Ya he comentado mi gusto por correr. Es algo que comenzó hace unos meses, quizá de manera casual, impulsada por unos amigos que ya tienen más tiempo y más experiencia que yo.
Inicié corriendo de a poquito y he tratado de mantenerme practicando para no perder el ritmo. Correr para mí es simplemente liberador, energizante y te hace crecer en muchos aspectos.
He participado en varias carreras y en una de ellas me animé a correr siete kilómetros. Fue un desastre. Me detuve a caminar por ratos y terminé casi muerta. Decidí que lo mejor era no aspirar a correr más de cinco kilómetros.
Recientemente hubo otra carrera en la que íbamos a correr con casi todo mi grupo de amigos en las diferentes categorías. Yo estaba pensando volver a participar en cinco kilómetros, hasta que uno de mis amigos, al que le decimos "el maestro" (por ser el más "pro" de todos y quien nos introdujo en esto de la corrida), me hizo un comentario con mucha seguridad: "vos ya podés correr los diez". En el momento le dije que si, pero con los días comenzaba a desistir de la idea, porque recordaba que no me había ido tan bien cuando intenté con los siete.
Llegó el momento de inscribirme y me aventé. Marqué la categoría de diez kilómetros. Pero me propuse prepararme mejor.
Traté de correr con más regularidad y hacer rutinas de cardio en mi casa. Justo una semana antes de la carrera, me caí aparatosamente en la calle (para los que me conocen, saben que ésto me pasa seguido!) y me dolía mucho una de mis rodillas. Lo primero que pensé era que no podría correr o no podría prepararme adecuadamente. Sin embargo, puse todo mi empeño y traté de comer mejor esa semana, usé un tipo de zapatos adecuado, me hidraté mucho y aunque me dolía un poco la rodilla, salí a correr varias veces para medir mis tiempos y ver si estaba apta para el gran día.
Llegó el domingo de la carrera, le dije a uno de mis amigos que también correría diez kilómetros, que si yo sentía que no lo lograría, me iba a regresar antes, sin importarme llegar al punto de retorno o no.
La carrera inició y salí en medio de ese mar de corredores. Había planeado que en la primera mitad me esforzaría por mantener el ritmo y en la segunda mitad (si llegaba a ella) aumentaría la velocidad.
Preparé un playlist de canciones que me gustan y que yo sabía que me animarían durante esa hora aproximada que correría sin parar.
Mientras corría en la primera mitad mucha gente me sobre pasaba y yo luchaba por no sucumbir ante esa cosquillita de no quedarte atrás y correr más rápido. De repente mi enfoque fue cambiado por completo por un pensamiento que llegó bien claro: "Un kilómetro a la vez. No te preocupés por el kilómetro al que no has llegado aún". Desde ese momento me recordaba que mi meta era terminar la carrera y no competir con los demás. Era mi carrera. Tenía mi meta y nada más.
Luego, poco a poco comencé a relajarme y a hablar con Dios en el camino. Le decía: "Si Señor, lo sé, lo sé, uno a la vez". La música me ayudaba mucho a no pensar tanto y simplemente disfrutar. Yo sólo quería lograrlo.
Después de cierto tiempo, mi teléfono me avisó que había llegado a la mitad del recorrido, el punto de retorno. Yo no lo podía creer. Yo sabía que si había llegado hasta ahí, el regreso sería más fácil por la motivación de terminar. Y así fue, corrí un poco más rápido y en toda la ruta de regreso mientras mis canciones favoritas sonaban yo tenía ganas de cantarlas a todo pulmón en la calle sin importar que la gente pensara que estaba loca.
Recuerdo que escuché que me quedaban dos kilómetros. Yo trataba de no perder el enfoque y platicaba con Dios de nuestros asuntos. Les confieso que se me llenaron de agua los ojos, cuando escuché que sólo me faltaba un kilómetro. No lo podía creer. ¿Eso era todo? ¡Estaba a punto de lograrlo y no me estaba muriendo! El no afanarme por el siguiente kilómetro había hecho toda la diferencia. Contrario a otros corredores, el último tramo lo corrí con tantas ganas, con un entusiasmo grande, porque mi meta se estaba logrando.
Cuando por fin llegué y me dieron mi medalla, algunos de mis amigos me estaban esperando. Sólo llegué donde ellos y les dije: "tengo ganas de llorar". Y era cierto. No sólo por haberlo logrado, si no porque aún en medio de una carrera que puede parecer insignificante para muchos, Dios puede hablarte, Él puede darte lecciones, y si para tí eso es importante, lo es para Él también.
Mientras corría recibí una lección práctica: Adelantarte a lo que no ha ocurrido te llena de ansiedad y te incapacita para simplemente disfrutar el recorrido acompañado de Su presencia.
No conozco cuál es tu carrera actual en la vida. No sé las condiciones en las que estás corriendo. Sólo puedo decirte que no vale la pena afanarte por cosas que aún no suceden, enfócate en el kilómetro que corres HOY. Asegúrate de correr bien acompañado y disfruta del recorrido por el que Él te está llevando. Con Él, la carrera es más ligera.
"No quiero decir que ya lo haya conseguido todo, ni que ya sea perfecto; pero sigo adelante con la esperanza de alcanzarlo" Filipenses 3:12 DHH
"Den su entera atención a lo que Dios está haciendo ahora mismo, y no se pongan nerviosos de lo que PODRÍA pasar o no pasar mañana. Dios los ayudará a tratar con cualquier cosa difícil que venga cuando llegue el momento" Mateo 6:34 (The Message Version. Traducción personal)
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