Tu hijo de 17 años te pidió permiso para ir a una fiesta una noche junto a unos amigos. Tú un poco dudosa le consultas a tu esposo y le dan el permiso. Antes de salir le das los consejos típicos: que se cuide, que no beba alcohol, que no se meta en problemas, que no llegue después de la medianoche, y pues, cosas por el estilo.
Tú como buena mamá no puedes dormirte porque tu hijo está fuera de la casa. Hay como un presentimiento que te dice que algo anda mal. Después de ver el reloj decenas de veces y dar otra decena de vueltas en la cama, suena el teléfono de tu casa. De un brinco tu esposo salta para responderlo. Su cara lo dice todo. Es una mala noticia. Empiezas a gritar porque sabes que se trata de tu hijo de 17 años.
Te informan que estuvo involucrado en una pelea callejera, de esas en las que cualquier muchachito de su edad se mete, sólo por ego, por la presión de grupo, por una chica o por los tragos. Un joven de 19 años lo apuñaló varias veces con un cuchillo de cocina. Lamentablemente tu hijo no sobrevivió.
Enfrentas el duelo amargo de una situación que a nadie se le desea. Nadie puede devolverte a tu niño. El único consuelo que te queda es que el asesino fue capturado y gracias a los testigos de la pelea, su condena es segura. No te pierdes ninguna de las audiencias del caso. Quieres justicia. La sangre de tu hijo debe ser vengada. Y después de más de un año de juicio, de acuerdo a las leyes de tu país, se condena al hombre de 19 años a la horca por haber matado a tu hijo.
La justicia parece tardar un poco, pues pasan años antes que se ejecute la condena. Y tú pasas los días pensando cómo sería si tu hijo aún viviera, y las noches llorando al recordar todo lo que pasaste aquella noche de pesadilla. Estás enfrentando el mayor dolor que según los psicólogos expertos un ser humano puede enfrentar: perder a un hijo, y si a eso le sumas la forma en que te lo arrebataron, el dolor es aún peor.
Finalmente, recibes el anuncio de tu abogado, la fecha de la condena ha sido fijada. Sucederá en la Semana Santa del 2014. Qué paradójico piensas, la Semana Santa, cuando los cristianos celebran que Jesús murió y resucitó. Pero bueno, tu hijo recibirá justicia de alguna manera.
Después de 7 años de aquella noche que cambió tu vida, el día llega. La gente se reúne en la plaza de tu ciudad. Te dicen que la soga ya ha sido preparada. Es hora de que vayas a la plaza a presenciar como muere el asesino de tu hijo. Tu esposo y tú se paran a solo unos pasos de la horca, para ver en primera fila como se hace justicia. Te llama la atención que una parte de la gente insulta al asesino, ahora de 26 años, y la otra parte llora y clama por perdón. Entre la multitud, notas que hay una mujer tirada en el piso de tierra, que llora desconsoladamente. La recuerdas, es la mamá de ese delincuente, la viste en el juicio. Las dos sufren con intensidad dos tipos de dolores muy diferentes. Pero ambos producidos por un hijo.
Cuando el asesino pasa a tu lado, ves que lleva los ojos vendados y las manos atadas. Sus gritos y llanto te dan escalofríos. Le escuchas orar encomendando su alma. Cuando es subido a una silla y le colocan la soga alrededor de su cuello, algo ocurre. De pronto, algo dentro de ti te estremece, empiezas a sudar y a temblar sin parar. Y con una seguridad profunda, entiendes que la ejecución de este hombre en la horca no te devolverá a tu hijo. Nada quitará tu dolor y habrá otra madre sufriendo igual que tú.
Sin pensarlo, corres a la horca. La multitud enmudece. Todos te miran. Pides que te acerquen una silla para poder estar frente a frente al asesino de tu hijo. Nadie entiende lo que pasa. Te llevan la silla y te paras en ella. Ahora sí, lo tienes cara a cara, aunque él está vendado y no puede verte y está confundido. No entiende quién está junto a él. De pronto sólo le das una bofetada y gritas la palabra más poderosa que éste asesino va a escuchar en su vida: "PERDONADO".
La gente no entiende, las autoridades no entienden, tu abogado no entiende, el asesino no entiende. Te preguntan si estás segura de lo que dijiste. Tú respondes que sí. Y como para no dejar lugar a dudas, tú y tu esposo quitan con sus propias manos la soga del cuello de ese hombre.
Empiezas a llorar con una profunda convicción que lo que hiciste era lo correcto. Te diriges a la multitud y les dices que lo has perdonado por matar a tu hijo. La mamá del asesino corre a abrazarte y agradecerte por lo que acabas de hacer. Sólo el corazón de una mamá que sufre puede conectarse con el corazón de otra en similares condiciones.
Sin darte cuenta, gracias a los medios de comunicación y las redes sociales, tu historia es conocida en todo el mundo en cuestión de horas. Tu nombre ahora es reconocido: Maryan Hosseinzadeh, la mujer iraní que le perdonó la vida a Balal, el asesino de su amado hijo Abdollah, en la provincia de Mazdanaran, en la ciudad de Noor.
Y quizá Maryan nunca te des cuenta que me has dado la mayor lección que pude haber recibido en esta Semana Santa. Me recordaste lo que Dios tuvo que pasar como Papá precisamente en una semana como ésta. Me hiciste valorar como tenía ratos de no hacerlo, el perdón que recibí de mi Dios, aún cuando todos sabían que yo era culpable y lo único que merecía era morir. Me demostraste que la sangre que Jesús derramó por mí es invaluable y nunca podré hacer nada para ganarla, tal y como la sangre de tu hijo no podía ser compensada con la justicia terrenal. Y finalmente me retaste. Si, porque has dado testimonio al mundo que el perdón si existe, que se requiere ser verdaderamente valiente para renunciar a tu derecho de vengarte y que de verdad el dolor de la pérdida de tu hijo transformó tu corazón lo suficiente como para que su muerte haya valido la pena.
Gracias Maryan por recordarme el sentido de ésta Semana Santa.
"Pero Él fue herido por nuestras rebeliones, fue golpeado por nuestras maldades; Él sufrió en nuestro lugar, y gracias a sus heridas recibimos la paz y fuimos sanados" Isaías 53:5 TLA
"Sean buenos y compasivos los unos con los otros, y perdónense, así como Dios los perdonó a ustedes por medio de Cristo." Efesios 4:32 TLA
"Dios amó tanto a la gente de este mundo, que me entregó a mí, que soy su único Hijo, para que todo el que crea en mí no muera, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no me envió a este mundo para condenar a la gente, sino para salvarla" Juan 3:16-17 TLA
Fuente: http://cnnespanol.cnn.com/2014/04/18/una-madre-irani-perdona-al-asesino-de-su-hijo-y-lo-salva-de-morir-en-la-horca/
viernes, 18 de abril de 2014
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