Siento una empatía especial por ustedes, pues siempre he estado rodeada de mujeres que han perdido a sus esposos. Mi familia vivió de cerca la muerte de un par de hombres que dejó muy golpeadas a sus familias. Pero todo cambió cuando mi mamá se convirtió en una de ustedes. Como todo fue repentino, pienso que el golpe fue mayor.
Quiero contarles que recuerdo perfectamente el torbellino de emociones cuando recibimos la noticia del accidente de tránsito que mató a mi papá de inmediato. Recuerdo que llegaron muchas personas a mi casa, a medida la mala noticia se corría. Sobre todo recuerdo a esas dos viudas a las que habíamos apoyado años atrás, al lado de mi mamá, viviendo ahora el otro lado de la moneda, simplemente estando ahí. Después entendería lo valioso que eso es...estar ahí.
Las primeras semanas de duelo se trataron de mi mamá. No dejarla sola, hacer algo para que se sintiera mejor, orar y orar. La mayor parte del tiempo me sentía responsable por ella. Creía que era mi labor esforzarme por hacer algo para ayudarla.
Sin embargo, todavía recuerdo un momento que lo cambió todo. Fue durante una reunión de jóvenes, a la que llegué muy cargada por el dolor y la incertidumbre que conllevaban haber perdido a mi papá. Estaba orando-bueno, llorando sobre todo-cuando Dios de forma clara, como pocas veces me ha ocurrido, trajo un pensamiento a mi mente:
"Ahora que tu papá no está, soy Yo el que ha hecho los votos matrimoniales con tu mamá. Yo he jurado amarla, serle Fiel, estar con ella en las alegrías y las tristezas, en la salud y en la enfermedad, en prosperidad y en escasez...Yo soy su esposo..."
De verdad, eso lo cambió todo. El Señor se aseguró de que yo supiera que no era mi trabajo "hacerme cargo" de mi mami, sino Suyo.
Por eso hoy quiero escribirte para recordarte, que cualquiera que sean las circunstancias en las que perdiste a tu pareja, o los años que tengas sola, Dios está contigo.
Quiero decirte que te admiro por ser una mujer fuerte. Sé que el Señor no nos da pruebas que no seamos capaces de llevar, así que ser una mujer viuda te convierte en súper mujer para mí.
Probablemente estás llena de preguntas. Quizá incluso resientes que Dios se haya llevado a tu esposo. Yo no puedo garantizarte que algún día obtendrás todas las respuestas que quieres, lo que sí puedo decirte, es que le he visto a Él, sostener la vida de mi mamá y de otras viudas más, UN DÍA A LA VEZ, UNA PRUEBA A LA VEZ.
En mi familia han habido momentos duros, no lo puedo negar. Mi mamá ha estado hospitalizada varias veces después de perder a mi papá, en algún momento nos dieron un plazo para desalojar la casa que rentábamos y la vi muy angustiada, han habido momentos en que el dinero no alcanza como quisiéramos, gente que supuestamente le eran leales le han fallado, personas que juraron estar con nosotros por amor a mi papá, simplemente desaparecieron...y podría continuar enumerando cosas.
Pero, el objetivo de escribirte hoy es afirmarte de parte del Señor que no estás sola. No, no lo estás. Dios tiene cuidado de ti, de tus hijos -cualquiera que sea la edad de ellos-, de tus deudas, de tus compromisos económicos, de tu salud, de tu futuro. Entrega cada una de tus preguntas, todos los "¿y que si...?", todos tus miedos, todo.
Hay promesas especiales en la Biblia, reservadas solamente para las mujeres que han perdido a su pareja. Tú eres receptora de ellas. Conócelas, memorízalas, aférrate a ellas, vive con ellas, reclámalas sin reparo. ¡Son tuyas! ¡Fueron escritas para ti! ¡Te pertenecen!
Te reitero que desde el momento en que perdiste a tu esposo, Dios hizo sus votos matrimoniales contigo. Los mismos votos que hizo con mi mamá hace casi 10 años. Él ha jurado amarte, serte fiel, estar contigo en las alegrías y las tristezas, en la salud y en la enfermedad, en prosperidad y en escasez...Él es tu esposo.
¿Y sabes cuál es la mejor parte de esos votos? Que el "hasta que la muerte nos separe" no existe. Vas a estar con Él para siempre.
Oro porque conozcas ese lado de Dios, que mi mamá ha conocido, y que vivas cada día como la esposa del mejor esposo del mundo.
Un abrazo para ti, mujer valiente. El Favor, la Gracia y el Amor apasionado de Tu hacedor están sobre ti.
Con cariño, Dome
"Dios, que vive en Su santo templo, cuida a los huérfanos y defiende a las viudas" Salmos 68:5 TLA
"El Señor acaba con las posesiones del orgulloso, pero protege las posesiones de la viuda" Proverbios 15:25 PDT
"El Señor protege a los extranjeros y sostiene a los huérfanos y a las viudas" Salmos 146:9 DHH
"No temas, ya no vivirás avergonzada. No tengas temor, no habrá más deshonra para ti. Ya no recordarás la vergüenza de tu juventud ni las tristezas de tu viudez. Pues tu Creador será tu marido; ¡el Señor de los Ejércitos Celestiales es Su nombre! Él es tu Redentor, el Santo de Israel, el Dios de toda la tierra" Isaías 54:4-5 NTV
domingo, 24 de enero de 2016
sábado, 16 de enero de 2016
¿Confías en mí?
