jueves, 30 de agosto de 2018

A mis hermanos que "están lejos".

Tengo días con una carga. Sin proponérmelo, he conocido varias historias de personas que por una u otra razón han dejado de congregarse; han puesto una brecha entre la vida en la iglesia y sus vidas actuales o simplemente se han 'enfriado'.

A muchas de estas personas ni siquiera las conozco, sólo sé sus historias. 

Esta vez quiero escribirles a ustedes, mis hermanos en la fe. Si, siguen siendo mis hermanos y merecen todo mi amor y gracia.


Yo también he estado en esa situación; cuando sutilmente, sin darte cuenta, vas bajando la guardia y descuidando tu relación con Dios...y de pronto, Él ya no es una prioridad en tu vida, ya no le anhelas desesperadamente, ya no te hace falta ir a Su casa, y crecer espiritualmente ya no es importante.

Cada uno sabe cómo está su corazón; yo no puedo juzgar o señalar a aquellos que ya viven sus días separados de Dios, Su Palabra o Su congregación. Mas bien, quiero reiterar cuán amado eres. 

Si un día estuviste en una iglesia sirviendo al Señor,  si tuviste una época en la que hablar con Dios era algo habitual para ti, si incluso llevaste a otros al Evangelio, si en el pasado anhelabas marcar la diferencia y dedicarte por completo al Señor; quiero recordarte que fuiste escogido, atraído y llamado por nuestro Padre (Efesios 1:4-5) y eso no ha cambiado.


¿Recuerdas cuando llorabas en Su presencia por el profundo agradecimiento que tenías para Él? ¿Te acuerdas cuando no te importaba madrugar o desvelarte con tal de servirle? ¿Ya olvidaste el fuego en tu corazón que te impulsaba a hablar de Él? ¿Ya no te aferras a Sus promesas que te sostuvieron en el pasado? ¿Dejaste atrás aquellos sueños locos de tener un ministerio a tiempo completo? ¿Desechaste ya Su llamado?

Probablemente seas de los que afirman seguir amando a Dios y teniendo fe en Él, a pesar de que dejaste tu iglesia y tu ministerio; sin embargo, te recuerdo que amarle implica obedecerle, y viviendo tu vida 'secularmente', sin un ápice de Él, no le honra y no refleja ese amor y esa fe que profesas conservar.

Tengo plena certeza, que Dios es su Soberanía hará lo que sea para atraerte de nuevo, para preservarte y cumplir Su propósito en ti (Salmo 138:8). Lo sé, porque lo he visto en gente cercana. Pero deseo que ese re-llamado sea lo menos doloroso para ti. Deseo que no sufras y por eso escribo hoy.

No es casualidad que estés leyendo esto. Es tiempo de hacer una pausa y evaluar tu vida. Ya no huyas más, ya no pospongas. Sé que Su Espíritu Santo te ha incomodado, sé que esa frialdad es insostenible, sé que no estás pecando en paz, sé que en esos momentos a solas te desconoces a ti mismo, sé que piensas que no hay vuelta atrás, sé que no te explicas cómo llegaste allí.

Pero te recuerdo que Su gracia sigue vigente. Su amor no ha disminuido, Sus brazos siguen abiertos, Su Espíritu sigue anhelándote celosamente (Santiago 4:5), Su llamado sigue en firme (Romanos 11:29), Sus promesas no caducaron cuando te fuiste, Su mesa sigue teniendo un puesto con tu nombre.

Te suplico que ya no le evadas. Reconoce que tu estilo de vida no te satisface. Admite que ya no puedes más. Busca a tus líderes de inmediato, vence tu miedo y cruza la puerta de tu iglesia el próximo domingo, manda ese mensaje a ese buen amigo que ama al Señor y que dejaste de ver cuando te fuiste, abre tu boca y habla con tu Padre, vuelve a orar aunque no sepas qué decir. ¡Pero hazlo ya!.

Te garantizo que serás cubierto de gracia. Te aseguro que habrá fiesta cuando regreses (Lucas 15:32). 

Te esperamos hermano...


"Entonces regresó a la casa de su padre, y cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio llegar. Lleno de amor y compasión, corrió hacia su hijo, lo abrazó y lo besó." Lucas 15:20 NTV

"Al que a Mí viene, no le echo fuera" Juan 6:37 RVR60

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