El domingo anterior participé en una carrera. Si, aunque no lo crean me he vuelto un poco deportista (;D). Era mi primer carrera. Unos amigos de mi grupo de la iglesia me animaron a participar. Lo planeamos como con un mes de anticipación y recibimos consejos para entrenarnos adecuadamente. La carrera tenía tres categorías: 5, 10 y 21 kilómetros. Obviamente yo participé en la de 5 kilómetros.
Para mí era un reto, porque no sabía si iba a tener la resistencia para lograrlo, no conocía el terreno (fue en el Lago de Coatepeque), y sobre todo no quería pasar la vergüenza de quedarme a media carrera. Pero seguimos los consejos de los amigos expertos y el día llegó.
Ustedes no saben el ambiente que se vive con otros cientos de personas que madrugan para ir a correr también. Es contagioso. La adrenalina sube y uno se repite una y otra vez que tiene que lograrlo. A mí me ayudó mucho que de mi grupo, corrimos 5 personas, en las 3 diferentes categorías.
Hicimos el estiramiento previo, y nos colocamos en posición de salida. Éramos como 600 corredores. El disparo sonó y salimos todos al mismo tiempo. La primera mitad de mi categoría fue bastante buena, aunque el terreno irregular me hacía ser bastante precavida para no caerme ni lesionarme. Digamos que esa primera mitad no fue difícil para mí. Mantuve el ritmo, la respiración y no me sentía cansada.
Llegamos a un punto de hidratación y comenzamos la segunda mitad. Considero que el último kilómetro y medio fue el tramo más duro. El terreno tenía algunas partes inclinadas y subirlas fue cansado. Yo veía a mi amiga Ana que iba adelante de mí y eso me animaba a seguir. Hubo algo que me dio las fuerzas que necesitaba, vi a un señor de unos 60 años participando en mi categoría, que tiene problemas en sus piernas y caminaba ayudado con un par de una especie de muletas metálicas. Mientras yo iba de regreso a la meta, él apenas iba en los primeros kilómetros. No saben lo que eso produjo en mí, se me hizo un nudo en la garganta y me animé a seguir sin bajar el ritmo. Además, a lo largo de la carrera habían personas de la organización del evento dándote ánimos o diciéndote que ya faltaba poco, que siguieras.
Cuando nos íbamos acercando a la meta había una banda que tocaba música bien alegre, eso también ayuda, porque uno siente el ambiente de fiesta y sabe que ya está por llegar. Cuando entré al área de meta, sentí un enorme orgullo por haberlo hecho. Si, ya sé que 5 kilómetros es poco, pero para mí era mi primera experiencia y representaba un reto.
Algo que fue lindo para mí, es que había una delegación de personas esperándote en la meta y cuando la cruzabas, te ponían inmediatamente una medalla. Todos la recibimos. Yo pensaba que se la daban sólo a los primeros en llegar, pero no.
Y bueno, no saben cómo celebramos a cada uno de mis amigos que llegaba después de 10 y 21 kilómetros. Hubo fotos, vídeos y hasta nos subimos al podium para sentir que habíamos ganado (se vale soñar!).
Pensando en esa experiencia, realmente recibí varias lecciones. Pero hoy quiero destacar una. Y es cómo es Dios con nosotros cuando enfrentamos pruebas.
Creo que Él sabe lo que cada uno de nosotros es capaz de resistir, creo que Él sabe el ritmo en el que cada uno de nosotros "corre" en la vida, y tiene el amor y la paciencia suficientes para acompañarnos en el proceso. No presiona, sino que nos anima, nos repite constantemente quién es Él, nos da de Sus fuerzas y nos dice "ya falta poco". Me lo imagino en la "meta", ese lugar en el que una prueba o problema o tentación es superado, gritando para darnos fuerzas, haciéndonos saber que Él nos espera. Hasta me lo imagino ansioso de ponernos esa "medalla": esa bendición, esa recompensa que pensamos no merecer. Pero Él la tiene lista, para dárnosla por haberlo hecho, por haber resistido, por haber confiado en Él en el proceso, por no darnos por vencidos, por triunfar sobre la falta de fe, la soledad, el dolor, o Su silencio.
Me gusta pensar que ya gané varias medallas en el cielo, y sé que seguiré corriendo muchas carreras más, pero no estaré sola, Dios va conmigo respetando mi ritmo, entrenándome para ser más resistente y en la meta me espera con ese montón de medallas que son mi recompensa por haberlo hecho.
No sé que carrera estés corriendo actualmente, pero te animo a no dejarte vencer, a no bajar el ritmo, y aunque te caigas, levantarte para seguir hasta llegar a la meta. No importa cuántos kilómetros te falten, ahí estará tu medalla reservada para ti. ¡Sigue corriendo!
"Yo sé muy bien que todavía no he alcanzado la meta; pero he decidido no fijarme en lo que ya he recorrido, sino que ahora me concentro en lo que me falta por recorrer. Así que sigo adelante, hacia la meta, para llevarme el premio que Dios nos llama a recibir."(Filipenses 3:13-14 TLA)
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