A pocos metros de mi casa hay un terreno de buen tamaño que ha estado deshabitado varios años. Recientemente supimos que alguien ya lo había comprado y comenzamos a ver labores de limpieza y preparación del mismo, pues al parecer construirán unos apartamentos en ese espacio.
Lamenté mucho que un árbol de cedro muy grande y antiguo fuera cortado. ¿Por qué no pudieron pensar en una forma creativa de construir sin quitarlo? Pero bueno, hace unos días el ruido estresante de una sierra me tenía impaciente. Después de un par de horas salí de mi casa y observé a un grupo de varias personas afuera del terreno en mención. Noté que esperaban turno para llevarse trozos de la valiosa madera que un árbol de tal naturaleza puede ofrecer.
Les confieso que me dio una leve indignación, primero por la destrucción del árbol y segundo, por ver el provecho que esta gente estaba sacando de él. Ni habían terminado de cortar el árbol con la sierra, cuando ya varios estaban buscando beneficiarse de su destrucción.
La persona con la que iba en ese momento expresó al ver la escena: "Aquí se cumple que todos hacen leña del caído".
De inmediato me puse a pensar en algunos hermanos y amigos que he conocido y que han estado en esa situación alguna vez. Debo admitir que yo he sido una juez muy dura en muchas ocasiones. Me he sentado en el estrado, con el mazo que ellos usan y he dictado sentencia bien rápido y de forma implacable: pecador, débil, presa fácil de la tentación, infiel, desobediente, cristiano aguado, inmerecedor de gracia, manchado, sucio, insalvable.
La verdad es que yo no tengo derecho a hacer leña de la caída de nadie, menos de un hermano de la fe. He pecado en hablar con gente de 'confianza' acerca del error de algún miembro de la congregación y he emitido mis juicios velozmente; otra veces, de forma silenciosa he sacado conclusiones de la caída de estas personas, pero eso no es menos pecado.
Dios usó una experiencia personal hace algunos años para demostrarme que no soy mejor cristiana ni más fuerte que nadie. Le desobedecí abiertamente tomando mis propias decisiones en contra de Su voluntad. Le fallé muchas veces durante ese proceso. Sé que cuando ignoras la voz de Su Espíritu llamándote a dejar la tentación, es solo cuestión de tiempo para que el espiral del pecado sea cada vez más profundo y más enredado. Agradezco infinitamente Su providencia, que literalmente me rescató de ahí antes de caer más hondo y que no hubiera vuelta atrás.
¿Qué aprendí de eso? Muchísimas cosas, pero una bien simple es la que quiero destacar hoy. Es BIEN fácil caer. Nadie entra a una vida de pecado en un solo paso. Vas cayendo poco a poco, vas cediendo terreno metro a metro, vas bajando la guardia día a día, vas alejándote del Señor una falla a la vez...y de pronto, ya no puedes salir, ya es demasiado tarde, ya estás hundido en el lodo, ya tu doble vida salió a la luz, ya el daño a los que amas ha sido causado, ya la culpa ha inundado tu corazón.
La semana pasada coincidí con un hermano que cometió una gravísima falla moral hace varios años. Cuando le vi, sentí que Dios me ordenó abrazarlo y decirle que me perdonara sin dar mayores explicaciones. Sólo hice la primera parte, me corté. Lo abracé muy fuerte pero no dije una palabra. Mi orgullo me ganó. Pedir perdón era admitir que yo fui uno de sus verdugos cuando le vimos irse de la iglesia. No he estado en paz desde ese día. Dios no me ha dejado en paz mejor dicho. He orado por encontrarlo de nuevo. Sé que sucederá. Por mi bien espero que así sea.
Cada una de nuestras iglesias tienen sus estatutos y procedimientos para disciplinar y ayudar a los hermanos que caen. Pero cada uno de nosotros, de forma personal puede hacer muchas cosas. Lo primero es orar por ellos. Que no nos gane nuestra ilusión de santidad propia, oremos por ellos como si se tratara de nuestro mejor amigo o hermano de sangre. Segundo, si fuese posible, ofrezcamos estar ahí para ellos, o al menos aconsejémosles buscar la restauración con las autoridades eclesiásticas correspondientes. Por último, cuidémonos nosotros, recuerda que es BIEN fácil caer. Ninguno de nosotros está libre de fallar.
La próxima vez que veas a un hermano en la fe caer, no seas de los que corren a sacar leña de ellos, mas bien, cúbreles- en oración, con sabios consejos- y deja que sean Dios y los líderes indicados quienes traten con ellos, les disciplinen y les restauren.
Quitémonos del estrado, soltemos el mazo...el puesto de juez no nos pertenece.
"Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo" Gálatas 6:1-2 RVR60
"Así que, los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos" Romanos 15:1 RVR60
"No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor." Romanos 13:8,10 RVR60
"Por lo tanto, si alguien piensa que está firme, tenga cuidado de no caer" 1 Corintios 10:12 NVI
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