En las últimas semanas he coincidido con varias personas que están atravesando pruebas difíciles. A mi alrededor hay diagnósticos médicos inesperados, infidelidad, divorcio, aflicciones económicas, etc.
Es natural que cuando enfrentamos pruebas tan duras busquemos ayuda. De hecho, es saludable y bíblico que lo hagamos ("¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor" Santiago 5:14). Pero me he entristecido al darme cuenta que a veces, quizás sin percatarnos, manejamos mal la confianza que el amigo o hermano en la fe nos ha tenido.
No sé si es la cultura de mi país o peor aún, de las iglesias; pero he descubierto que cuando alguien nos comparte una prueba dolorosa, no cuidamos con amor ese "secreto". Parece que nos sentimos con derecho de comentar con otros la situación del que sufre. Pienso que aún cuando hayan dos personas que sepan de ese problema, no es leal que comenten entre ellos al respecto; mucho menos que se comente con alguien que no está ni enterado.
¿Por qué creemos que tenemos permiso de contarle a terceros lo que alguien-amigo, familia, hermano en Cristo- nos ha confiado? ¿No crees que esa persona debería ELEGIR con quién hablar? (Y si te eligió, deberías sentirte honrado!!) ¿En qué mejorará la situación de ellos si lo comentamos con más gente? ¿No sería más sabio y amoroso dedicarte a orar por esa persona y su prueba?
Yo misma he fallado en este tema. No fue hasta uno de estos días que me dí cuenta que he caído en este error muchas veces. Pero ahora, que me ha tocado estar del otro lado, sé lo que se siente.
Considero que la prueba del prójimo es suficientemente dolorosa-y muchas veces, vergonzosa-como para añadirle pizcas de chisme o murmuración.
"El chismoso revela secretos; el que es digno de confianza guarda el secreto." Proverbios 11:13
Créeme, hay pruebas que apenas te dejan fuerzas para levantarte cada mañana y enfrentar tu rutina, y en muchas ocasiones hay luchas hasta para confiar en alguien; y no es agradable ni edificante saber que tu vida se anda comentando en un círculo de amigos o en la iglesia.
Sé que podemos tener las mejores intenciones al compartir la situación del hermano con otros, sé que quizás queramos más apoyo en oración o guía para aconsejarle mejor...pero antes de abrir nuestra boca, deberíamos preguntarnos si nuestro amigo o hermano que sufre desearía que esa otra persona esté enterada de su situación.
Si conoces a alguien que está atravesando una dura prueba actualmente y ha tenido la confianza de abrir su corazón contigo, honra esa confianza. Asegúrate de darle la seguridad de que puede apoyarse en ti. Y si la situación requiere la intervención de algún líder o pastor (casos de maltrato, adicciones, etc), pídele permiso para comentarlo.
"Lo que hace atractiva a una persona en su lealtad" Proverbios 19:22
Que el Señor nos ayude a ser cristianos confiables, que cuidan amorosamente al que sufre y honran con lealtad a los que buscan nuestra ayuda.
"Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo" Gálatas 6:2
"No salga de vuestra boca ninguna palabra mala, sino sólo la que sea buena para edificación, según la necesidad (del momento), para que imparta gracia a los que escuchan." Efesios 4:29 (LBLA)
miércoles, 28 de febrero de 2018
sábado, 17 de febrero de 2018
Vuelve y Haz Tu Tarea
El libro de Nehemías habla del proceso de reconstrucción de los muros de la ciudad de Jerusalén, que había sido destruida por la invasión babilónica años atrás.
Debes saber que esa labor no fue fácil. Este era ya el tercer intento por reconstruir los muros de la ciudad. Nehemías enfrentó gran oposición de parte de algunos gobernadores vecinos (Nehemías 2:10). A lo largo del libro se narran siete intentos de estos hombres y algunos judíos nobles, de parar la labor de reconstrucción. Fraguaron todo tipo de estrategias para hacer decaer el ánimo del pueblo y de sus líderes, pero vez tras vez, Dios usó a Nehemías para liderarlos a cumplir con la meta.
El capítulo 4 muestra que estos enemigos se enojaron al saber que los muros se levantaban y por ello idearon una invasión a la ciudad. Algunos del pueblo se sentían debilitados por la labor exhaustiva que realizaban; y si a esto le sumamos el temor de una invasión inminente, era hasta normal que ellos quisieran 'tirar la toalla' y dejar de reparar los muros...por tercera vez.
La Biblia narra que Nehemías se dirigió al pueblo y les dio palabras de ánimo, les recordó que el Señor estaba de su lado y les pidió que no temieran:
"Después miré, y me levanté y dije a los nobles y a los oficiales, y al resto del pueblo: No temáis delante de ellos; acordaos del Señor, grande y temible, y pelead por vuestros hermanos, por vuestros hijos y por vuestras hijas, por vuestras mujeres y por vuestras casas. Y cuando oyeron esto nuestros enemigos que lo habíamos entendido, y que Dios había desbaratado el consejo de ellos, nos volvimos todos al muro, cada uno a su tarea" (4:14-15)
Mientras leía, pensaba en lo que esa gente pudo sentir en esos días. Era natural que sintieran temor, conocían de sus enemigos, sabían el poder que ellos tenían; además, ya habían hecho un par de intentos de levantar los muros antes y no lo habían completado. ¿Qué garantía podía darles Nehemías? ¿Qué pasaría con sus familias y su ciudad si los invadían? ¿Sería más fácil bajar los brazos para llevar la fiesta en paz con los malos?
Sin embargo, CONFIARON y PERSEVERARON. Nehemías fue un gran instrumento sin duda; pero fue Dios quien les respaldó.
Si lees bien notarás que no se tomaron días libres, no se retiraron a orar para saber si era la voluntad de Dios que siguieran en su labor, no lloraron delante de Nehemías ni le echaron la culpa por haberlos metido en esa situación. NO!! Simplemente decidieron seguir haciendo su tarea a pesar de la amenaza latente.
Si eres como yo, sabrás que en los momentos de prueba siempre se nos cruza por la mente casi como primera opción, 'tirar la toalla'. Es muy común que dejemos de orar, de ir a la iglesia, que aventemos nuestros ministerios, que dejemos de leer la Biblia, etc., porque sentimos que Dios nos ha fallado o ha sido injusto al permitir una prueba grande en nuestra vida.
Recientemente he tenido impulsos de ese tipo. He querido 'hacer una pausa' y dejar de hacer lo que hago para el Señor. Pero he entendido que lo único que una decisión así provocará, será darme tiempo y espacio para lloriquear, auto-conmiserarme y centrarme solo en MI problema y no en MI Dios.
Así que te animo a no rendirte. No importa cuál sea tu prueba o tu amenaza actual, sigue! No bajes los brazos, no te engañes creyendo que no podrás hacerlo. Las fuerzas que necesitas vendrán de Él. Mantente haciendo lo que es correcto, no dejes de ir a tu iglesia por muy duros que sean tus días, no renuncies a tu ministerio, no te aísles. Pero sobre todo, no dejes de buscar a diario a la Fuente de fortaleza, al Consolador, al Dios Omnipotente.
El muro de Jerusalén fue terminado en tan solo cincuenta y dos días (6:15). El propósito se cumplió. Ignoro cuánto tiempo nos tomará entender el propósito del Señor en nuestra propia prueba, pero estoy convencida que Él no deja nada a medias (Filipenses 1:6); y un día, cercano o lejano, levantaremos nuestra mirada y veremos todo lo que Él reconstruyó a nuestro alrededor (como los muros alrededor de la ciudad de Jerusalén) y sabremos que valió la pena no haber renunciado. Y esa obra, Su obra, será mejor que lo que había antes, seremos como esos muros redoblados: más seguros, más fuertes, más firmes.
Por mucho que duela hoy, por muy oscuro que luzca tu panorama, por muy agotado que estés...no bajes los brazos. Vuelve y haz lo que el Señor te ha llamado a hacer.
"No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos" Gálatas 6:9
"No os entristezcáis, porque el gozo de Jehová es vuestra fuerza" Nehemías 8:10
Debes saber que esa labor no fue fácil. Este era ya el tercer intento por reconstruir los muros de la ciudad. Nehemías enfrentó gran oposición de parte de algunos gobernadores vecinos (Nehemías 2:10). A lo largo del libro se narran siete intentos de estos hombres y algunos judíos nobles, de parar la labor de reconstrucción. Fraguaron todo tipo de estrategias para hacer decaer el ánimo del pueblo y de sus líderes, pero vez tras vez, Dios usó a Nehemías para liderarlos a cumplir con la meta.
El capítulo 4 muestra que estos enemigos se enojaron al saber que los muros se levantaban y por ello idearon una invasión a la ciudad. Algunos del pueblo se sentían debilitados por la labor exhaustiva que realizaban; y si a esto le sumamos el temor de una invasión inminente, era hasta normal que ellos quisieran 'tirar la toalla' y dejar de reparar los muros...por tercera vez.
La Biblia narra que Nehemías se dirigió al pueblo y les dio palabras de ánimo, les recordó que el Señor estaba de su lado y les pidió que no temieran:
"Después miré, y me levanté y dije a los nobles y a los oficiales, y al resto del pueblo: No temáis delante de ellos; acordaos del Señor, grande y temible, y pelead por vuestros hermanos, por vuestros hijos y por vuestras hijas, por vuestras mujeres y por vuestras casas. Y cuando oyeron esto nuestros enemigos que lo habíamos entendido, y que Dios había desbaratado el consejo de ellos, nos volvimos todos al muro, cada uno a su tarea" (4:14-15)
Mientras leía, pensaba en lo que esa gente pudo sentir en esos días. Era natural que sintieran temor, conocían de sus enemigos, sabían el poder que ellos tenían; además, ya habían hecho un par de intentos de levantar los muros antes y no lo habían completado. ¿Qué garantía podía darles Nehemías? ¿Qué pasaría con sus familias y su ciudad si los invadían? ¿Sería más fácil bajar los brazos para llevar la fiesta en paz con los malos?
Sin embargo, CONFIARON y PERSEVERARON. Nehemías fue un gran instrumento sin duda; pero fue Dios quien les respaldó.
Si lees bien notarás que no se tomaron días libres, no se retiraron a orar para saber si era la voluntad de Dios que siguieran en su labor, no lloraron delante de Nehemías ni le echaron la culpa por haberlos metido en esa situación. NO!! Simplemente decidieron seguir haciendo su tarea a pesar de la amenaza latente.
Si eres como yo, sabrás que en los momentos de prueba siempre se nos cruza por la mente casi como primera opción, 'tirar la toalla'. Es muy común que dejemos de orar, de ir a la iglesia, que aventemos nuestros ministerios, que dejemos de leer la Biblia, etc., porque sentimos que Dios nos ha fallado o ha sido injusto al permitir una prueba grande en nuestra vida.
Recientemente he tenido impulsos de ese tipo. He querido 'hacer una pausa' y dejar de hacer lo que hago para el Señor. Pero he entendido que lo único que una decisión así provocará, será darme tiempo y espacio para lloriquear, auto-conmiserarme y centrarme solo en MI problema y no en MI Dios.
Así que te animo a no rendirte. No importa cuál sea tu prueba o tu amenaza actual, sigue! No bajes los brazos, no te engañes creyendo que no podrás hacerlo. Las fuerzas que necesitas vendrán de Él. Mantente haciendo lo que es correcto, no dejes de ir a tu iglesia por muy duros que sean tus días, no renuncies a tu ministerio, no te aísles. Pero sobre todo, no dejes de buscar a diario a la Fuente de fortaleza, al Consolador, al Dios Omnipotente.
El muro de Jerusalén fue terminado en tan solo cincuenta y dos días (6:15). El propósito se cumplió. Ignoro cuánto tiempo nos tomará entender el propósito del Señor en nuestra propia prueba, pero estoy convencida que Él no deja nada a medias (Filipenses 1:6); y un día, cercano o lejano, levantaremos nuestra mirada y veremos todo lo que Él reconstruyó a nuestro alrededor (como los muros alrededor de la ciudad de Jerusalén) y sabremos que valió la pena no haber renunciado. Y esa obra, Su obra, será mejor que lo que había antes, seremos como esos muros redoblados: más seguros, más fuertes, más firmes.
Por mucho que duela hoy, por muy oscuro que luzca tu panorama, por muy agotado que estés...no bajes los brazos. Vuelve y haz lo que el Señor te ha llamado a hacer.
"No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos" Gálatas 6:9
"No os entristezcáis, porque el gozo de Jehová es vuestra fuerza" Nehemías 8:10
jueves, 8 de febrero de 2018
Cuando Una Injusticia Toca Tu Vida
Es bien fácil llenarse de ira e impotencia cuando sientes que estás en medio de una injusticia.
Recientemente, me sentí así, cuando llegué a una oficina a pedir ayuda en una situación personal y no recibí la solución que esperaba. Me indigné, porque no estaba ahí por mi culpa, si no, por la irresponsabilidad de alguien más. Tenía ganas de mandar a la policía a traer a esa persona para que diera la cara y resolviera el asunto. Pero no podía...
Creo que casi todos hemos experimentado alguna vez una injusticia: una promoción laboral que le fue dada a otro que no la merecía, una traición, pagar una deuda que no es tuya, difamación, abandono, promesas que no se cumplieron, etc.
Mientras manejaba de regreso en esa ocasión, iba llorando y presentando mi caso delante de Dios. De inmediato, recordé aquel encuentro que el profeta Natán tuvo con el rey David (2 Samuel 12). Cuando David pensó que se había librado de la consecuencia de sus pecados-asesinato y adulterio- Dios envió al profeta a contarle una especie de parábola.
