martes, 22 de octubre de 2013

¡Esa paloma se comió mi comida!

Mi oficina está ubicada en el segundo piso del edificio principal de mi colegio. Está hasta el final del pasillo. Y desde hace unos días he notado que hay una paloma que ha decidido que ese pasillo es su nuevo lugar favorito. Es usual ver una buena cantidad de palomas en el parqueo, pero ésta en particular, llega solitariamente a visitarnos. 

Después de varios días de verla caminando en el pasillo y hasta meterse a mi oficina y a uno que otro salón de clase, empecé a ponerle más atención. Primero me fijé que se trata de la misma paloma. Noté algunos detalles de sus patitas y la parte de atrás de su cuerpo, y una mancha gris claro en sus plumas de atrás. Luego, me fijé que llega porque en ese pasillo siempre hay comida. Si, los niños pasan por ahí y usualmente botan restos de su comida. Ella, muy inteligente se dio cuenta de ello, y llega cada día durante la mañana y a veces en la tarde a comer. La observé comerse hasta las mijagas que encuentra.

He notado también que ha ido ganando confianza. Las primeras veces al sentir que alguien se acercaba volaba inmediatamente. Ahora, hasta me le pude acercar y tomarle la foto que ustedes están viendo. Seguramente ha de decir "ésta es la que pasa aquí todos los días".

El día que le tomé la foto, vino a mi mente la ilustración que Jesús hizo estando en la tierra: "Miren las aves que vuelan por el aire: no siembran ni cosechan ni guardan la cosecha en graneros; sin embargo, el Padre de USTEDES que está en el cielo les da de comer. ¡Y ustedes valen más que las aves!" (Mateo 6:26 DHH).

¿Saben qué? Es algo tan real. Dios lo cumple. Les da de comer  a las aves. Ellas no se esfuerzan mucho que se diga. Esta palomita ya encontró su fuente de provisión diaria...bueno, de lunes a viernes! (Aunque es un poco egoísta porque no ha llevado a más compañeras palomas).

Mi punto con esto es que me ayuda mucho estar viendo cómo Dios sostiene a una paloma dándole lo que necesita. Porque sé que si Él se preocupa por ella, se preocupa más por mí y mi familia. Él declara que valemos más que las palomas, y yo le creo! 

No sé si estás necesitando que Tu Padre te provea algo en este instante: un trabajo, un incremento salarial, una casa, pagar tus deudas, un carro, dinero para estudiar, etc. Lo que sí sé es que esa promesa es cierta para tu vida también. Sólo confía, sigue creyendo, sigue orando, imagínate esa necesidad resuelta, confía en el amor que Él te tiene.

Y la próxima vez que dudes que Dios va a proveerte materialmente, te invito a venir a visitarme en mi oficina y ser testigo de esta palomita que disfruta a diario del cuidado que Su Creador tiene con ella.


lunes, 14 de octubre de 2013

"Miss: Deme La Última Oportunidad"

Un día reciente, en los últimos minutos de la jornada, fueron llevados a mi oficina dos chicos de primer grado. Ambos venían llorando, ambos hablaban al mismo tiempo, ambos querían explicar qué pasó. Pero cada uno contaba cosas un poco diferentes. Al final, con un testigo de por medio, se confirmó la versión de uno de los chicos, el agredido. El agresor, seguía llorando y poco a poco fue admitiendo las mentiras que había dicho. 

Conversé por unos minutos con el chico. Él lloraba cada vez más y me dio, sin exagerar, 20 razones por las cuales yo no debería sancionarlo: que su mamá es muy enojada, que el otro chico tenía la culpa por atravesar su estómago mientras él decidió tirar una "patada voladora" (esa fue mi favorita!!), que su mamá le dejaba muy marcado el cincho cuando le pegaba, que su papá ya no iba a jugar con él, que lo sacarían a la calle, que lo llevarían a la parada de buses a pedir, que ya no iba a venir al colegio, etc, etc. 

Debo confesar que tuve ganas de reírme de todo lo que me decía tan rápido y sin parar de llorar. Al mismo tiempo, por un momento me conmovió tanto cuando me decía con carita del gatito de Shrek "le prometo que es última vez que lo voy a hacer, es mi última oportunidad". La verdad es que no pude asignarle una sanción inmediatamente porque ya era la hora de salida del colegio y él debía irse. Le dije que le informaría de la sanción al día siguiente.


