dejara escapar a un preso, debía pagar con su propia vida (Hch.12:19, 27:42). Por ello, entendemos que la primera reacción del centurión al despertar y ver las celdas abiertas, fue sacar su espada para acabar con su vida (v.27).


Estamos hablando de honor, de dignidad. 

Sin embargo, Pablo gritó desde el fondo: "¡No lo hagas! ¡Todos estamos acá!" (v.28).


No conocemos los detalles, pero sabemos que el Señor ya había elegido a este hombre y había preparado su corazón para este momento. Quizás escuchó que el Dios de Pablo y Silas hacía milagros. Tal vez vio algo diferente en sus miradas y en su forma de comportarse. O puede ser que les escuchó hablarle a otros pesos y ese mensaje tocó su vida. No lo sabemos con certeza; pero sabemos que el momento había llegado. 


"Entonces él pidió luz y se precipitó adentro, y temblando, se postró ante Pablo y Silas y después de sacarlos, dijo: 'Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?'. Ellos respondieron: 'Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo tú y toda tu casa'.." v.30-31 NBLA



Pablo y Silas le presentaron el Evangelio a él y a los de su casa (familia, huéspedes y siervos). Ellos creyeron y además, fueron bautizados. Y no solo eso, como un signo inmediato de su conversión, este hombre les lavó las heridas y les dio de comer a esos dos prisioneros (v.32-34).


¿No te parece increíble? Un soldado romano con cierto rango, lavando las heridas de estos dos hombres. Él no tenía porqué servirles, él tenía una imagen y un trabajo que cuidar. Podía meterse en problemas por ayudar y mostrar deferencia a estos dos hombres que la multitud había azotado y encarcelado.


Pero la Gracia irresistible había llegado a su vida y ese gozo no tenía comparación (v.34). Había cambiado para siempre. El que encarcelaba y velaba porque los malvados recibieran su merecido, se había dado cuenta de su propia maldad y que tampoco merecía misericordia. Ahora conocía la verdadera libertad, aquella que supera el ser sacado de un calabozo.

 

Lo que más me conmueve de este relato, es que muchas veces olvido que Dios sigue haciendo milagros de conversión. He considerado a muchas personas que conozco como "insalvables". Pero el Señor me recuerda en Su Palabra que a quién Él escoge se encarga de atraer, conquistar y salvar con Su Gracia inexplicable (Ef.1:4-7). Yo, al igual que Pablo y Silas, solo estoy llamada a hacer mi parte; el milagro de la salvación es obra Suya.


¿Por la conversión de qué persona debes orar hoy?