Gracias a Dios tengo la oportunidad de estar enseñando de nuevo en un aula. Y yo siempre he afirmado que los niños son los que mejores lecciones me dan.
Así que esta semana escuché disimuladamente una plática entre un grupo de unos 6 chicos. El tema era sobre quién es el más enojado en casa, papá o mamá; y sobre los tipos de castigos que reciben. Cada uno fue hablando de su caso, pero era hora de despacho y se fueron yendo de a poco; por lo que al final sólo quedaron dos varones platicando.
La conversación fue más o menos de esta manera:
- En mi casa la enojada es mi mamá. Me cae bien mi papá...
- (Interrumpe) ¿Por qué te cae bien?
- Porque nunca me regaña, nunca me pega, nunca me grita...
- ¡Entonces no te quiere!
- (Callado...no pude ver su cara porque hubiera sido bien obvio que les estaba escuchando)
- Siii, no te quiere!! Porque si te quisiera, te corrigiera...
Me sorprendió la conclusión del segundo chico; sobre todo, porque conozco un poco a su papá y sé que es muy estricto y no le deja pasar nada. Y justo él, un niño con una disciplina bien establecida en casa afirmó muy convencido que una muestra de amor de los padres es que se nos corrija y discipline.
Me quedé pensando en esas palabras. Quizá mi alumno no usó el tono más amigable...pero lo que dijo está lleno de verdad.
"¿Acaso olvidaron las palabras de aliento con que Dios les habló a ustedes como a hijos? Él dijo:
<<Hijo mío, no tomes a la ligera la disciplina del Señor y no te des por vencido cuando te corrige. Pues el Señor disciplina a los que ama y castiga a todo el que recibe como hijo>>". Hebreos 12: 5-6
En mi caso, cuando me encuentro en medio de una prueba siempre tiendo a pensar que el Señor me está disciplinando por algo. A pesar de tener años de ser cristiana, soy tentada a creer que los silencios y los "no" de Dios son su método de castigo.
Pero estoy siendo enseñada a confiar en el carácter del Señor y a poner mi mirada en Quien es Él. Al final, Él también es un Padre y cualquiera que sea el propósito que tiene en mente para mi prueba, santificarme o disciplinarme, lo cierto es que tiene como fin algo bueno para mí.
Así que si crees que el amor de Dios se manifiesta solo cuando no te corrige y hay purititas bendiciones en tu vida, lamento decir que ese no es nuestro Padre. Puede permitirte temporadas de bienestar y bonanza, pero con frecuencia Él también va a dejar que las pruebas nos toquen para pulirnos, para sacar las impurezas del alma, para sanar nuestras relaciones, para tratar con nuestros pecados ocultos, para hacernos parecer un poquito más a Él.
Sé que es difícil, pero aceptemos la disciplina del Señor cuando llegue. Admitamos con humildad nuestras fallas, rindamos esas áreas en las que Él no gobierna y tengamos en mente que es nuestro Padre y nos ama con locura.
"Al soportar esta disciplina divina, recuerden que Dios los trata como a sus propios hijos. ¿Acaso alguien oyó hablar de un hijo que nunca fue disciplinado por su padre?" Hebreos 12:7
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