Luego, me quedé pensando en el incidente. Traté de ser justa y pensar con objetividad en los hechos. Y aunque me duela reconocerlo, mi trabajo es apegarme a las reglas del colegio y hacer que se cumplan, y en este caso, el chico en cuestión ya tiene cierto número de faltas acumuladas, por lo que debo aplicar la sanción al nivel de la falta recurrente cometida. Tengo claro que es por su bien que debo corregirlo, también debo proteger a los demás chicos para que no sean agredidos, se debe sentar un precedente para que los demás vean que este tipo de cosas son graves y que nuestras malas acciones/decisiones traen consecuencias.

Supongo que Dios es igual con nosotros, ¿verdad?. Es decir, Él es Dios, es Su naturaleza ser Justo. Si bien es cierto que nos ama con un amor inigualable, también no hay que olvidar que Él no puede pasar por alto el pecado. ¿Pero saben cuál es la buena noticia? Con Él las oportunidades son miles, si no es que millones. 

En mi colegio, hay un reglamento que establece el máximo de faltas que un estudiante puede cometer, y una vez se llega a ese número, la decisión es fría y automática: ¡Adiós! Pero con Dios no es así, la Biblia dice que cada mañana la cuota de Sus misericordias se renuevan. Es como tener la plena seguridad que tu teléfono va a ser recargado con saldo cada mañana. No tienes que tener insomnio pensando en que el saldo se te terminó, te vas a dormir tranquilo cada noche porque sabes que a la mañana siguiente el saldo habrá sido puesto en tu teléfono de nuevo, y nunca falta.

Este chico de primer grado recibió la consecuencia por su conducta, ¡pero no me odien!, seguirá en el colegio sólo que con ciertas condiciones. Él y sus padres están agradecidos porque se le permitió continuar. Y yo estoy agradecida con Dios porque Él también me permite continuar y no lleva recuento de mis faltas. 

¿Crees que ya te acabaste las oportunidades con Dios? No lo creo. No es lo que la Biblia dice. Puedes acercarte y hacer uso de las oportunidades que hay en reserva para ti. Sólo pídela.

"El amor del Señor no tienen fin, ni se han agotado sus bondades. Cada mañana se renuevan; ¡qué grande es su fidelidad! Y me digo: ¡El Señor lo es todo para mí; por eso en Él confío!" Lamentaciones 3:22-24 (DHH)

sábado, 5 de octubre de 2013

¿Cuántos Kilómetros Has Corrido En Tu Vida?

El domingo anterior participé en una carrera. Si, aunque no lo crean me he vuelto un poco deportista (;D). Era mi primer carrera. Unos amigos de mi grupo de la iglesia me animaron a participar. Lo planeamos como con un mes de anticipación y recibimos consejos para entrenarnos adecuadamente. La carrera tenía tres categorías: 5, 10 y 21 kilómetros. Obviamente yo participé en la de 5 kilómetros. 

Para mí era un reto, porque no sabía si iba a tener la resistencia para lograrlo, no conocía el terreno (fue en el Lago de Coatepeque), y sobre todo no quería pasar la vergüenza de quedarme a media carrera. Pero seguimos los consejos de los amigos expertos y el día llegó.

Ustedes no saben el ambiente que se vive con otros cientos de personas que madrugan para ir a correr también. Es contagioso. La adrenalina sube y uno se repite una y otra vez que tiene que lograrlo. A mí me ayudó mucho que de mi grupo, corrimos 5 personas, en las 3 diferentes categorías.

Hicimos el estiramiento previo, y nos colocamos en posición de salida. Éramos como 600 corredores. El disparo sonó y salimos todos al mismo tiempo. La primera mitad de mi categoría fue bastante buena, aunque el terreno irregular me hacía ser bastante precavida para no caerme ni lesionarme. Digamos que esa primera mitad no fue difícil para mí. Mantuve el ritmo, la respiración y no me sentía cansada.

Llegamos a un punto de hidratación y comenzamos la segunda mitad. Considero que el último kilómetro y medio fue el tramo más duro. El terreno tenía algunas partes inclinadas y subirlas fue cansado. Yo veía a mi amiga Ana que iba adelante de mí y eso me animaba a seguir. Hubo algo que me dio las fuerzas que necesitaba, vi a un señor de unos 60 años participando en mi categoría, que tiene problemas en sus piernas y caminaba ayudado con un par de una especie de muletas metálicas. Mientras yo iba de regreso a la meta, él apenas iba en los primeros kilómetros. No saben lo que eso produjo en mí, se me hizo un nudo en la garganta y me animé a seguir sin bajar el ritmo. Además, a lo largo de la carrera habían personas de la organización del evento dándote ánimos o diciéndote que ya faltaba poco, que siguieras.

Cuando nos íbamos acercando a la meta había una banda que tocaba música bien alegre, eso también ayuda, porque uno siente el ambiente de fiesta y sabe que ya está por llegar. Cuando entré al área de meta, sentí un enorme orgullo por haberlo hecho. Si, ya sé que 5 kilómetros es poco, pero para mí era mi primera experiencia y representaba un reto.


Algo que fue lindo para mí, es que había una delegación de personas esperándote en la meta y cuando la cruzabas, te ponían inmediatamente una medalla. Todos la recibimos. Yo pensaba que se la daban sólo a los primeros en llegar, pero no.

Y bueno, no saben cómo celebramos a cada uno de mis amigos que llegaba después de 10 y 21 kilómetros. Hubo fotos, vídeos y hasta nos subimos al podium para sentir que habíamos ganado (se vale soñar!).




Pensando en esa experiencia, realmente recibí varias lecciones. Pero hoy quiero destacar una. Y es cómo es Dios con nosotros cuando enfrentamos pruebas. 

Creo que Él sabe lo que cada uno de nosotros es capaz de resistir, creo que Él sabe el ritmo en el que cada uno de nosotros "corre" en la vida, y tiene el amor y la paciencia suficientes para acompañarnos en el proceso. No presiona, sino que nos anima, nos repite constantemente quién es Él, nos da de Sus fuerzas y nos dice "ya falta poco". Me lo imagino en la "meta", ese lugar en el que una prueba o problema o tentación es superado, gritando para darnos fuerzas, haciéndonos saber que Él nos espera. Hasta me lo imagino ansioso de ponernos esa "medalla": esa bendición, esa recompensa que pensamos no merecer. Pero Él la tiene lista, para dárnosla por haberlo hecho, por haber resistido, por haber confiado en Él en el proceso, por no darnos por vencidos, por triunfar sobre la falta de fe, la soledad, el dolor, o Su silencio.

Me gusta pensar que ya gané varias medallas en el cielo, y sé que seguiré corriendo muchas carreras más, pero no estaré sola, Dios va conmigo respetando mi ritmo, entrenándome para ser más resistente y en la meta me espera con ese montón de medallas que son mi recompensa por haberlo hecho.

No sé que carrera estés corriendo actualmente, pero te animo a no dejarte vencer, a no bajar el ritmo, y aunque te caigas, levantarte para seguir hasta llegar a la meta. No importa cuántos kilómetros te falten, ahí estará tu medalla reservada para ti. ¡Sigue corriendo!

"Yo sé muy bien que todavía no he alcanzado la meta; pero he decidido no fijarme en lo que ya he recorrido, sino que ahora me concentro en lo que me falta por recorrer. Así que sigo adelante, hacia la meta, para llevarme el premio que Dios nos llama a recibir."(Filipenses 3:13-14 TLA)

martes, 1 de octubre de 2013

El Susto de Mi Vida

El domingo anterior, fuimos con varios amigos de mi grupo de la iglesia al Lago de Coatepeque, para participar en una carrera. Ya pronto  les contaré de esa aventura, pero ahora les quiero contar algo que pasó al regreso de Santa Ana.

De los cuatro carros que fuimos a la carrera, dos se regresaron temprano y los que veníamos en los otros dos decidimos ir a tomar café antes de volver a San Salvador. Pasadas las 4:00 p.m. nos despedimos y junto con mis amigos Ana y César fuimos los primeros en salir. En su carro también venían su hija Sofía y Samuel, su sobrino. Los niños y yo veníamos en el asiento trasero. Yo sentada atrás del asiento del co-piloto.

Recuerdo que recosté mi cabeza en el asiento y cerré los ojos, durante varios minutos escuchaba lo que los niños venían diciendo. De repente, sólo recuerdo que escuché un estruendo terrible, y fui lanzada hacia el lado izquierdo, sobre los niños. El carro comenzó a avanzar a gran velocidad y yo sólo sentía que golpeábamos contra algo a cada segundo. El carro saltaba y nosotros también. Mi reacción inmediata fue tratar de proteger a los niños. Recuerdo que extendí mi brazo derecho para cubrirlos y que no se golpearan. Estaba sobre Samuel, tratando de agarrar a Sofi. Pero los tres éramos sacudidos sin parar. Yo nunca pude levantar la cabeza para ver contra qué chocábamos, porque estuve sobre el asiento todo el tiempo.

Algo que nunca voy a olvidar son los gritos de mi amiga Ana. Ella venía dormida, y el primer estruendo la despertó. Sus gritos eran gritos de terror. Todo sucedió como en las películas. Todo se sacude sin parar y nadie puede detenerse. La fuerza con la que el carro va es impresionante y los golpes, crueles.

De repente, después de otro golpe fuerte, el carro finalmente se detuvo. Levanté la cabeza e inmediatamente vi a los niños. Ellos estaban bien, asustados, pero bien. Al sentarme de nuevo, no sé de dónde, pero ya estábamos rodeados de varias personas. Nos abrieron las puertas, nos ayudaron a salir, nos preguntaban una y otra vez si estábamos bien. Recuerdo que un señor corrió a abrir el capó del carro y a cortar  no sé que porque dijo que el carro podía echar chispas y agarrar fuego. Yo tocaba a los niños, los veía a cada rato para asegurarme que estaban bien. Nos abrazamos todos y comenzamos a orar en la calle y le dimos gracias a Dios por cuidarnos.

En ese momento nada me dolía. Otro señor que nos ayudó me dijo que tenía algo en mi ojo derecho, yo ni caso le hice porque en realidad no me dolía nada. Yo estaba desorientada preguntando ¿dónde estamos?. Luego supe que estábamos frente a Unicentro de Lourdes, Colón. Le llamé a mis amigos Nelson y Alejandra, que venían en el otro carro atrás de nosotros y llegaron a auxiliarnos. 



¿Qué pasó? No lo sé con seguridad. La teoría es que se reventó la llanta derecha delantera y eso provocó el accidente. Después, Nelson y mi cuñado Alex trataron de ver en la carretera el recorrido que el carro hizo, calculan que fueron unos doce metros que patinamos en todo el arriate de la carretera llevándonos varios postes delgados de concreto, plantas y arrancamos un árbol de mediano tamaño. Nos detuvimos a solo un par de metros de una parada de buses. 

Luego, fuimos al hospital, nos chequearon y gracias a Dios, los daños no son nada comparados con cómo el carro quedó. Sofi sufrió una pequeña fractura en la clavícula. Ana tiene golpes en varias partes del cuerpo. Yo por ahora tengo inmovilizada mi rodilla derecha y me cosieron la boca por una herida interna. Llevé un golpe fuerte en la cara, pero ya espero que se desinflame con el reposo y las medicinas. Milagrosamente los chicos, César y Samuel no tienen absolutamente nada.

Anoche, me vinieron a visitar mis amigos Nelson y Alejandra. Y cuando conversaba con ellos entendí muchos "pequeños" detalles que Dios tuvo con nosotros y que no permitieron que esto fuese peor. Dice Nelson que por donde nos subimos al arriate, pasamos literalmente a tan solo centímetros de un poste de alumbrado eléctrico. De hecho, ese poste arrancó el espejo retrovisor derecho. Si el carro hubiese impactado con ese poste grandote de concreto, probablemente fuese otro el cuento. Ana hubiese sufrido mayores lesiones, el parabrisas hubiese estallado sobre ella y César, o el golpe nos hubiese regresado a la carretera de nuevo y otros carros nos hubiesen golpeado. Pero no fue así gracias a Dios. 

Algunos amigos que han visto las fotos del carro me dicen que no saben cómo nadie se quebró un hueso, o cómo no nos golpeamos las cabezas o perdimos la consciencia. Yo no puedo responder esas preguntas. Mi respuesta es: Dios es Bueno.

Esa noche al volver a casa después del hospital, estaba tan asustada y nerviosa, que le pedí a mi mami que oráramos dos veces, porque no me bajaba el susto. Pero, antes de dormir, leí mi devocional de esa fecha y me impactó lo que decía:
"¡Bendeciré al Señor a todas horas; mis labios siempre lo alabarán! El hombre justo pasa por muchos males, pero el Señor lo libra de todos ellos. Él le protege todos los huesos; ni uno solo le romperán." (Salmos 34: 1, 19-20 DHH). 
Al leer eso, sentí que Dios me decía: ¿Ves? Estuve ahí con ustedes. No les fallé.


Por ahora, estoy obligadamente descansando en casa. Pero al estar acá he recordado que nada en la vida de un hijo de Dios pasa por casualidad. Sé que TODO nos ayuda para bien. Aunque ahorita no entiendo del todo qué ocurrió. Confío en que hay un propósito Suyo tras todo esto. Y pronto Él en Su misericordia nos lo dejará saber. Mientras tanto, seguiré contándole a todos que mi Dios es Bueno.