"Había dos hombres en una ciudad, el uno rico, y el otro pobre. El rico tenía numerosas ovejas y vacas; pero el pobre no tenía más que una sola corderita, que él había comprado y criado y que había crecido con él y con sus hijos juntamente, comiendo de su bocado y bebiendo de su vaso, y durmiendo en su seno; y la tenía como a una hija. Y vino uno de camino al hombre rico; y éste no quiso tomar de sus ovejas y de sus vacas, para guisar para el caminante que había venido a él, sino que tomó la oveja de aquel hombre pobre, y la preparó para aquel que había venido a él" (vv 1-4)
La Biblia narra que David se indignó contra aquel hombre rico de la historia y Natán le respondió: "ese hombre eres tú" (vv. 7). Dios le hizo ver que cometió un terrible pecado e injusticia al poner sus ojos en Betsabé, la esposa de Urías heteo y mandar a matarlo para quedarse con ella. David era el rey, él podía tener las mujeres que quisiera y era próspero materialmente; pero injustamente destruyó un matrimonio y confabuló para asesinar a Urías.
Me tranquilizó recordar que mi Dios es Justo. La justicia no es una mera cualidad que Él posee, es parte de Su naturaleza, es quien es Él. Urías estaba muerto, nadie se había dado cuenta de la verdad, pero Dios, el Justo, no lo pasó desapercibido, Él entró en acción para ejercer justicia.
Me he encontrado con muchos cristianos que me predican y me dicen que si Jesús mismo sufrió injusticias, ¿qué estoy esperando yo? Tienen razón, sé que a veces voy a recibir injusticias y no seré recompensada en lo absoluto. Pero Dios también me ha demostrado en muchas ocasiones, que Él es fiel a Sus promesas, a pesar de mi infidelidad (2 Timoteo 2:13). También sé que hay leyes espirituales que siempre se cumplen y que todo lo que sembramos, cosecharemos (Gálatas 6:7).
Lo único que debo recordar-y es la parte que menos me gusta-es que no me corresponde a mí meter las manos y buscar hacer justicia.
Hay situaciones específicas en las que simplemente no podemos hacer nada. Solamente hay que renunciar a nuestro derecho de pelear, de reclamar o de exigir y dar un paso al lado. Dios obra a Su manera: "No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, Yo pagaré, dice el Señor" (Romanos 12:19)
Si has sido objeto de una injusticia, te entiendo, sé lo que se siente. Conozco la lucha con las ganas de desquitarse, comprendo ese impulso para buscar una forma de ser compensado, sé lo que es llorar de rabia...pero también he vivido en el pasado la vindicación del Señor...sé de primera mano que Él cumple Su Palabra, que Él pelea por nosotros (Éxodo 14:14), que Él no tolerará que uno de Sus hijos quede avergonzado por causa de alguien que actuó injustamente.
Probablemente ni tú ni yo veremos lo que Dios hará con la fuente de injusticia, y es más, quizás no va a actuar como tú y yo quisiéramos, porque Él da Gracia infinitamente más allá de lo que nosotros entendemos. Pero ese ya no es nuestro asunto. Dejémoslo a Él.
Lo que sí nos corresponde hacer es presentar nuestra causa en Su presencia y renunciar a diario a nuestro derecho de venganza. Luego, confiemos con expectativa que Él traerá justicia a nuestra vida, Él nos compensará, Él nos restituirá mucho más de lo que perdimos (Job 42:10), Él hará una sanidad completa y genuina, no sólo remiendos; Él nos dará razones para sentirnos bendecidos, tanto así, que la injusticia recibida quedará opacada. Sólo es cuestión de tiempo, sigue esperando en la justicia de tu Padre.
"Él hará resplandecer tu inocencia como el amanecer, y la justicia de tu causa brillará como el sol del mediodía" Salmos 37:6 (NTV)
"Ningún arma que te ataque triunfará. Silenciarás cuanta voz se levante para acusarte. Estos beneficios los disfrutan los siervos del Señor; Yo seré quien los reivindique. ¡Yo, el Señor, he hablado!" Isaías 54:17 (NTV)
Recientemente, me sentí así, cuando llegué a una oficina a pedir ayuda en una situación personal y no recibí la solución que esperaba. Me indigné, porque no estaba ahí por mi culpa, si no, por la irresponsabilidad de alguien más. Tenía ganas de mandar a la policía a traer a esa persona para que diera la cara y resolviera el asunto. Pero no podía...
