Trabajo
en un colegio, con niños de 7 a 12 años. Casi cada día al interactuar
con ellos, me divierto de sus ocurrencias o comentarios. Y muchas veces
me han dado lecciones sin saberlo.
Ahora,
durante uno de los recesos, encontré a un chico de 2º grado, Fernando
(a quién conozco desde que estaba en la panza de su mamá), y ví que
estaba parado afuera de la oficina mientras todos sus amigos jugaban o
comían.
Le dije sarcásticamente:
-¿Está aquí por bien portado?
Él sólo bajó su cabeza con pena y me dijo:
- No miss, estoy aquí por lo contrario.
En
el momento sonreí y pensé que él aún no entendía de sarcasmo. Pero
luego, medité en su reacción y realmente me conmovió. Por algo la Biblia
dice que debemos tener el corazón como un niño. Fernando se apenó
conmigo, por ser una de sus autoridades, y no se justificó, no le echó
la culpa a nadie más, simplemente admitió frente a mí que se había
portado mal.
Pienso
en cuántas veces corremos lejos de Dios, guardamos silencio y no le
buscamos, porque hemos fallado, porque la culpa o la vergüenza nos han
sobrepasado y creemos que no tenemos la solvencia moral para llegar a
Dios o pedirle algo.
Al
final, la verdad es que Dios ya lo sabe todo, conoce en detalle lo que
somos, hacemos, decimos, etc. Es tan fácil como llegar y decir "la regué", "lo siento".
Dicen que los niños siempre dicen la verdad...De eso se trata, ir a Dios y solamente decir la verdad de quiénes somos.
"Les aseguro que si ustedes no cambian y se vuelven como niños, no entrarán en el reino de los cielos. El más importante en el reino de los cielos es el que se humilla y se vuelve como este niño." Mateo 18:3-4 (DHH)
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario