Crecí recordando algo que ocurrió cuando yo
tenía como 4 años: Una tarde, mi hermano y yo jugábamos en la sala de la casa y
mi mamá estaba en su cuarto con mi hermana menor que era una bebé.
Recuerdo que jugábamos con varias cosas, entre
ellas una tijera. Yo tomé en algún momento la tijera y la siguiente imagen que
tenía en mi mente era la pierna de mi hermano que sangraba a montones. Él comenzó a gritar y mi mamá llegó
corriendo. Él le contó a mi mamá cómo yo
lo había herido. Recuerdo que me pegaron bien fuerte y a él lo llevaron al
hospital por la herida. Su cicatriz quedó ahí como un recordatorio de lo que yo
le había hecho.
Años después, siendo ya universitarios, luego
de un retiro de jóvenes de nuestra iglesia, mi hermano me dijo que tenía que
pedirme perdón por algo. Él me confesó que esa herida en su pierna se la había
causado él mismo accidentalmente al manipular la tijera. Siendo un niño, se
asustó tanto al ver la sangre y sentir el dolor que lo único que se le ocurrió
fue echarme la culpa a mí para que no lo castigaran a él. ¡Y vaya que le
resultó!
En ese momento me causó mucha risa su
confesión, no me sentí enojada ni resentida con él, aunque cada vez que puedo
le cuento al mundo el engaño que viví.
Pero, lo que más puedo resaltar de todo esto
es el hecho que yo verdaderamente CREÍ que era la culpable. No exagero al
decirles que aunque yo no recordaba el momento exacto en el que le metí la
tijera, estaba más que convencida que yo la había provocado. Y si mi hermano no
hubiese confesado la verdad, yo hubiera muerto creyendo la historia de esa
manera.
Y creo que esto sucede también en nuestra
relación con Dios. Vivimos cargando la culpa de un error del pasado,
acusándonos por haber fallado, lamentándonos por ese instante en el que metimos
la pata, sintiéndonos indignos de ser amados o bendecidos, creyéndonos
manchados de por vida.
Pero he aprendido que Dios no es así, es suficiente con hablarle y admitir las
fallas cometidas con toda honestidad, y Él da su perdón instantáneamente. No
hay necesidad de vivir años sintiéndonos malos o pecadores, Dios ya se olvidó
de lo que hicimos si ya pedimos perdón por ello, y con Él siempre hay borrón y
cuenta nueva.
No sé cuáles son las situaciones de tu vida
que te hacen sentir culpable o alejado de Dios, quizá tu falla te hizo perder
algo o a alguien, y si fue así, lamento mucho que haya ocurrido de esa manera.
Pero te animo a soltar la culpa, a dejar de acusarte una y otra vez. Ya pasó. El
perdón de Dios sigue disponible para ti, y si ya confesaste tu error, no dejes
que se te acuse falsamente.
A mí me tomó muchos años darme cuenta que yo
no había herido a mi hermano, espero que tú no dejes pasar tanto tiempo para
acercarte a Dios y recibir Su perdón.
“ Pero si reconocemos ante Dios que hemos pecado,
podemos estar seguros de que Él, que es justo, nos perdonará y nos limpiará de
toda maldad” 1 Juan 1:9 (TLA)
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