lunes, 16 de diciembre de 2013

¿Dios no quiere que seamos "pediches"?

Visité a mis sobrinos la semana pasada. Ellos viven fuera del país y por eso trato de aprovechar cada momento cuando los veo.

Daniel de 6 años, el hermano mayor, estaba esperándome despierto la noche que llegué. Nos pusimos a colorear, escribir y leer juntos. De repente se me ocurrió decirle que escribiera la lista de cosas que quería pedirle a Jesús para Navidad. Él tomó una hoja, le puso su nombre y se quedó pensando mucho tiempo. Yo supuse que lo haría rápido y no le costaría nada escribirla. Sin embargo, tardó bastante tiempo mientras pensaba lo que quería. Luego, me dijo que su lista ya estaba terminada. Me sorprendí al leerla: 
- 2 Hot Wheels
- Crayones Nuevos


Si, eso era todo. Le pregunté varias veces si estaba seguro que era lo único que iba a pedir y me dijo que sí. Después, pegó su hoja en la pared para que Jesús la viera.

Al siguiente día, le pedí a  Raquel de 4 años que me dictara su lista para Navidad. Ella también me sorprendió porque casi de inmediato empezó a darme esa lista:
- 1 Barbie
- Ropa para sus bebés de juguete
- Un babero ( no me pregunten por qué, pero ella me lo dijo)
- Una tele para su cuarto (jajajaja)
- Leggins 
- Salchichas (si, leyeron bien...le pregunté varias veces y me dictó "salchichas")

Luego, reflexioné sobre lo que los dos niños habían pedido. Cada uno tuvo su forma particular de reaccionar y hacer su listado. Y me imagino que nosotros podemos parecernos a ellos con las peticiones o sueños que tenemos.

Quizá con Dios algunos somos como Daniel, no nos atrevemos a pedir aquello que queremos, o pedimos lo mínimo, o bien porque nos da pena parecer "pediches" o porque sentimos que somos muy pecadores y no nos merecemos pedir nada. Yo sé que mi sobrino está contento  con lo que tiene y no piensa que necesite nada más. Pero nosotros muchas veces no le pedimos nada a Dios porque creemos que ese sueño es inalcanzable, que las bendiciones llegan a aquellos que están más cerca de Él, o incluso pensamos que debemos portarnos bien primero antes de pedir cualquier cosa.

Yo pienso que Dios con su corazón de Papá, quiere que seamos como Raquel. Quiere que no dudemos que podemos pedir lo que sea, por muy loco que parezca. Quiere que le hablemos y le digamos lo que soñamos. Quiere que le contemos de manera natural todo lo que deseamos tener y alcanzar. ¿Por qué no? ¿Qué hay de malo en eso? Desechemos ese pensamiento legalista que nos dice que no hay que pedir mucho en nuestras oraciones. Yo creo que si tenemos una relación con Dios y nos comunicamos con Él, podemos con toda libertad decirle lo que necesitamos. Yo amo a mis sobrinos y me encantó que ellos me dejaran saber lo que desean para Navidad. Dios nos ama aún más, y creo que a Él también le encantaría que como niños le expresemos lo que deseamos.


¿Por qué no lo haces? ¿Qué te parece si haces ese listadito y se lo lees a Él? ¿Quién sabe?Puedes ser sorprendido en esta época de Navidad.

Mis sobrinos van a recibir lo que pidieron (a excepción de la tele para el cuarto de Raquel, obviamente!). Y tengo esperanza que yo también voy a recibir algo de lo que está en mi listita.

Atrévete. Haz tu listado sin pena para que Jesús lo lea.

"Y si sabemos que Dios oye todas nuestras oraciones, podemos estar seguros de que ya tenemos lo que le hemos pedido" 1 Juan 5:15 (NVI)

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Falsas Acusaciones

Crecí recordando algo que ocurrió cuando yo tenía como 4 años: Una tarde, mi hermano y yo jugábamos en la sala de la casa y mi mamá estaba en su cuarto con mi hermana menor que era una bebé.

Recuerdo que jugábamos con varias cosas, entre ellas una tijera. Yo tomé en algún momento la tijera y la siguiente imagen que tenía en mi mente era la pierna de mi hermano que sangraba a montones.  Él comenzó a gritar y mi mamá llegó corriendo.  Él le contó a mi mamá cómo yo lo había herido. Recuerdo que me pegaron bien fuerte y a él lo llevaron al hospital por la herida. Su cicatriz quedó ahí como un recordatorio de lo que yo le había hecho.


Años después, siendo ya universitarios, luego de un retiro de jóvenes de nuestra iglesia, mi hermano me dijo que tenía que pedirme perdón por algo. Él me confesó que esa herida en su pierna se la había causado él mismo accidentalmente al manipular la tijera. Siendo un niño, se asustó tanto al ver la sangre y sentir el dolor que lo único que se le ocurrió fue echarme la culpa a mí para que no lo castigaran a él. ¡Y vaya que le resultó!

En ese momento me causó mucha risa su confesión, no me sentí enojada ni resentida con él, aunque cada vez que puedo le cuento al mundo el engaño que viví.

Pero, lo que más puedo resaltar de todo esto es el hecho que yo verdaderamente CREÍ que era la culpable. No exagero al decirles que aunque yo no recordaba el momento exacto en el que le metí la tijera, estaba más que convencida que yo la había provocado. Y si mi hermano no hubiese confesado la verdad, yo hubiera muerto creyendo la historia de esa manera.

Y creo que esto sucede también en nuestra relación con Dios. Vivimos cargando la culpa de un error del pasado, acusándonos por haber fallado, lamentándonos por ese instante en el que metimos la pata, sintiéndonos indignos de ser amados o bendecidos, creyéndonos manchados de por vida.

Pero he aprendido que Dios no es  así, es suficiente con hablarle y admitir las fallas cometidas con toda honestidad, y Él da su perdón instantáneamente. No hay necesidad de vivir años sintiéndonos malos o pecadores, Dios ya se olvidó de lo que hicimos si ya pedimos perdón por ello, y con Él siempre hay borrón y cuenta nueva.

No sé cuáles son las situaciones de tu vida que te hacen sentir culpable o alejado de Dios, quizá tu falla te hizo perder algo o a alguien, y si fue así, lamento mucho que haya ocurrido de esa manera. Pero te animo a soltar la culpa, a dejar de acusarte una y otra vez. Ya pasó. El perdón de Dios sigue disponible para ti, y si ya confesaste tu error, no dejes que se te acuse falsamente.

A mí me tomó muchos años darme cuenta que yo no había herido a mi hermano, espero que tú no dejes pasar tanto tiempo para acercarte a Dios y recibir Su perdón.


 Pero si reconocemos ante Dios que hemos pecado, podemos estar seguros de que Él, que es justo, nos perdonará y nos limpiará de toda maldad” 1 Juan 1:9 (TLA)