(Calle al Cementerio General de Guaymango, Ahuachapán)
A mí me encantaba ir a Guaymango. Primero porque salíamos de la rutina, luego porque comíamos bastante y de todo lo que queríamos y también porque nos consentían mucho. Pero había una cosa que no me gustaba, usualmente cuando llegaba la noche. Y era que el baño de esa casa quedaba afuera, en el patio. Y si yo quería ir al baño a media noche, lo cual era seguro que iba a pasar, me tocaba salir del cuarto, caminar en medio de esa casota con una lámpara en mano, bajar unas gradas para llegar a una salita, luego seguir caminando hasta la cocina y bajar otras gradas más adelante, para finalmente llegar al patio donde estaba el baño. Pero en el patio siempre se veían sombras, oía ruidos extraños, las hojas de los árboles se movían de forma sospechosa y todo estaba negro.
Debo admitirlo, daba terror. Lo intenté un par de veces y me asusté mucho. Creo que de hecho una vez me hice pipí en la pijama con tal de no salir y recorrer ese largo camino. Para una niña como lo era yo en esa época, era un enorme reto que requería mucho coraje, y obviamente no lo superé. Recuerdo muy bien como yo en mi casa podía ir al baño sola durante la noche sin problemas; pero ir al baño de la tía Delmy, eso si daba miedo.
Después la familia tomó otras medidas, como poner una bacinica adentro del cuarto o ponernos plástico en las camas, solo por si acaso nos hacíamos durante la noche. En otras ocasiones, mis papás se levantaban y nos llevaban al baño y así todo era más fácil.
Dejamos de ir a Guaymango por varios años. Y cuando regresé ya estando en la universidad, me volví a hospedar en casa de tía Delmy. Y aunque le habían hecho modificaciones a la casa, hice un recorrido en ella. Y me llamó mucho la atención que ese largo camino que yo recordaba para ir al baño, no eran más que unos cuantos metros. De niña me parecían kilómetros, pero ahora perfectamente podía levantarme en la noche e ir a ese lugar sin miedo. Bueno, y debo decir que ya habían construído baños adentro de la casa también!
Cada vez que leo o escucho algo sobre el temor recuerdo esa percepción que yo tuve por mucho tiempo. El temor es así, se muestra como un gigante, tan real, tan poderoso, tan presente. Es capaz de paralizarte, convenciéndote que algo malo, lo más malo que puedas imaginar, va a ocurrir sin duda. Tiene el poder de hacerte perder la paz; de afectar tu humor, tus relaciones, tu cuerpo; de generar una serie de interrogantes sobre el papel que juega Dios en todo eso.
¿Te ha pasado? ¿Te está pasando?
Cuando me descubro llena de miedo acerca de situaciones como enfermedades graves, la inseguridad del país, protección de mi familia, estabilidad económica y el futuro en general; siento que Dios me recuerda ese baño en esa casa en Guaymango. Pensar en ello es un recordatorio que con frecuencia los temores son enormemente más grandes que la realidad. Pensar en ese camino hacia ese baño me parece que es la voz de Dios diciéndome: "pronto vas a darte cuenta que aquello que te ha llenado de temor por un tiempo, luego va a parecerte cosa de niños, y no vas a poder creer que le temías a algo que en realidad no era tan grande"
Quizá has estado enfrentando un temor recientemente, quizá el camino a recorrer te parece imposible de cruzar, quizá "ese baño" luce inalcanzable y mejor ni lo intentas. Ahora yo te invito a confiar, a dejar que tu Padre Celestial camine contigo, como mis papás lo hacían, para que no tengas miedo de nada. Y aún cuando el recorrido parece larguísimo y está todo oscuro, debes saber que se te está cuidando. Dios es más grande que tu temor.
"Puedo cruzar lugares peligrosos y no tener miedo de nada, porque Tú eres mi pastor y siempre estás a mi lado; me guías por el buen camino y me llenas de confianza" Salmos 23:4 (TLA)
"El Señor está conmigo; no tengo miedo. ¿Qué me puede hacer el hombre?" Salmos 118:6 (DHH)
"No tengas miedo, pues Yo estoy contigo; no temas, pues yo soy tu Dios. Yo te doy fuerzas, Yo te ayudo, Yo te sostengo con mi mano victoriosa" Isaías 41:10 (DHH)
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