miércoles, 7 de mayo de 2014

Mi Perro Sufre De Ataques De Ansiedad

Su nombre es Lucas. Cumplió 11 años hace un par de meses. Y a veces no sé qué hacer con él.

De unos años para acá, empezó a mostrar un comportamiento extraño cuando llovía fuerte. Empezamos a notar que se ponía nervioso y buscaba estar cerca de nosotros hasta que la lluvia pasara.

Después, ese comportamiento comenzaba con sólo escuchar las primeras gotas de lluvia caer. A veces ni llovía fuerte, se trataba de una llovizna; pero él siempre tenía miedo.

Una cosa más que desarrolló fue que buscaba subirse a cualquier cosa que lo alejara del suelo. Se subía a los sillones, a las camas, etc. Un día estaba solo en casa y le tocó enfrentar una tormenta fuerte. Se subió a la parte de la casa que tiene segunda planta y se tiró adonde los vecinos para huir de la tormenta. Gracias a Dios no le pasó nada a pesar del salto considerable que hizo. Supongo que él se siente seguro cuando está a cierta altura.

Él no era así cuando estaba más pequeño. Desconozco qué evento lo marcó tanto como para traumarlo de esa manera. A veces quisiera que existiera un psicólogo de mascotas (algo como la Doctora Juguetes, pero de carne y hueso!) para que lo analizara y me dijera cómo podemos ayudarlo a superar su trauma.
Debo confesar que en muchas ocasiones me he enojado con él por esa conducta, e incluso hasta le hemos pegado en las madrugadas que llueve y él rasca desesperadamente la puerta para que lo dejemos entrar a la casa. Y no les hablo de unos cuantos aruñones a la puerta, me refiero a literalmente golpes, empujones y llantos sin parar que muchas veces nos han despertado a media noche y todo porque ha comenzado a llover. Dígamos que entre más fuerte es la lluvia, más desvelo tenemos.

Y ahora, que la temporada de invierno ya comenzó en nuestro país, se imaginarán.

Este último fin de semana yo estuve enferma. Me sentía bastante mal y literalmente pase un día entero acostada. Justo ese día que yo quería descansar estuvo lloviendo bastante. Y Lucas empezó a portarse como siempre. Como sólo estaba yo en la casa, ¿adivinen adónde corrió? ¡Exacto! ¡A mi cuarto! Y como estar en "lo alto" le da cierta tranquilidad, pasé bajándolo de mi cama a cada rato.

Llegó un momento en el que llovía más fuerte, que me desperté asustada porque sentí como mi cama temblaba, y era porque Lucas estaba sobre ella temblando del miedo. En ese momento, en mi cabeza somnolienta un pensamiento se cruzó: "tenele compasión, él realmente está asustado, no tiene a quién acudir para sentirse seguro" (escribo esto con lágrimas en mis ojos). El sueño se me fue y puse mi brazo sobre él para tratar de tranquilizarlo. No saben cuánto temblaba. Me acosté a la par suya y comencé a hablarle y a apretarlo para que se sintiera un poquito más seguro.
(Traté de tomar un par de fotos de su ataque de ansiedad. No salieron tan perfectas)

Él se tranquilizó un poco, aunque no del todo. Después de un rato, dejó de jadear con la lengua de fuera, temblaba menos y la lluvia paró y se bajó solito de la cama. Yo me pregunté de dónde había venido ese pensamiento y supe que era Dios queriendo darme una de esas lecciones que Él usualmente me da,  valiéndose de cosas cotidianas que vivo. Y ésta vez usó a mi perro.

Porque para ser honesta, muchas veces me he comportado como Lucas. Enfrento situaciones a las que les temo demasiado, empiezo a pensar en todo lo malo que me puede pasar en el futuro y cuando menos siento, ya estoy hiperventilando y hasta con un ataque de ansiedad, abrumada por los "¿y que si´s?". La diferencia es que Lucas corre de inmediato a buscar a quien puede darle seguridad. Rasca la puerta y llama nuestra atención para que le ayudemos. Y yo no siempre hago eso. Yo trato de arreglármelas por mi cuenta, busco refugio en lugares equivocados, sólo para descubrir que eso no quita la ansiedad ni el miedo, ya que vuelven como fantasmas una y otra vez.

Pero ahí está Él. De hecho, nunca se ha ido. No le echa llave a su puerta para que no entremos cuando tengamos miedo. La puerta está abierta de par en par. Es más, creo que no le molesta que nos subamos a Su cama y queramos estar pegaditos a Él. Más bien, lo disfruta. Para Él está bien si llegamos temblando, llorando, gritando o sin poder respirar. Nos espera para tener compasión de nosotros. Porque Él sabe que estamos asustados, que somos unos miedosos y que necesitamos sentirnos seguros. Si un perrito puede despertar compasión en el corazón humano, cuánto más podemos encontrar en Su corazón!

¿Qué te ha estado produciendo ansiedad recientemente? Corre hacia el Único que puede darte paz y seguridad.

"¿Cómo podré dejarte, Efraín? ¿Cómo podré abandonarte, Israel?...¡Mi corazón está conmovido, lleno de compasión por ti! Oseas 11:8 DHH

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