sábado, 23 de agosto de 2014

Serie Dejar Ir- Dejando Ir Al Pecado Oculto

Una de las cosas que más disfruté cuando trabajaba con los jóvenes de mi iglesia eran los retiros y campamentos que teníamos. Nuestros pastores preparaban con anticipación a los que íbamos a asistir como líderes y no nos importaba el desvelo, el cansancio o lo que dejáramos en la ciudad con tal de servirle a Dios y a los jóvenes asistentes a dichas actividades...fueron tiempos realmente inolvidables.

Recuerdo a una chica en particular, a la que me tocó "apadrinar" en uno de esos retiros. Desde que estábamos en la iglesia noté que ella estaba incómoda. Puedo decir que la vi luchando para asistir. Finalmente se decidió y se subió a uno de los autobuses. 

En el lugar del retiro, el pastor dio la indicaciones para que los chicos buscaran a uno de los líderes para hacer una especie de confesión de un montón de cosas que ellos habían inventariado de sí mismos en la charla previa. Ésta chica me eligió a mí.

Nos apartamos un poco del grupo y ella titubeante comenzó a contarme algunas de sus luchas. Para ser honesta, nada fuera de lo normal para jóvenes de su edad. Pero mientras hablábamos, yo estaba segura que ella ocultaba algo y no sabía cómo hacerle sentir que estaba a salvo y podía confiar en compartir lo que quisiera. 
Finalmente, después de un rato, ella me dijo que había ido a ese retiro con un propósito específico y era deshacerse de una carga enorme de culpa que había estado llevando por varios meses. Comenzó a llorar, su voz se le cortaba, su cara se ponía rojísima, apretaba unos papeles que tenía en sus manos hasta casi deshacerlos, miraba hacia el suelo casi todo el tiempo. Yo puse mi mano sobre uno de sus brazos y le dije que iba a esperar el tiempo que fuera necesario para que ella me contara lo que la tenía así.

Aunque no puedo dar detalles acá, les resumo diciéndoles que el novio la había forzado a practicarse un aborto. Ella luchaba con la carga de esa experiencia a su corta edad. Se sentía cobarde por no haber defendido a su bebé, se sentía una asesina, se sentía burlada por su novio que ya le había sido infiel un par de veces después del incidente, se sentía avergonzada con Dios, sus amigos, su familia. En pocas palabras, ella creía que su pecado era imperdonable y ya no aguantaba más. Ese secreto del que nadie conocía le estaba quitando la vida poco a poco cada día.

Esa noche de nuestro retiro fue especial. Dios se movió de manera increíble. Se nos habló de ser libres, de quitarle poder al pecado y al pasado, de no dejar que se nos encadenara a algo por lo que Jesús ya había pagado. Recuerdo tan bien esa escena, esa chica de rodillas llorando como bebé ante la Presencia de Dios, recibiendo su pase a la libertad, sintiéndose perdonada por primera vez en mucho tiempo, dejando ir el pecado que tenía una escritura de propiedad sobre su vida.

Sé que todos nos hemos sentido como ésta chica en alguna ocasión. Le hemos otorgado poder al pecado y al padre del pecado y creemos que mantenerlo cubierto es mejor. Pero lo paradójico de todo esto es que en el mundo espiritual casi todo ocurre al revés de lo que los humanos consideramos lógico. Con Dios, entre más rápido confesamos nuestras fallas, más rápido recibimos perdón y más a salvo nos sentimos. Cubrir el pecado, nos vuelve esclavos, dejarlo ir al confesarlo, nos trae libertad.
En mi caso, he experimentado que dejar ir al pecado requiere dos etapas: La confesión a Dios (la parte más fácil) y la confesión a una persona de extrema confianza, con la madurez cristiana necesaria (una de mis mejores amigas, una líder o pastora. Lo recomendable es que siempre elijas a una persona de tu mismo sexo). No me siento realmente libre y perdonada hasta que éstas dos etapas han sido cumplidas.

Si has estado tragándote un pecado oculto, creyendo que puedes manejarlo solo, te invito a ponerte a cuentas con Dios y con alguien confiable. La confesión es la mejor forma de dejar ir al pecado y obtener libertad.

"Todos los días que seguía orando sin confesar mis pecados, me debilitaba cada vez más" Salmos 32:3 (PDT)

"Quien esconde su pecado jamás puede prosperar; quien lo confiesa y lo deja, recibe el perdón" Proverbios 28:13 (TLA)

Imágenes representativas. Tomadas del Internet.

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