El año escolar acaba de iniciar. Los niños ya llegaron y esa convivencia que tanto disfruto, ha comenzado también.
Cada año hay cambios; a veces pequeños, a veces significativos. Hay decisiones que se toman en consenso con el equipo docente, por estrategia disciplinaria o académica y que pueden afectar a más de alguno.
Esta vez, en medio del ajetreo del primer día de clases, una maestra me interceptó para decirme que un chico no quería entrar a su salón. Y que ni ella ni la mamá habían logrado que entrara. Es más, se había ido a meter a otra aula, donde sus antiguos compañeros estaban.
Me dirigí al aula en la que el niño estaba y le pedí que saliera con todas sus cosas. Él fue muy obediente y lo hizo de inmediato. Pero antes de que entrara al aula que le correspondía, quise conversar con él.
Estábamos en el pasillo y yo me arrodillé, de tal manera que pudiéramos estar frente a frente. Solo dije unas cuantas palabras y sus ojitos de inmediato se llenaron de lágrimas. Éstas empezaron a salir sin parar y honestamente me conmovió muchísimo. Él es un niño fuerte, enérgico, muy activo, de carácter firme, por lo que nunca imaginé que reaccionaría de esa manera. Yo le limpiaba su carita mientras trataba de encontrar las mejores palabras para que él entendiera el por qué de este cambio. Noté que su mamá estaba escondida viendo lo que pasaba, con una preocupación natural al saber que su hijo no la estaba pasando bien.
Yo le pedía que me viera a los ojos, él me esquivaba, como dolido conmigo. No recuerdo con exactitud lo que le dije, pero me esforcé en dejarle claro que no era un castigo, que no había hecho nada malo, que estábamos pensando en lo mejor para él, que creíamos que ese cambio le sentaría bien. No puedo explicar cómo, pero empezó a mirarme intermitentemente-como que mis argumentos estaban funcionando- y finalmente le dije "te pido que confíes en mí, yo no voy a tomar una decisión que te haga daño"
Debo admitir que ya no tenía nada que decirle y él seguía sin moverse, con menos lágrimas, pero inmóvil. Luego, le pregunté sin pensarlo mucho "¿confías en mí?" Él, se quedó pensando por unos segundos, que para mí fueron eternos...pero, de pronto movió su cabeza y sin decir una palabra, afirmó que sí.
No saben lo enternecedor e importante que fue. Él estaba confiando en mí! ¿Saben lo significativo que eso es para un niño de 8 años? Yo le pedí que me dejara abrazarlo. Lo apreté mucho. Era mi forma de decirle que valoraba su confianza y que lo quería, porque en realidad es así, es un niño al que quiero mucho.
Por fin entró a su aula muy calmado. Y estuve pendiente el resto del día. Sé que le tomará un tiempo adaptarse y hacerse de nuevos amigos, pero también sé que no es una decisión arbitraria o carente de criterio, sino pensando en su bienestar. Si él pudiera tener la perspectiva que nosotros como docentes tenemos, estoy segura que entendería todo.
Anoche, fui a correr un poco para liberar el estrés del día ajetreado que tuve. Mientras recordaba lo ocurrido, no saben cómo me sentí. En ese lapso en el que sólo éramos Dios y yo corriendo, tuve muchas ganas de llorar. Así, de la nada, sin más. Y fue porque yo he sido ese chico muchas veces. Es más, yo creo que todos hemos sido este chico alguna vez.
No nos parece lo que Dios ha decidido en nuestra vida. Nos rehusamos a los cambios que duelen. Nos resentimos con Él y no queremos ni hablarle. Creemos que nos ha fallado. Sentimos que lo que nos ha ocurrido es demasiado para enfrentarlo. Tenemos tantas preguntas por esos desvíos inesperados en la vida...Y nuestro Dios, tan Fiel como es, está ahí hablándonos, pidiéndonos que confiemos en Su voluntad, rogándonos que le veamos, tratando de convencernos que todo ese dolor tiene un propósito, diciéndonos que Él tiene una perspectiva que nosotros no tenemos, que sólo es cuestión de tiempo para que veamos las cosas mejorar, está recordándonos que nos ama y que Sus planes jamás nos harán daño.
Desconozco tu situación actual. Quizás estás como mi estudiante, llorando, sin entender lo que está pasando, negándote a someterte a Su voluntad, dolido, lleno de incertidumbre...pero aunque no puedas verlo por ahora, te aseguro que tu Dios, tu Papá, está frente a ti, diciéndote "te pido que confíes en mí, yo no voy a tomar una decisión que te haga daño". Él está preguntándote "¿confías en mí?"
Espero que como este chico, puedas responderle que SI.
