miércoles, 16 de diciembre de 2015

Cortos de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI)

Como compartí antes, en el mes de Octubre pasado, falleció mi abuelita materna. Todo ocurrió súbitamente, enfermó de gravedad y lo que pensamos que se trataría de una visita a la sala de emergencias o como mucho, una noche en el hospital, terminó siendo un ingreso a la UCI. Ahí, no duró ni 24 horas.

En ese lapso, prácticamente todos los miembros de la familia estuvimos ahí. Debo confesar que nadie imaginó tal desenlace. No estábamos listos. Fue todo muy rápido.

Mientras estás sentado en la sala de espera de la UCI, es casi inevitable no conversar con aquellos que están como tú, esperando, por ratos con la fe arriba y por otros sin esperanza.  Todos orando, todos esperando un milagro, todos aguardando el turno para  hablar del "suyo", todos respondiendo las mismas preguntas: ¿y el suyo qué tiene? ¿y desde cuándo está acá? ¿y qué le han dicho los doctores?

Conocí a una mamá, cuyo hijo, un muchacho de 26 años, tenía 33 días de estar ahí, debido a que el parásito del cerdo había causado daño cerebral. Pude verlo, pues estaba en el cuarto al lado de mi abuelita, estaba ahí, en estado vegetal, con los ojos bien abiertos, pero con la mirada perdida, dirigida al techo. 
La noche que mi abuela pasó en ese lugar, falleció otra paciente. Una señora de unos 60 años. Ya estaba en la sala de cuidados intermedios. Dicen que hasta ya se sentaba en su cama para comer. Pero algo ocurrió esa noche. Varios médicos corrieron a atenderla, tristemente, no la salvaron.

Otra señora que estuvo ingresada en la misma fecha, fue dada de alta porque la deshauciaron. Por un amigo en común, supe que falleció unos días después en su casa.

Es horrible estar ahí. Se respira un ambiente de muerte. El solo estar ahí te baja las esperanzas. Oír tantas historias con finales fatales, te debilita. No sé cómo explicarlo, solo se drenan tus fuerzas. Si has vivido esa experiencia con un ser amado, me entenderás.

Pienso que los hospitales deberían tener un grupo de apoyo permanente, para auxiliar a los familiares de los pacientes que están luchando por su vida. Aunque sin quererlo, cuando te ves cara a cara con los demás y sabes que son compañeros de batalla, intercambiar experiencias es natural y te sirve como terapia.

Una de las veces que entré a ver a mi abuela, mientras seguía el protócolo y me colocaba la mascarilla y las demás cosas que te exigen usar, di una mirada a mi alrededor, susurrando una oración por las personas que estaban ahi. Algunas conectadas a máquinas que hacen ruidos que te resuenan en los oídos y te generan ansiedad de inmediato, otras aparentemente sin mayor problema, parecen dormidas y sanas. A veces, es la expresión del familiar la que te revela el estado de cada paciente. Con sólo ver sus caras, sabes.


Si tu vida pendiera de un hilo, ¿qué te gustaría hacer? ¿qué palabras dirías? ¿a quiénes desearías ver? 

Y si fuera un ser amado el que se encuentra en la Unidad de Cuidados Intensivos, ¿qué harías diferente? ¿qué les dirías? ¿qué te asegurarías que ellos supieran? 

Probablemente, hablar de muerte no es el mensaje apropiado para esta Navidad. Pero, la vida es así, puede acabarse de pronto y a veces necesitamos una dosis de realidad para tener un corazón agradecido y para valorar a quienes amamos y nos aman.

Así que no esperes estar en una sala de Cuidados Intensivos para hacer y decir lo que sabes que debes.



"Ustedes son como una neblina que aparece por un momento y en seguida desaparece...Lo que deben decir es 《Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello》..." Santiago 4:14-15 DHH


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