Casi no veo televisión. Pero hace poco me detuve a ver un capítulo de ese reality show que pasan en el cable. Básicamente se trata de personas que por diferentes circunstancias en su vida empiezan a acumular cualquier cantidad y clase de cosas.
Vi el caso de una señora que vivió de una relación abusiva a otra. Su última pareja además de maltratarla, le fue infiel. En venganza, ella decidió usar las tarjetas de crédito que él pagaba, para comprar sin reparos. Allí comenzó su hábito de acumular. Lo hacía para mitigar ese dolor emocional que nunca aprendió a manejar.
Ese hombre la dejó hace años. Ella ahora es una anciana que vive sola rodeada de cosas inservibles, cosas nuevas que nunca utilizó, basura que nunca saca de casa y encima de eso, con muchos perros que ensucian por doquier; obviamente, eso nunca se limpia.
Sus hijas fueron entrevistadas. A pesar de varios intentos no han logrado convencer a su mamá de limpiar y ordenar su casa o de aceptar ayuda profesional.
Para el público es evidente que esa señora tiene asuntos no resueltos de su pasado. La compulsión de acumular cosas es solo la cara externa de su realidad. Esa casa en la que apenas hay espacio para caminar, esos platos sucios de meses atrás, las heces de sus mascotas abajo de la alfombra...son todos síntomas de una enfermedad más profunda.
Pero Dios me ha hecho entender que habemos muchos acumuladores en el alma. Esa compulsión es más difícil de detectar, porque nadie la mira; pero está ahí.
Muchos empezamos como esa mujer; cierto dolorcito que no pudimos manejar y lo dejamos ahí, a un lado, para ponerle atención después...luego, vino esa relación que nos dañó; después, esas palabras que nos marcaron para siempre; esa traición que nos mutiló por dentro; ese resentimiento al que nunca le dimos el tratamiento adecuado...sin darnos cuenta, por dentro estamos tan llenos de cosas que hemos ido acumulando, nos acostumbramos a vivir con todo eso y ya no sabemos cómo sanar.
En mi caso, el Señor me ha estado recordando una y otra vez que debo dejar esa compulsión de tener "guardaditos" contra otros. Para ser honesta, me cuesta horrores. Pero ya no quiero vivir así; quiero experimentar la verdadera sanidad y libertad que trae únicamente Cristo y estoy en el proceso de aceptar que no hay otra alternativa más que dejarlo a Él limpiar a través del perdón.
Quiero que el Espíritu Santo, que vive dentro mio (1 Corintios 3:16), pueda desplazarse sin estorbos en mi alma, mi mente y mi corazón. Quiero disfrutar las relaciones sanas y edificantes que por Su gracia tengo sin llenarlas de la basura que otras relaciones dejaron. Quiero servir a otros con libertad, sin sentir que hay demasiada suciedad escondida en mi vida. Quiero ver hacia el pasado y no encontrar pilas y pilas de memorias dolorosas que fui dejando esparcidas por aquí y allá.
La única manera para que eso suceda es admitiendo todo lo que he estado acumulando. "Pero si reconocemos ante Dios que hemos pecado, podemos estar seguros de que Él quien es justo, nos perdonará y nos limpiará de toda maldad." 1 Juan 1:9 TLA.
Otra, es ponerme en evidencia con otros y pedir ayuda de ser necesario. "Confesaos vuestras ofensas unos a otros; y orad unos por otros, para que seáis sanados" Santiago 5:16
Sé que el dolor puede ser agudo, sé que puedes pensar que nunca lograrás soltar ese resentimiento, sé que probablemente no quieras hacerlo, sé que perdonar ni siquiera se te pasa por la cabeza...pero repito, es la única forma para que seamos verdaderamente libres.
El Señor es experto en limpiar, liberar, sanar y traer orden a almas acumuladoras como la mía. Sólo acepta Su ayuda. Él se encargará de sacudir hasta el último rincón y lo hará con amor.
¿Qué hay acumulado en tu alma?
"Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial" Mateo 6:14
sábado, 6 de octubre de 2018
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