(Con especial cariño a Kary, Alma, Violeta y Aminta)
Probablemente te estás preguntando qué tienen que ver estas tres cosas que menciono en el título de esta historia. Ahí te va.
Estando en bachillerato (hace unos poquitos años), tenía un grupo de amigas en el colegio, con las que realmente disfrutaba cada cosa que hacíamos. En esa época re-inauguraron el Teleférico San Jacinto, si, el famoso Reino del Pájaro y la Nube y nosotras conseguimos unos pases de cortesía para entrar.
El problema es que esos pases se podían usar solo durante la mañana, a la hora que estábamos en el colegio. Todas planeamos no ir a clases un día e irnos al teleférico. Yo quise ser honesta con mi mamá y le pedí permiso. Ella me dijo que no. Pero yo decidí que no me iba a perder semejante aventura a 1,153 msn(*), por lo que decidimos entre todas que literalmente nos escaparíamos del colegio.
Yo salí de mi casa esa mañana con mi uniforme y mi mochila, me fui en el microbús escolar que mis papás pagaban para que me llevara al colegio. Luego, al llegar, obviamente no entré al colegio, sino que me fui corriendo a una calle cercana, en donde mis amigas me estaban esperando. Yo planeé volver al colegio a la hora indicada para que mi microbús me llevara a casa de regreso en el horario habitual.
Llegamos al teleférico y me puse la ropa que llevaba escondida. La pasamos genial. Disfrutamos al máximo, comimos, nos subimos a casi todos los juegos mecánicos y parecía que el tiempo pasaba volando.
Unos minutos antes de abordar la góndola que nos tenía que llevar hasta tierra firme de nuevo, pasó lo que jamás hubiese imaginado: se fue la luz!!
Nos dijeron que no sabían cuánto tiempo iba a tomar para que la energía volviera. Te imaginarás mi angustia mientras los minutos pasaban tan lento. Yo me preguntaba cómo era posible que yo tuviera tanta mala suerte para que la luz se fuera justo el día en que yo había decidido irme de pinta.
La hora en que yo tenía que estar camino a casa llegó. Preparé un discurso en mi mente, tomé valor y llamé a mi mamá desde un teléfono público que estaba allá arriba en el parque. Recuerdo perfectamente esa llamada. Sólo escuché a mi mamá decir "aló" y comencé a llorar sin poder hablar. Y no puedo explicar cómo; pero mi mamá supo lo que había hecho. Sólo pude contarle más o menos lo que estaba pasando y ella no hizo más que escuchar y decir que tuviera cuidado y que hablaríamos al llegar a casa.
Finalmente, después de varias horas la energía volvió y pudimos bajar en una góndola. Yo iba tan nerviosa y rogándole a Dios que el castigo no fuera tan severo; pero sobre todo estaba llena de pánico porque estaba segura que mi mamá le contaría a mi papá lo que yo había hecho, y ahí si me tocaría terminar el año escolar a distancia, porque estaba segura que mi papá me encerraría de por vida.
Llegué a la casa. Entré y me fui directo a mi cuarto. Pasé las horas esperando que mi mamá entrara y me pegara o me diera una gritada memorable. Luego, cuando llegó la noche, esperaba que mi papá me gritara que saliera del cuarto para pedirme cuentas por mi travesura. Pero me venció el sueño. No salí de ahí hasta la mañana siguiente.
Al despertar no podía creer que estaba viva. Ni mi mamá ni mi papá dijeron o hicieron nada. Es más, pasaron varios años hasta que volvimos a tocar el tema con mi mamá.
Todavía cuando pienso en ese día y esa noche angustiantes, me preguntó qué pasó, ¿por qué no me fue tan mal como yo creía? ¿por qué mis papás no actuaron como yo esperaba? ¿por qué no recibí el castigo que yo merecía?. Concluyo que mi mamá es sabia y ella supo que yo había aprendido la lección. Supongo que cuando me escuchó en el teléfono ella percibió mi arrepentimiento. O simplemente Dios tuvo misericordia de mí y puso ese sentir en ella. Lo que es cierto es que hasta ahora le agradezco tanto que no le haya contado nada a mi papá, porque de verdad mi existencia hubiera estado en peligro.
Siempre que cuento de esta experiencia comento que mi mamá se portó conmigo como Dios lo hace.
La mayoría de veces que le fallamos a Él estamos esperando juicio, castigo, sufrimiento, maldición o disciplina. Nos imaginamos todas las cosas malas que nos van a pasar por haber pecado y ni siquiera tenemos el valor o la confianza para acercarnos y buscarle.
Pero Dios es más sabio que mi mamá. Él conoce tu corazón y te da de Su gracia. A veces, lo único que está esperando es que le hables y le cuentes lo que has hecho, y que vuelvas a casa, en donde no habrá reproche ni castigo, sino solamente esa sensación de que aunque hayas fallado siempre eres bienvenido.
No esperes más, aprende la lección, llama a tu Padre Celestial, repórtate con Él y vuelve a casa.
" Entonces (el hijo pródigo) regresó a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre corrió hacia él lleno de amor, y lo recibió con abrazos y besos" Lucas 15:20 (TLA)
* Metros Sobre el Nível del Mar. Fuente: http://www.laprensagrafica.com/Derriban-torres-del-Teleferico-San-Jacinto
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