Hace poco más de un año atravesé una temporada de "sequía". Digo sequía porque estaba espiritualmente estancada. Me había acomodado en todos los sentidos. Descuidé mi crecimiento, mi tiempo devocional, mi espacio de oración, etc. Empecé a ver como normal algunas cosas que antes no. Y todo pasó poco a poco.
En aquellos momentos de lucidez, en los que si oía la voz del Espíritu Santo, le pedí que me ayudara, le dije que no entendía que estaba pasando y que no me gustaba ser una cristiana de años y tibia.
Habían cosas obvias en las que debía actuar de inmediato: volver a orar con regularidad, no dejar de congregarme y cosas así. Pero, con los días fui sintiendo una incomodidad terrible cuando se hablaba de involucrarte a servir en algún ministerio.
He estado en la iglesia desde niña. Siendo una adolescente empecé a servir en el ministerio de Escuela Dominical. Me involucré en el liderazgo juvenil y pasé los mejores años de mi vida sirviendo con otros alocados como yo, muchos de los cuales siguen siendo grandes amigos actualmente.
Luego, no recuerdo bien de qué manera fue, pero me encontré siendo parte de un ministerio al que amé mucho, le llamamos el "Equipo Plantador". ¿Por qué ese nombre? Pues, porque nuestra misión era plantar una iglesia en cada lugar al que nos enviaran.
Éramos una especie de misioneros en nuestro país. Trabajé con un grupo de unas 10 personas con los que me llegué a sentir como una familia.
Por ejemplo, renuncié a mis fines de semana por un año entero. Todos ellos estaban destinados a viajar a la ciudad de San Miguel (aproximadamente a 2.5 horas de la capital) para ir a hacer las actividades de la iglesia naciente. Dicho sea de paso, esa iglesia comenzó en una cafetería, con dos chicas a las que invitamos a comer algo y a permitirnos a orar por sus necesidades.
Nunca me importó dormir en el piso, casi deshidratarme por estar en la ciudad más caliente del país, comer fuera de horario o ir a las casas de nuestra pequeña congregación en lugares que eran peligrosos...cada domingo, al volver a mi casa, aunque la mayoría de veces estaba muerta de cansancio, estaba feliz y satisfecha de saber que estábamos haciendo algo grande.
Pero...¿qué pasó?
¿Por qué renuncié a todo y me quedé siendo una cristiana "parásito"? ¿Por qué me conformé a congregarme el domingo en la iglesia y ser una asistente más a una reunión entre semana? ¿Por qué dejé de sentir carga por la gente que no conocía de Dios?
Para ser honesta, no lo sé bien. Ni yo misma puedo explicarlo. Lo que sí sé, es que no me gustaba para nada estar así. Sin servir, sin trabajar para el Señor, sin pasar el mensaje.
Quise regatear con Dios, le dije que yo le iba a servir escribiendo cosas bonitas que ayudaran a otros o que iba a esperar que ciertas cosas sucedieran en mi vida para involucrarme en algún ministerio.
Pero Dios no me dejó tranquila...Y tuve que decir que si. Decidí que cualquier cosa en la que me pidieran ayuda, yo diría que si. Y no porque quiero quedar bien con otros, no porque soy una activista, sino porque se había convertido en un asunto de vida o muerte para mí. O servía o me moría.
Ahora, soy la orgullosa maestra de uno de los grupos de pre-adolescentes en mi iglesia (una edad muy retadora por cierto). Colaboro en la traducción de algunos materiales para diferentes ministerios, y estoy apoyando en un ministerio naciente que organiza eventos para fortalecer a las familias...Y para ser sincera, siento que aún puedo dar más.
Sé que es la voluntad de Dios que cada cristiano le sirva. Sé que Él no quiere que seamos "parásitos" que solo se enquistan en una congregación y viven a expensas de otros.
El mundo necesita cristianos con corazones de siervos, involucrados en ministerios que alcancen almas.
Te he compartido mi historia, para que hagas un auto-examen. Ya sea que hayas servido en el pasado y ahora ya no lo haces o que nunca lo hayas hecho, este es el momento de tomar una decisión. Busca, pregunta a los líderes de tu iglesia, pide información de las opciones de ministerios, pero haz algo! Te aseguro que tu vida espiritual se fortalecerá, ya no vas a sentirte tibio, vas a empezar a recibir bendiciones por poner tus dones y talentos a Su servicio.
Deja de poner excusas. Vence a la comodidad y la pereza. Ya no lo pospongas. No esperes a tener tiempo, no esperes a tener más santidad en tu vida, no esperes una prueba difícil para decir sí al servicio. Busca un ministerio, apasionante por ello y por la gente.
Recuerda, un cristiano que no sirve, se muere.
"Y su Señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra al gozo de tu Señor" Mateo 25:21 RVR60
"Cualquiera que les dé a ustedes aunque sólo sea un vaso de agua por ser ustedes de Cristo, les aseguro que tendrá su premio" Marcos 9:41 DHH
sábado, 2 de mayo de 2015
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario