viernes, 13 de diciembre de 2019

Perdida en el Redil

Siempre he escuchado la metáfora que se hace sobre aquellos que alguna vez estuvieron en una iglesia y se fueron "al mundo". Se les compara al hijo pródigo que decidió irse de casa y se perdió lejos de su padre; o a aquella oveja que decidió seguir su rumbo y se extravió.

Es bien fácil identificar a esas ovejas y a esos hijos pródigos, pero ¿qué hay de aquellos que aún permaneciendo en la iglesia nos "perdemos"?

Quizás es más fácil explicarlo con mi caso: Desde pequeña he estado en una iglesia, nunca me he ido, nunca he dejado de congregarme, nunca me he sentido atraída por cosas que el mundo ofrece, como adicciones, fiestas y cosas parecidas. NO.

Sin embargo, me he perdido.

He vivido etapas en las que me he deslizado sutilmente. Dejé de oír la voz del Pastor, dejé de buscarle, dejé de anhelarle. Decidí algo sin consultarle y no me fue mal. Así que sin darme cuenta, empecé a independizarme de Su voluntad.

Poco a poco mis prioridades cambiaron. Y aunque no solía perderme un culto y seguía en mi ministerio; lo cierto es que ya no le amaba en primer lugar. Seguía físicamente dentro del redil, pero mi alma ya no se sujetaba ni confiaba en el Pastor.


He pensado en lo que llevó a la oveja de la parábola (Mateo 18:10-14) a perderse. ¿Dejó de oír la voz del pastor? ¿Buscó pastos en otro sitio? ¿Se peleó con otras ovejas? ¿Decidió irse voluntariamente? ¿Se rebeló? ¿Creyó que le iría mejor haciendo las cosas a su manera?

No lo sé con exactitud, pero Mateo señala que se había descarriado y se había ido a los montes. No estaba cerca, el pastor seguramente sabía que podría tomarle algún tiempo encontrarla y por ello fue solo a buscarle.


Ahora tengo claro que me perdí porque Él no me parecía suficiente. Quise llenarme, quise traer gozo a mi manera, deseé cosas y/o personas más que a Él. 

Sé que puede no parecer grave, pero lo cierto es que hay un terreno peligroso cuando nuestras almas están insatisfechas, porque todos nuestros esfuerzos, deseos, pensamientos y energías, se desvían tras aquello que consideramos que nos falta. Nuestro corazón se pierde en esa búsqueda constante de ese "algo más" que creemos que nos completará.


Pienso en qué sintió la oveja al darse cuenta que estaba sola en medio de lugares desconocidos. Probablemente se llenó de temor, quizás pasó una noche con frío, quizás se resbaló y se lastimó porque no estaba su pastor quien la guiaba lejos de los peligros, quizás quiso encontrar inútilmente el camino de regreso a casa. Y aunque la Biblia no relata esos detalles, sí puedo afirmarte que así se siente una oveja que ha decidido emprender su propio camino y vivir su vida bajo sus propios términos.

De pronto, únicamente por la misericordia de Dios, reaccionas; te das cuenta que tu alma está vacía y más insatisfecha que al principio. La oscuridad te cubre, porque te alejaste de la verdadera fuente de Luz perpetua. El dolor de tomar tu rumbo es muy grande; la culpa y la vergüenza te sobrepasan. Pero es en ese estado; extraviado, con golpes, sucio; que entiendes que el redil es el lugar más seguro y conoces la Gracia que sólo el Pastor puede darte.

Si has dejado de amar al Señor, si has estado deseando pastos de otros lugares, si hay una insatisfacción que no se va; estoy aquí para exhortarte a no dejar el redil por nada. No corras ese riesgo, no permitas que tu corazón quiera llenarse con algo/alguien que no sea nuestro Pastor. 

Y si abandonaste el redil, quiero que sepas que el Pastor te está buscando en este mismo instante. Él quiere que vuelvas al redil, va a recogerte con Sus propios brazos, te curará y te traerá de vuelta a casa. Ya no te resistas, escucha Su voz, grita tu nombre.


"[El Pastor] Se alegrará más por esa [la oveja perdida]  que por las noventa y nueve que no se extraviaron. Mateo 18:13 NTV

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