Es una historia algo enredada y muy larga para contarla acá. Pero lo resumo de la siguiente manera:
Mi mamá nunca creció junto a su papá, mi abuelo. Él se limitó a darle su apellido a ella y a mi tío y nada más. Mi mami lo buscó en muchas ocasiones, pero el rechazo fue siempre la respuesta que obtuvo.
Hace poco más de un año, mi mami se enteró que su papá estaba muy grave en el hospital. Decidió ir a visitarlo, estuvo pendiente de él, oró por él, le pidió perdón (admiro eso de mi mami, yo jamás lo hubiera hecho, ella no tenía por qué pedir perdón). Hace 6 meses, mi abuelo falleció. Mi mami otra vez, valientemente, asistió a su funeral, y pudo conocer a la "familia oficial" de su papá. Conoció a tres hermanas y un hermano, que nunca supieron que ella existía. Además, gracias al maravilloso Facebook, se contactó con otra hija de mi abuelo, que tampoco era de la "familia oficial".
Ahora, varios meses después mi mami ha seguido en comunicación con 3 de sus hermanas, dos de la "familia oficial" y la otra que está en la misma situación de ella, y con su hermano que está en otro país. El fin de semana anterior sus dos hermanas de la "familia oficial" llegaron a cenar a nuestra casa. Mi mami, mi hermana, mi cuñado y yo los recibimos. Y para serles honesta, pensé que iba a ser una situación incómoda, en la que estaría muda tratando de ser cordial con las nuevas "tías", y que yo no tenía mayor cosa que hablar con ellas.
Pero, para mi sorpresa, el ambiente fue totalmente diferente. Pasamos horas conversando de mil cosas, nos reímos mucho, nos contamos historias de infancia, descubrimos rasgos y características muy propias de nuestra familia ( ahora sé que mi papi es inocente de muchas cosas que tengo!). Fue como si nos conociéramos desde hace mucho, y había cierto grado de confianza que no pensé que existiría.
Esa noche, me fui a dormir con esa sensación de lo bueno que es tener más familia y de como eso ponía contenta a mi mami.
Me puse a pensar como Dios es igual con nosotros. No importa cuán lejos nos hayamos ido de Él, de Su casa o de Su familia, no importa cuánto tiempo hayamos estado lejos, ni siquiera importa cuánto hemos fallado. Lo cierto es que en cualquier momento podemos volver. Somos de la "FAMILIA OFICIAL" de Dios, no importa que no nos sintamos de esa manera. Llevamos Su marca, Su nombre (así como mi mami comparte el mismo apellido con sus nuevos hermanos), y podemos reunirnos con Él cuando lo necesitemos.
Lo mejor de todo es que no habrá reproches, reclamos o señalamientos. Seguramente, nos estará esperando con la cena lista, nos invitará a pasar a la mesa, podremos hablar con Él por horas, reírnos, llorar, ponernos al día y será como si nunca nos hubiésemos ido.
¿Hace cuánto no pasas una velada en familia? ¿Hace cuánto no te has sentado a hablar con Tu Papá? Hoy puede ser un buen día para hacerlo. No lo olvides, formas parte de la "familia oficial" de Dios.
"...Pero ustedes son miembros de la familia de Dios..." 1 Pedro 2:9 (TLA)
PD: Sé que si vendo esta historia, podrían hacer una novela! Y yo me haría rica! :)
lunes, 1 de julio de 2013
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario