Abram dejó ir su tierra y su parentela para poder recibir lo que se había planeado para él y hasta su nombre cambió a Abraham, el padre de multitudes.
José se vio forzado a dejar ir su comodidad como hijo menor y favorito de su padre, ya que Dios sabía que ese doloroso proceso era la única manera de prepararlo para la fama y el poder que llegaron después, al punto de hacerlo un salvador de su familia y el vice-presidente de Egipto.
Rut tuvo que dejar ir su duelo por haberse convertido en una viuda joven y además sus creencias y tradiciones, para recibir el privilegio de ser la esposa de uno de los solteros más codiciados de su tiempo en Belén...y como bono adicional, formar parte del linaje del rey David y de Jesucristo.
Ester dejó ir sus propios planes y los temores con que luchaba, para aceptar los planes que en el cielo se habían trazado para ella y muy valiente se convirtió en la voz defensora de todo el pueblo judío...y para compensarla un poco, Dios la dejó ser nada más y nada menos que la reina del imperio más poderoso de esa época.
Viví el proceso de separación y divorcio de una amiga a la que quiero mucho. Y no fue hasta que ella finalmente se rindió y dejó ir su propia voluntad, que la Voluntad Perfecta de Dios se llevó a cabo en su vida y ahora vive un sólido matrimonio con un hombre que ama y teme a Dios y que ya había sido aprobado en el cielo para ella.
Otra amiga luchó años para ser mamá, hasta el punto de estar resentida con Dios porque su deseo no era cumplido. Ahora ella testifica que cuando dejó ir su propio deseo y comenzó a orar porque otra persona cercana a ella pudiera embarazarse, finalmente, sin estar muy aprehensiva como antes, descubrió que estaba esperando a su primer hijo.
Recuerdo como alguien me compartió de su amargura e inconformidad por el trabajo que tenía. Y que a pesar de buscar incesantemente uno nuevo, nada sucedía. Llegó a un punto de rendición a Dios y soltó su descontento. Comenzó a dar gracias por su trabajo y poco a poco esos sentimientos se fueron diluyendo. ¿Y adivinen qué pasó? Así es, ahora tiene un nuevo y mejor trabajo.
Éstos son sólo algunos ejemplos de personas que aprendieron, a veces con mucho dolor, que dejar ir es mejor que luchar por retener algo/ a alguien, sobre todo si ésto no es lo que Dios quiere.
Como lo he dicho antes, con Dios, la mayoría de cosas suceden al revés de nuestra lógica. Cuando dejamos ir y aparentemente nos quedamos sin nada en las manos, Él se encarga de traer lo nuevo, lo mejor, lo soñado, para llenar nuestras manos de nuevo.
Personalmente sigo teniendo episodios en los que quiero seguir aferrada a algo que sé que Dios me está pidiendo soltar. Pero siempre termino rindiéndome, estoy aprendiendo a dejar ir, porque sé que lo mejor está por venir...hay una esperanza dentro de mí que me dice que confíe, que Dios superará mis expectativas, que si la espera ha sido prolongada es porque lo que llegará lo merece.
Sé que tú también lo sabes. Sé que dentro de ti estás consciente de qué cosas Dios te está pidiendo dejar ir. Sé que has estado luchando. Sé que cuesta rendirse y sentirse vacío momentáneamente. Sé que puede doler y llenar de miedo...pero confía...aunque suene ilógico, dejar ir es en realidad la única forma de recibir.
"Convertiré su duelo en gozo, y los consolaré; transformaré su dolor en alegría" Jeremías 31:13 NVI
sábado, 30 de agosto de 2014
sábado, 23 de agosto de 2014
Serie Dejar Ir- Dejando Ir Al Pecado Oculto
Una de las cosas que más disfruté cuando trabajaba con los jóvenes de mi iglesia eran los retiros y campamentos que teníamos. Nuestros pastores preparaban con anticipación a los que íbamos a asistir como líderes y no nos importaba el desvelo, el cansancio o lo que dejáramos en la ciudad con tal de servirle a Dios y a los jóvenes asistentes a dichas actividades...fueron tiempos realmente inolvidables.
Recuerdo a una chica en particular, a la que me tocó "apadrinar" en uno de esos retiros. Desde que estábamos en la iglesia noté que ella estaba incómoda. Puedo decir que la vi luchando para asistir. Finalmente se decidió y se subió a uno de los autobuses.
En el lugar del retiro, el pastor dio la indicaciones para que los chicos buscaran a uno de los líderes para hacer una especie de confesión de un montón de cosas que ellos habían inventariado de sí mismos en la charla previa. Ésta chica me eligió a mí.
Nos apartamos un poco del grupo y ella titubeante comenzó a contarme algunas de sus luchas. Para ser honesta, nada fuera de lo normal para jóvenes de su edad. Pero mientras hablábamos, yo estaba segura que ella ocultaba algo y no sabía cómo hacerle sentir que estaba a salvo y podía confiar en compartir lo que quisiera.
Finalmente, después de un rato, ella me dijo que había ido a ese retiro con un propósito específico y era deshacerse de una carga enorme de culpa que había estado llevando por varios meses. Comenzó a llorar, su voz se le cortaba, su cara se ponía rojísima, apretaba unos papeles que tenía en sus manos hasta casi deshacerlos, miraba hacia el suelo casi todo el tiempo. Yo puse mi mano sobre uno de sus brazos y le dije que iba a esperar el tiempo que fuera necesario para que ella me contara lo que la tenía así.
Aunque no puedo dar detalles acá, les resumo diciéndoles que el novio la había forzado a practicarse un aborto. Ella luchaba con la carga de esa experiencia a su corta edad. Se sentía cobarde por no haber defendido a su bebé, se sentía una asesina, se sentía burlada por su novio que ya le había sido infiel un par de veces después del incidente, se sentía avergonzada con Dios, sus amigos, su familia. En pocas palabras, ella creía que su pecado era imperdonable y ya no aguantaba más. Ese secreto del que nadie conocía le estaba quitando la vida poco a poco cada día.
Esa noche de nuestro retiro fue especial. Dios se movió de manera increíble. Se nos habló de ser libres, de quitarle poder al pecado y al pasado, de no dejar que se nos encadenara a algo por lo que Jesús ya había pagado. Recuerdo tan bien esa escena, esa chica de rodillas llorando como bebé ante la Presencia de Dios, recibiendo su pase a la libertad, sintiéndose perdonada por primera vez en mucho tiempo, dejando ir el pecado que tenía una escritura de propiedad sobre su vida.
Sé que todos nos hemos sentido como ésta chica en alguna ocasión. Le hemos otorgado poder al pecado y al padre del pecado y creemos que mantenerlo cubierto es mejor. Pero lo paradójico de todo esto es que en el mundo espiritual casi todo ocurre al revés de lo que los humanos consideramos lógico. Con Dios, entre más rápido confesamos nuestras fallas, más rápido recibimos perdón y más a salvo nos sentimos. Cubrir el pecado, nos vuelve esclavos, dejarlo ir al confesarlo, nos trae libertad.
En mi caso, he experimentado que dejar ir al pecado requiere dos etapas: La confesión a Dios (la parte más fácil) y la confesión a una persona de extrema confianza, con la madurez cristiana necesaria (una de mis mejores amigas, una líder o pastora. Lo recomendable es que siempre elijas a una persona de tu mismo sexo). No me siento realmente libre y perdonada hasta que éstas dos etapas han sido cumplidas.
Si has estado tragándote un pecado oculto, creyendo que puedes manejarlo solo, te invito a ponerte a cuentas con Dios y con alguien confiable. La confesión es la mejor forma de dejar ir al pecado y obtener libertad.
"Todos los días que seguía orando sin confesar mis pecados, me debilitaba cada vez más" Salmos 32:3 (PDT)
"Quien esconde su pecado jamás puede prosperar; quien lo confiesa y lo deja, recibe el perdón" Proverbios 28:13 (TLA)
Imágenes representativas. Tomadas del Internet.
Recuerdo a una chica en particular, a la que me tocó "apadrinar" en uno de esos retiros. Desde que estábamos en la iglesia noté que ella estaba incómoda. Puedo decir que la vi luchando para asistir. Finalmente se decidió y se subió a uno de los autobuses.
En el lugar del retiro, el pastor dio la indicaciones para que los chicos buscaran a uno de los líderes para hacer una especie de confesión de un montón de cosas que ellos habían inventariado de sí mismos en la charla previa. Ésta chica me eligió a mí.
Nos apartamos un poco del grupo y ella titubeante comenzó a contarme algunas de sus luchas. Para ser honesta, nada fuera de lo normal para jóvenes de su edad. Pero mientras hablábamos, yo estaba segura que ella ocultaba algo y no sabía cómo hacerle sentir que estaba a salvo y podía confiar en compartir lo que quisiera.
Finalmente, después de un rato, ella me dijo que había ido a ese retiro con un propósito específico y era deshacerse de una carga enorme de culpa que había estado llevando por varios meses. Comenzó a llorar, su voz se le cortaba, su cara se ponía rojísima, apretaba unos papeles que tenía en sus manos hasta casi deshacerlos, miraba hacia el suelo casi todo el tiempo. Yo puse mi mano sobre uno de sus brazos y le dije que iba a esperar el tiempo que fuera necesario para que ella me contara lo que la tenía así.
Aunque no puedo dar detalles acá, les resumo diciéndoles que el novio la había forzado a practicarse un aborto. Ella luchaba con la carga de esa experiencia a su corta edad. Se sentía cobarde por no haber defendido a su bebé, se sentía una asesina, se sentía burlada por su novio que ya le había sido infiel un par de veces después del incidente, se sentía avergonzada con Dios, sus amigos, su familia. En pocas palabras, ella creía que su pecado era imperdonable y ya no aguantaba más. Ese secreto del que nadie conocía le estaba quitando la vida poco a poco cada día.
Esa noche de nuestro retiro fue especial. Dios se movió de manera increíble. Se nos habló de ser libres, de quitarle poder al pecado y al pasado, de no dejar que se nos encadenara a algo por lo que Jesús ya había pagado. Recuerdo tan bien esa escena, esa chica de rodillas llorando como bebé ante la Presencia de Dios, recibiendo su pase a la libertad, sintiéndose perdonada por primera vez en mucho tiempo, dejando ir el pecado que tenía una escritura de propiedad sobre su vida.
Sé que todos nos hemos sentido como ésta chica en alguna ocasión. Le hemos otorgado poder al pecado y al padre del pecado y creemos que mantenerlo cubierto es mejor. Pero lo paradójico de todo esto es que en el mundo espiritual casi todo ocurre al revés de lo que los humanos consideramos lógico. Con Dios, entre más rápido confesamos nuestras fallas, más rápido recibimos perdón y más a salvo nos sentimos. Cubrir el pecado, nos vuelve esclavos, dejarlo ir al confesarlo, nos trae libertad.
En mi caso, he experimentado que dejar ir al pecado requiere dos etapas: La confesión a Dios (la parte más fácil) y la confesión a una persona de extrema confianza, con la madurez cristiana necesaria (una de mis mejores amigas, una líder o pastora. Lo recomendable es que siempre elijas a una persona de tu mismo sexo). No me siento realmente libre y perdonada hasta que éstas dos etapas han sido cumplidas.
Si has estado tragándote un pecado oculto, creyendo que puedes manejarlo solo, te invito a ponerte a cuentas con Dios y con alguien confiable. La confesión es la mejor forma de dejar ir al pecado y obtener libertad.
"Todos los días que seguía orando sin confesar mis pecados, me debilitaba cada vez más" Salmos 32:3 (PDT)
"Quien esconde su pecado jamás puede prosperar; quien lo confiesa y lo deja, recibe el perdón" Proverbios 28:13 (TLA)
Imágenes representativas. Tomadas del Internet.
sábado, 16 de agosto de 2014
Serie Dejar Ir- Dejando Ir Tu Derecho A Negar El Perdón
Tuve mi primer novio en el colegio. Nos distanciamos un tiempo al graduarnos, pues él me confesó que había tenido un desliz con una vecina suya. Luego nos rencontramos cuando yo estaba en el segundo año de la Universidad. Parecía que habíamos madurado mucho en ese tiempo y él fue bien claro y directo al decirme que quería retomar la relación; pero ahora de manera muy formal, involucrando a mis padres y cosas por el estilo.
También al volver a vernos me contó que el desliz con su vecina había tenido consecuencias y se había convertido en padre. Me dio testimonio de cuanto su vida había cambiado por esa experiencia y me aclaró que la relación con la vecina no había prosperado y él aportaba todo lo que su hijo necesitaba, pero nada más.
Justo cuando teníamos programada la visita que él haría a mi casa para conversar con mis padres, mi mamá y mi hermana lo vieron en un centro comercial muy cariñoso con otra mujer...y ¿adivinen quién era? La vecina!!! Descubrí que ellos eran pareja y vivían juntos desde que ella quedó embarazada. Así es, tenían una familia.
Recuerdo que estuve albergando resentimiento y enojo contra él porque no podía creer lo cínico que había resultado. Aunque no lo crean, él intentó comunicarse un par de veces después que mi mamá lo vio con su señora y lo siguió para reclamarle (esa es mi mami!!!). Eso, lejos de hacerme dudar, me terminó de convencer que él era un hombre taaann deshonesto que no lo quería en mi vida.
Pasé algún tiempo rogándole a Dios que no me lo encontrara, porque no me sentía lista. Luego, le rogaba a Dios verlo, pues había repasado una y mil veces lo que iba a hacer y decir. Estaba preparada para cualquier escenario: verlo solo, verlo con su señora, verlo con sus hijos...en fin, yo me iba a desquitar.
A veces, Dios intentaba tratar conmigo ese tema y yo estaba en negación diciendo que simplemente tenía derecho a desquitarme. Me sentía con derecho de vengarme, pues claramente yo había sido la víctima y no me parecía justo que él hubiera intentado verme la cara.
Ahora me parece gracioso que Dios NUNCA permitió que yo lo viera. Amigos y familiares lo veían con frecuencia y yo nada! Pasaron los años y reconocí que estar enojada con él no valía la pena. Ya no me sentía burlada, engañada ni victimizada. No puedo señalar el momento preciso en que ocurrió, sólo sé que Dios lo hizo, tomó esa maraña de emociones negativas y deseos porque le pasara algo malo y dejó de ser importante para mí. Lo que sí puedo señalar es que fue hasta que dejé ir lo que éste hombre me había hecho, que Dios pudo obrar.
Años después me topé con él en un restaurante. Yo estaba sola esperando a alguien y él con un grupo de compañeros de trabajo. (Tranquilos, no hubo cachetadas ni gritos!!!) Fue un poco incómodo; pero luego, él me solicitó unos minutos para pedirme perdón por lo que me había hecho. No les puedo explicar; pero en ese momento todo lo que él decía no me importaba pero ni una pizca. Simplemente había dejado de significar algo para mí y entendí que ese encuentro era necesario para darme cuenta que yo estaba sana.
Ésta sólo es una de muchas situaciones en las que Dios se encarga de hacerme ver que no es Su voluntad que viva atada a algo o alguien por el lazo del resentimiento. Y Él es como un doctor, que no puede empezar a hacer su labor de sanidad, si yo como paciente, meto mis manos y me auto-diagnostico y auto-medico...es hasta que suelto mi derecho a desquitarme y desearle mal al que me dañó, que Él puede comenzar a sanar. Lo que Él haga para que la otra persona tenga consecuencias por lo que me hizo, es Su problema, no el mío.
Si estás luchando con otorgarle el perdón a alguien que te dañó recientemente o hace mucho tiempo, te aseguro que una vez vayas a la Presencia de Dios y decidas soltar tu resentimiento, cuando menos lo sientas, ya no vas a desear vengarte y vas a estar sano de tu alma.
Un famoso líder religioso dijo alguna vez que el resentimiento es el veneno que tú te tomas, esperando que se muera el que te hirió...Así que, decídete, ya no te sigas envenenando!!
"Queridos hermanos, no busquen la venganza, sino dejen que Dios se encargue de castigar a los malvados. Pues en la Biblia Dios dice: ´A mí me toca vengarme. Yo le daré a cada cual su merecido´..." Romanos 12:19 TLA
También al volver a vernos me contó que el desliz con su vecina había tenido consecuencias y se había convertido en padre. Me dio testimonio de cuanto su vida había cambiado por esa experiencia y me aclaró que la relación con la vecina no había prosperado y él aportaba todo lo que su hijo necesitaba, pero nada más.
Justo cuando teníamos programada la visita que él haría a mi casa para conversar con mis padres, mi mamá y mi hermana lo vieron en un centro comercial muy cariñoso con otra mujer...y ¿adivinen quién era? La vecina!!! Descubrí que ellos eran pareja y vivían juntos desde que ella quedó embarazada. Así es, tenían una familia.
Recuerdo que estuve albergando resentimiento y enojo contra él porque no podía creer lo cínico que había resultado. Aunque no lo crean, él intentó comunicarse un par de veces después que mi mamá lo vio con su señora y lo siguió para reclamarle (esa es mi mami!!!). Eso, lejos de hacerme dudar, me terminó de convencer que él era un hombre taaann deshonesto que no lo quería en mi vida.
Pasé algún tiempo rogándole a Dios que no me lo encontrara, porque no me sentía lista. Luego, le rogaba a Dios verlo, pues había repasado una y mil veces lo que iba a hacer y decir. Estaba preparada para cualquier escenario: verlo solo, verlo con su señora, verlo con sus hijos...en fin, yo me iba a desquitar.
A veces, Dios intentaba tratar conmigo ese tema y yo estaba en negación diciendo que simplemente tenía derecho a desquitarme. Me sentía con derecho de vengarme, pues claramente yo había sido la víctima y no me parecía justo que él hubiera intentado verme la cara.
Ahora me parece gracioso que Dios NUNCA permitió que yo lo viera. Amigos y familiares lo veían con frecuencia y yo nada! Pasaron los años y reconocí que estar enojada con él no valía la pena. Ya no me sentía burlada, engañada ni victimizada. No puedo señalar el momento preciso en que ocurrió, sólo sé que Dios lo hizo, tomó esa maraña de emociones negativas y deseos porque le pasara algo malo y dejó de ser importante para mí. Lo que sí puedo señalar es que fue hasta que dejé ir lo que éste hombre me había hecho, que Dios pudo obrar.
Años después me topé con él en un restaurante. Yo estaba sola esperando a alguien y él con un grupo de compañeros de trabajo. (Tranquilos, no hubo cachetadas ni gritos!!!) Fue un poco incómodo; pero luego, él me solicitó unos minutos para pedirme perdón por lo que me había hecho. No les puedo explicar; pero en ese momento todo lo que él decía no me importaba pero ni una pizca. Simplemente había dejado de significar algo para mí y entendí que ese encuentro era necesario para darme cuenta que yo estaba sana.
Ésta sólo es una de muchas situaciones en las que Dios se encarga de hacerme ver que no es Su voluntad que viva atada a algo o alguien por el lazo del resentimiento. Y Él es como un doctor, que no puede empezar a hacer su labor de sanidad, si yo como paciente, meto mis manos y me auto-diagnostico y auto-medico...es hasta que suelto mi derecho a desquitarme y desearle mal al que me dañó, que Él puede comenzar a sanar. Lo que Él haga para que la otra persona tenga consecuencias por lo que me hizo, es Su problema, no el mío.
Si estás luchando con otorgarle el perdón a alguien que te dañó recientemente o hace mucho tiempo, te aseguro que una vez vayas a la Presencia de Dios y decidas soltar tu resentimiento, cuando menos lo sientas, ya no vas a desear vengarte y vas a estar sano de tu alma.
Un famoso líder religioso dijo alguna vez que el resentimiento es el veneno que tú te tomas, esperando que se muera el que te hirió...Así que, decídete, ya no te sigas envenenando!!
"Queridos hermanos, no busquen la venganza, sino dejen que Dios se encargue de castigar a los malvados. Pues en la Biblia Dios dice: ´A mí me toca vengarme. Yo le daré a cada cual su merecido´..." Romanos 12:19 TLA
sábado, 9 de agosto de 2014
Serie Dejar Ir- Dejando Ir Tus Planes y Sueños
El evento que más ha marcado mi vida hasta ahora es la muerte de mi papá. Debido a que fue una muerte repentina llegaron un montón de cambios inesperados. Además, durante los meses de duelo posteriores, gracias a mucha literatura y a muchas pláticas que tuve con Dios, entendí que usualmente una pérdida como esa, está acompañada de otras pequeñas pérdidas...y para obtener una verdadera sanidad, debía hacer duelo, por así decirlo, por cada una de ellas.
Tuve que aceptar el hecho que mi papá no me va a entregar en el altar cuando me case y que mis hijos no tendrán abuelo igual que yo no los tuve. También la alegría de comprar mi primer carro se fue junto con él, ya que el accidente en el que murió fue precisamente en mi carro y hasta ahora no he podido comprar otro. Éstos son sólo unos cuantos ejemplos de los sueños que se fueron junto con mi papá.
Recuerdo que alguna vez escribí cómo planeaba que estaría mi vida a la edad que tengo actualmente. Ahora, hasta me da un poco de risa porque no ha ocurrido ni la cuarta parte de lo planeado. Se supone que yo debería tener otro estado civil, ser mamá de una niña y un niño, haber viajado a dos o tres lugares que me parecen los más hermosos del mundo, trabajar en una organización o haber fundado una cuyo fin sea ayudar a niños necesitados en mi país o fuera de él...y ya no sigo porque la lista es extensa.
Algún amigo "espiritualoide" me quiso predicar una vez cuando le compartí un poco de mi frustración por éstos sueños y me hizo sentir que quizá eran muy carnales o que tal vez yo no había orado lo suficiente al respecto...Pero yo creo que todos esos sueños son válidos y que Dios ha tomado nota de cada uno de ellos...algunos se realizarán con un calendario diferente al mío y otros no se realizarán; pero Él va a mandar los sustitutos que superarán con creces a lo que yo soñé.
Muchos pueden pensar que soy una hija de Dios muy sumisa; pero no se crean...Ya perdí la cuenta de las veces que le he reclamado por esos sueños y planes que tenía, le he aplicado la "ley del hielo" (mi amigo espiritualoide seguramente me reprenderá si lee esto), me he resentido con Él en ocasiones, he asumido la postura del hermano mayor del hijo pródigo porque me siento con derecho a que me conceda lo que le he pedido, le he dicho que es injusto, he dudado de que en el cielo se hayan escuchado mis oraciones, he sentido que Él ha saboteado lo que yo anhelaba, he llorado hasta que me vence el sueño muchas noches porque no puedo entender qué tiene Dios en mente al tardarse tanto en realizar mis sueños y planes, etc, etc.
Pero cada vez que caigo en uno de esos "baches" por tantos sueños no alcanzados acabo siempre en el mismo lugar: la presencia de Dios...Aunque con mucho dolor y con una oración ahogada, termino hablando con Él diciéndole cómo me siento al respecto...y Su respuesta es siempre la misma: que no debo dudar que me ama y que debo confiar en Él lo suficiente como para dejar ir ese paquetote de sueños y planes no alcanzados, porque los Suyos son mejores.
No es fácil. Sigo dudando, sigo luchando, sigo temiendo que el reloj de Dios se atrase demasiado. Tengo temporadas en las que debo hacer una entrega diaria de esos sueños frustrados. Y también llegan días cuando mi fe es fuerte y no hay una pizca de duda acerca de los planes que Él tiene para mí.
Creo que como toda relación con un ser humano, mi relación con Dios atraviesa diferentes etapas y al final, cuando hago un recuento de nuestra vida juntos, concluyo que es el ser más confiable que conozco y por ahora, aunque no entienda sus demoras y aunque hayan lágrimas de vez en cuando, no tengo una mejor elección que hacer...solamente confiar en que Él me sorprenderá con lo que ha preparado para mí.
"Yo sé los planes que tengo para ustedes (pon tu nombre), planes para su bienestar y no para su mal, a fin de darles un futuro lleno de esperanza. Yo, el Señor, lo afirmo" Jeremías 29:11 DHH
"A Aquel quien por consecuencia de la acción de Su poder que está trabajando en nosotros, es capaz de llevar a cabo Su propósito y hacer súper abundantemente, mucho más arriba y más allá de lo que nos atrevamos a pedir o a pensar, infinitamente más allá que nuestras más altas oraciones, deseos, pensamientos, esperanzas o sueños, a Él sea la gloria...." Efesios 3:20 (Amplified Version-Traducción Personal)
Tuve que aceptar el hecho que mi papá no me va a entregar en el altar cuando me case y que mis hijos no tendrán abuelo igual que yo no los tuve. También la alegría de comprar mi primer carro se fue junto con él, ya que el accidente en el que murió fue precisamente en mi carro y hasta ahora no he podido comprar otro. Éstos son sólo unos cuantos ejemplos de los sueños que se fueron junto con mi papá.
Recuerdo que alguna vez escribí cómo planeaba que estaría mi vida a la edad que tengo actualmente. Ahora, hasta me da un poco de risa porque no ha ocurrido ni la cuarta parte de lo planeado. Se supone que yo debería tener otro estado civil, ser mamá de una niña y un niño, haber viajado a dos o tres lugares que me parecen los más hermosos del mundo, trabajar en una organización o haber fundado una cuyo fin sea ayudar a niños necesitados en mi país o fuera de él...y ya no sigo porque la lista es extensa.
Algún amigo "espiritualoide" me quiso predicar una vez cuando le compartí un poco de mi frustración por éstos sueños y me hizo sentir que quizá eran muy carnales o que tal vez yo no había orado lo suficiente al respecto...Pero yo creo que todos esos sueños son válidos y que Dios ha tomado nota de cada uno de ellos...algunos se realizarán con un calendario diferente al mío y otros no se realizarán; pero Él va a mandar los sustitutos que superarán con creces a lo que yo soñé.
Muchos pueden pensar que soy una hija de Dios muy sumisa; pero no se crean...Ya perdí la cuenta de las veces que le he reclamado por esos sueños y planes que tenía, le he aplicado la "ley del hielo" (mi amigo espiritualoide seguramente me reprenderá si lee esto), me he resentido con Él en ocasiones, he asumido la postura del hermano mayor del hijo pródigo porque me siento con derecho a que me conceda lo que le he pedido, le he dicho que es injusto, he dudado de que en el cielo se hayan escuchado mis oraciones, he sentido que Él ha saboteado lo que yo anhelaba, he llorado hasta que me vence el sueño muchas noches porque no puedo entender qué tiene Dios en mente al tardarse tanto en realizar mis sueños y planes, etc, etc.
Pero cada vez que caigo en uno de esos "baches" por tantos sueños no alcanzados acabo siempre en el mismo lugar: la presencia de Dios...Aunque con mucho dolor y con una oración ahogada, termino hablando con Él diciéndole cómo me siento al respecto...y Su respuesta es siempre la misma: que no debo dudar que me ama y que debo confiar en Él lo suficiente como para dejar ir ese paquetote de sueños y planes no alcanzados, porque los Suyos son mejores.
No es fácil. Sigo dudando, sigo luchando, sigo temiendo que el reloj de Dios se atrase demasiado. Tengo temporadas en las que debo hacer una entrega diaria de esos sueños frustrados. Y también llegan días cuando mi fe es fuerte y no hay una pizca de duda acerca de los planes que Él tiene para mí.
Creo que como toda relación con un ser humano, mi relación con Dios atraviesa diferentes etapas y al final, cuando hago un recuento de nuestra vida juntos, concluyo que es el ser más confiable que conozco y por ahora, aunque no entienda sus demoras y aunque hayan lágrimas de vez en cuando, no tengo una mejor elección que hacer...solamente confiar en que Él me sorprenderá con lo que ha preparado para mí.
"Yo sé los planes que tengo para ustedes (pon tu nombre), planes para su bienestar y no para su mal, a fin de darles un futuro lleno de esperanza. Yo, el Señor, lo afirmo" Jeremías 29:11 DHH
"A Aquel quien por consecuencia de la acción de Su poder que está trabajando en nosotros, es capaz de llevar a cabo Su propósito y hacer súper abundantemente, mucho más arriba y más allá de lo que nos atrevamos a pedir o a pensar, infinitamente más allá que nuestras más altas oraciones, deseos, pensamientos, esperanzas o sueños, a Él sea la gloria...." Efesios 3:20 (Amplified Version-Traducción Personal)
viernes, 1 de agosto de 2014
Serie Dejar Ir- Dejando Ir A Los Amigos
Revisé un disco duro externo en el que habíamos guardado archivos de una antigua computadora. Me detuve a ver las fotos. Algunas de ellas de muchos años atrás. Empecé a ver caras, recordar momentos y lugares; pero sobre todo a enfocarme en las personas que veía.
Muchas de esas personas en algún momento de mi vida se llamaron AMIGOS. Y creo que si yo tuviera que introducirlos con alguien más, aún lo haría presentándoles como mi amigo, mi amiga.
Mientras veía ese montón de fotos, comencé a hacer un recuento de cuánto han cambiado las cosas en la vida de todos. Y debo admitir que mis emociones se removieron un poco al ver algunas caras, sintiendo nostalgia por muchos de ellos.
He entendido que los amigos, como cualquier otra persona en nuestra vida, no siempre se quedan. Algunos sólo llegan para darte lecciones, para apoyarte en determinada etapa, para ayudarte a crecer, para traerte diversión e incluso para dañarte una que otra vez.
He tenido que aceptar que la gran mayoría de mis amigas están viviendo una etapa ajena a mí. Ahora que son madres y esposas, sus horarios son tan locos y sus prioridades tan diferentes, que no hay mucho espacio para una amiga soltera. Y claro que las amo con todo mi corazón y disfruto al verlas siendo mujeres de familia.
He aprendido que hay amigos que decidieron prescindir de mí por la naturaleza de su vida actual. Y que simplemente ya no me extrañan ni me necesitan. Y eso para mí está bien. El cariño y la confianza que alguna vez existieron siguen intactos. Pero entiendo que Dios ha llevado nuestras vidas por sendas muy separadas.
Por otro lado, he decidido que no quiero seguir teniendo como amigos a aquellos que no se esfuerzan por la relación de amistad. Leí recientemente algo que decía más o menos así: "si ellos no llaman, no escriben, no preguntan nunca cómo estás, no toman la iniciativa y no te corresponden cuando tú lo haces, es momento de aceptar que ellos ya no forman parte de tu vida." Duro, pero real. Y por favor no me mal entiendan. No se trata de un resentimiento, si no del resultado de un proceso que me ha llevado a entender que quizá fueron ellos quienes decidieron salirse de mi vida mucho tiempo atrás. Sólo es que lo he aceptado hasta ahora.
Sigo queriendo mucho a esos amigos con los que me reúno unas cuantas veces en el año, pero que acaparan nuestras conversaciones hablando solamente de ellos. Siempre será un placer escucharles y emocionarme con sus vidas. Pero he hecho la resolución de decirles lo que pienso la próxima vez que nos reunamos.
Y por supuesto que existen aquellos amigos que son eternos. De esos a los que la Biblia les llama hermanos en tiempo de angustia. Los amigos de la vida. Y estoy tan agradecida porque tengo varios de ese calibre.
El dejar ir es un proceso. Mucha gente habla de eso, se usa ese término con frecuencia; pero en realidad es algo sumamente difícil de hacer, que requiere más que fuerza de voluntad y en ocasiones implica pasar un buen período de tiempo tomando la decisión diaria de hacerlo...Yo estoy en el proceso. Y poco a poco voy entendiendo que éste principio de dejar ir es aplicable a cada área de nuestra vida. Se trata de una entrega, de renunciar, de ceder el control y el poder, todo por tu bienestar...porque tu bienestar no tiene precio, está incluso por encima de tus amigos.
Agradezco a Dios por cada uno de los que fueron amigos en el pasado, por los que llamo amigos en la actualidad y por los que aún no conozco; pero llamaré amigos en el futuro. Todos ellos han cumplido un propósito en mi vida. Soy lo que soy gracias a muchos de ellos. Algunos seguirán estando presentes, a otros les he dicho simplemente, adiós.
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