Creo que casi todos hemos experimentado alguna vez una injusticia: una promoción laboral que le fue dada a otro que no la merecía, una traición, pagar una deuda que no es tuya, difamación, abandono, promesas que no se cumplieron, etc.
Mientras manejaba de regreso en esa ocasión, iba llorando y presentando mi caso delante de Dios. De inmediato, recordé aquel encuentro que el profeta Natán tuvo con el rey David (2 Samuel 12). Cuando David pensó que se había librado de la consecuencia de sus pecados-asesinato y adulterio- Dios envió al profeta a contarle una especie de parábola.
"Había dos hombres en una ciudad, el uno rico, y el otro pobre. El rico tenía numerosas ovejas y vacas; pero el pobre no tenía más que una sola corderita, que él había comprado y criado y que había crecido con él y con sus hijos juntamente, comiendo de su bocado y bebiendo de su vaso, y durmiendo en su seno; y la tenía como a una hija. Y vino uno de camino al hombre rico; y éste no quiso tomar de sus ovejas y de sus vacas, para guisar para el caminante que había venido a él, sino que tomó la oveja de aquel hombre pobre, y la preparó para aquel que había venido a él" (vv 1-4)
La Biblia narra que David se indignó contra aquel hombre rico de la historia y Natán le respondió: "ese hombre eres tú" (vv. 7). Dios le hizo ver que cometió un terrible pecado e injusticia al poner sus ojos en Betsabé, la esposa de Urías heteo y mandar a matarlo para quedarse con ella. David era el rey, él podía tener las mujeres que quisiera y era próspero materialmente; pero injustamente destruyó un matrimonio y confabuló para asesinar a Urías.
Me tranquilizó recordar que mi Dios es Justo. La justicia no es una mera cualidad que Él posee, es parte de Su naturaleza, es quien es Él. Urías estaba muerto, nadie se había dado cuenta de la verdad, pero Dios, el Justo, no lo pasó desapercibido, Él entró en acción para ejercer justicia.
Me he encontrado con muchos cristianos que me predican y me dicen que si Jesús mismo sufrió injusticias, ¿qué estoy esperando yo? Tienen razón, sé que a veces voy a recibir injusticias y no seré recompensada en lo absoluto. Pero Dios también me ha demostrado en muchas ocasiones, que Él es fiel a Sus promesas, a pesar de mi infidelidad (2 Timoteo 2:13). También sé que hay leyes espirituales que siempre se cumplen y que todo lo que sembramos, cosecharemos (Gálatas 6:7).
Lo único que debo recordar-y es la parte que menos me gusta-es que no me corresponde a mí meter las manos y buscar hacer justicia.
Hay situaciones específicas en las que simplemente no podemos hacer nada. Solamente hay que renunciar a nuestro derecho de pelear, de reclamar o de exigir y dar un paso al lado. Dios obra a Su manera: "No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, Yo pagaré, dice el Señor" (Romanos 12:19)
Si has sido objeto de una injusticia, te entiendo, sé lo que se siente. Conozco la lucha con las ganas de desquitarse, comprendo ese impulso para buscar una forma de ser compensado, sé lo que es llorar de rabia...pero también he vivido en el pasado la vindicación del Señor...sé de primera mano que Él cumple Su Palabra, que Él pelea por nosotros (Éxodo 14:14), que Él no tolerará que uno de Sus hijos quede avergonzado por causa de alguien que actuó injustamente.
Probablemente ni tú ni yo veremos lo que Dios hará con la fuente de injusticia, y es más, quizás no va a actuar como tú y yo quisiéramos, porque Él da Gracia infinitamente más allá de lo que nosotros entendemos. Pero ese ya no es nuestro asunto. Dejémoslo a Él.
Lo que sí nos corresponde hacer es presentar nuestra causa en Su presencia y renunciar a diario a nuestro derecho de venganza. Luego, confiemos con expectativa que Él traerá justicia a nuestra vida, Él nos compensará, Él nos restituirá mucho más de lo que perdimos (Job 42:10), Él hará una sanidad completa y genuina, no sólo remiendos; Él nos dará razones para sentirnos bendecidos, tanto así, que la injusticia recibida quedará opacada. Sólo es cuestión de tiempo, sigue esperando en la justicia de tu Padre.
"Él hará resplandecer tu inocencia como el amanecer, y la justicia de tu causa brillará como el sol del mediodía" Salmos 37:6 (NTV)
"Ningún arma que te ataque triunfará. Silenciarás cuanta voz se levante para acusarte. Estos beneficios los disfrutan los siervos del Señor; Yo seré quien los reivindique. ¡Yo, el Señor, he hablado!" Isaías 54:17 (NTV)
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