"El Señor le dijo: <<Confía en Mí, porque Yo estoy contigo>>" Jueces 6:16 RVC
"Yo sé lo que estoy haciendo. Tengo todo resuelto-son planes para cuidarte, no para abandonarte, planes para darte el futuro que esperas" Jeremías 29:11 (The Message Version-Traducción Personal)
Cada año hay cambios; a veces pequeños, a veces significativos. Hay decisiones que se toman en consenso con el equipo docente, por estrategia disciplinaria o académica y que pueden afectar a más de alguno.
Esta vez, en medio del ajetreo del primer día de clases, una maestra me interceptó para decirme que un chico no quería entrar a su salón. Y que ni ella ni la mamá habían logrado que entrara. Es más, se había ido a meter a otra aula, donde sus antiguos compañeros estaban.
Me dirigí al aula en la que el niño estaba y le pedí que saliera con todas sus cosas. Él fue muy obediente y lo hizo de inmediato. Pero antes de que entrara al aula que le correspondía, quise conversar con él.
Estábamos en el pasillo y yo me arrodillé, de tal manera que pudiéramos estar frente a frente. Solo dije unas cuantas palabras y sus ojitos de inmediato se llenaron de lágrimas. Éstas empezaron a salir sin parar y honestamente me conmovió muchísimo. Él es un niño fuerte, enérgico, muy activo, de carácter firme, por lo que nunca imaginé que reaccionaría de esa manera. Yo le limpiaba su carita mientras trataba de encontrar las mejores palabras para que él entendiera el por qué de este cambio. Noté que su mamá estaba escondida viendo lo que pasaba, con una preocupación natural al saber que su hijo no la estaba pasando bien.
Yo le pedía que me viera a los ojos, él me esquivaba, como dolido conmigo. No recuerdo con exactitud lo que le dije, pero me esforcé en dejarle claro que no era un castigo, que no había hecho nada malo, que estábamos pensando en lo mejor para él, que creíamos que ese cambio le sentaría bien. No puedo explicar cómo, pero empezó a mirarme intermitentemente-como que mis argumentos estaban funcionando- y finalmente le dije "te pido que confíes en mí, yo no voy a tomar una decisión que te haga daño"
Debo admitir que ya no tenía nada que decirle y él seguía sin moverse, con menos lágrimas, pero inmóvil. Luego, le pregunté sin pensarlo mucho "¿confías en mí?" Él, se quedó pensando por unos segundos, que para mí fueron eternos...pero, de pronto movió su cabeza y sin decir una palabra, afirmó que sí.
No saben lo enternecedor e importante que fue. Él estaba confiando en mí! ¿Saben lo significativo que eso es para un niño de 8 años? Yo le pedí que me dejara abrazarlo. Lo apreté mucho. Era mi forma de decirle que valoraba su confianza y que lo quería, porque en realidad es así, es un niño al que quiero mucho.
Por fin entró a su aula muy calmado. Y estuve pendiente el resto del día. Sé que le tomará un tiempo adaptarse y hacerse de nuevos amigos, pero también sé que no es una decisión arbitraria o carente de criterio, sino pensando en su bienestar. Si él pudiera tener la perspectiva que nosotros como docentes tenemos, estoy segura que entendería todo.
Anoche, fui a correr un poco para liberar el estrés del día ajetreado que tuve. Mientras recordaba lo ocurrido, no saben cómo me sentí. En ese lapso en el que sólo éramos Dios y yo corriendo, tuve muchas ganas de llorar. Así, de la nada, sin más. Y fue porque yo he sido ese chico muchas veces. Es más, yo creo que todos hemos sido este chico alguna vez.
No nos parece lo que Dios ha decidido en nuestra vida. Nos rehusamos a los cambios que duelen. Nos resentimos con Él y no queremos ni hablarle. Creemos que nos ha fallado. Sentimos que lo que nos ha ocurrido es demasiado para enfrentarlo. Tenemos tantas preguntas por esos desvíos inesperados en la vida...Y nuestro Dios, tan Fiel como es, está ahí hablándonos, pidiéndonos que confiemos en Su voluntad, rogándonos que le veamos, tratando de convencernos que todo ese dolor tiene un propósito, diciéndonos que Él tiene una perspectiva que nosotros no tenemos, que sólo es cuestión de tiempo para que veamos las cosas mejorar, está recordándonos que nos ama y que Sus planes jamás nos harán daño.
Desconozco tu situación actual. Quizás estás como mi estudiante, llorando, sin entender lo que está pasando, negándote a someterte a Su voluntad, dolido, lleno de incertidumbre...pero aunque no puedas verlo por ahora, te aseguro que tu Dios, tu Papá, está frente a ti, diciéndote "te pido que confíes en mí, yo no voy a tomar una decisión que te haga daño". Él está preguntándote "¿confías en mí?"
Espero que como este chico, puedas responderle que SI.
"El Señor le dijo: <<Confía en Mí, porque Yo estoy contigo>>" Jueces 6:16 RVC
"Yo sé lo que estoy haciendo. Tengo todo resuelto-son planes para cuidarte, no para abandonarte, planes para darte el futuro que esperas" Jeremías 29:11 (The Message Version-Traducción Personal)
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